EL AMOR DE MI VIDA

 Todos hemos tenido esa imagen del amor ideal, que usualmente responde a un estereotipo físico y a unas características de personalidad a las que le atribuimos el don de "hacernos felices" como si fuera posible que alguien aparte de nosotros mismos consiguiera semejante hazaña.


Y muchos, y aquí me incluyo, hemos encontrado ese amor "perfecto" en pequeños laberintos de nuestra existencia por donde ese personaje asoma y se esconde como si ese Dios al que responsabilizamos de nuestras dichas y desdichas jugara caprichosamente con nosotros moviendo los hijos de nuestro destino.

He conocido casos en los que ese Dios caprichoso que nos hemos inventado se ha cansado de mover los hilos del  destino de alguna pareja y tardíamente suelta el control, es cuando de repente esos dos enamorados finalmente se reúnen y consuman su amor, aunque suele suceder cuando ya hay precariedad hormonal en la mujer y escasez de testosterona en el sujeto. Siempre me he preguntado para qué quiere uno encontrar al amor de su vida en la vejez cuando la convivencia estará limitada a cuidarse mutuamente, a cumplir citas médicas o a visitarse el uno al otro en el hospital, o en el peor de los casos a dormir en la misma habitación soportando los rugidos de unos cuerpos que ya no pueden guardar silencio porque al igual que el motor de un auto viejo ya se está acercando su fecha de vencimiento.

Yo encontré el amor de mi vida en mis tempranos treinta, pero además  de que nuestras circunstancias eran adversas era un amor imposible, al menos eso pensaba yo en aquel tiempo, pese a que los motivadores de la época ya nos entrenaban para cambiar nuestros pensamientos y llevarlos de lo imposible a lo posible, pero nuestro caso era diferente, a él ni siquiera le gustaban las mujeres.
Además de su preferencia sexual nos separaban 500 millas de distancia, lo único que nos unía eran algunas amistades en común y una afinidad artística en la que flotaba cierta química.

Cierta vez abrí un libro de mi biblioteca y de él saltó al suelo una tarjeta, cuando la abrí, era una nota que el personaje en mención había dejado para mí durante alguno de mis viajes, en el libro que sea que estuviera leyendo en aquel momento, y que gracias a Dios, el titiritero,  no pude encontrar en su momento sino mucho después. En la nota había una expresa declaración de amor y de profunda admiración por mí. Ha sido posiblemente una de las sorpresas más gratas que me haya llevado en mi vida, me embargó una emoción de proporciones enormes, no solo por lo cerca que estaba de sentirme completa con el amor del hombre de mis sueños, sino porque ese hombre se lo estaba ganando a la comunidad gay y lo estaba devolviendo a donde "pertenecía". Asuntos de ego por supuesto.

Solo que en ese momento yo estaba comprometida en matrimonio con uno de esos amores itinerantes con los que uno se conforma y para lo cual se convence a sí misna que ese si es, porque la presión que recibimos las mujeres para estar en pareja, pesa, y nos lanza a brazos equivocados reiterativamente.

Durante los siguientes veinticinco años el hilo de nuestros destinos fue movido por ese Dios caprichoso a su peculiar antojo, acercándonos y alejándonos, hasta que los dos desistimos y rompimos el hilo para siempre. Nuestro amor, si es que lo hubo, quedó consignado en un universo paralelo donde seguramente se está consumando a nuestras espaldas en éste momento. Nunca lo sabremos, o quizá  sí.

Lo más valioso que obtuve de aquella experiencia con la que le estaba cumpliendo más a la expectativa social que a mi misma, fue comprender la dinámica del amor romántico, darme cuenta que ya había tenido suficiente de ese tipo de amor y que estaba lista para el verdadero amor de mi vida, el que me prodigo a mi misma, saber elegirme antes que elegir a otro, es un amor que pocos conocen y yo tengo la fortuna de disfrutar de él.

Como la masa crítica que se necesita para relacionarnos por fuera del amor romántico no está dada en éste momento, socialmente hablando, esperaré nuevas vidas donde eso y mucho más será posible. Gracias vida por la oportunidad de vivir la ilusión del amor romántico y sobre todo por salir de ahí por la puerta grande. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

HADA DE LAS ALAS ROTAS.

LA SEXIGENARIA

LA RESURRECCIÓN DE COQUITO