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Mostrando entradas de abril, 2018

EL FINO ARTE DE NO HACER NADA.

Durante mi niñez había poco que hacer, el ocio era obligado, al menos en los pueblos en donde solía vivir y que ni parques de recreación para niños tenían. Uno mismo se ingeniaba el "Mataculín" poniendo una tabla incrustada en el tallo de un árbol que había cortado en el patio de la casa, se ponían un par de cojines   a lado y lado de la tabla, se sentaba uno en un extremo y el invitado en el otro extremo, mientras el uno volaba alto el otro aterrizaba, así aprendimos a compartir y a tener que vivir las dos experiencias en pro de la diversión. No solía tener muchos invitados en casa, por lo que el tiempo a solas sin nada que hacer, convertía los días en interminables horas que me hacían dudar de que en efecto solo fueran   24 y no más. Pero en el ocio aprendí a observar los hormigueros, y el movimiento de sus habitantes, imaginaba que estaban organizadas como nosotros en el pueblo, que tenían un alcalde, un cura y profesores, me divertía pensando cual sería la directora

ZONAS ERÓGENAS

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Él ha sido el único hombre que pudo conectar mis dos zonas erógenas: el clítoris físico con el cerebral, como dos puntos cardinales en los cuales se habla el mismo idioma, supo cual era la pulsión exacta con su lengua para activarlos al mismo tiempo, pues nunca he tenido un mejor amante oral en todo el sentido de la palabra, que él. También me amó con ese amor infinito que sólo promete la temporalidad de este plano. Fuimos llevados involuntariamente a un encuentro que ya estaba condenado al exilio y la derrota, y cumplimos puntualmente con el destino como dos condenados a muerte que saben que se van a morir después de haber degustado los más exquisitos manjares. Nuestro manjar lo servimos en la cama, y lo degustamos a sabiendas que no se acabaría al día siguiente, pero si antes del próximo año, nos dimos el lujo de idealizarnos sabiendo en el fondo que no éramos dioses sino demonios jugando al poder de la santidad. Nos separamos con la madurez del espíritu   y así ensayamos a morir