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ADIOS MI DULCE VERDUGO

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Ya hace un año desde que tuve que dejar el último empleo que tuve, del que hablaba en un artículo anterior, luego de soportar estoicamente una persecución laboral por actividad sindicalista, por organizar un paro de actividades y por denunciar que nuestra salud estaba en riesgo por las condiciones laborales que teníamos. Demasiado tarde supimos que una mujer que trabajaba con nosotros y que era la que más leña le ponía al fuego señalando las irregularidades y las injusticias que tenía la empresa para con los empleados, era la misma que actuaba como doble espía, llevando información a los altos mandos de la empresa sobre las acciones que habíamos emprendido al buscar un nuevo sindicato para que se hiciera cargo de los empleados. El día de las elecciones, la empresa se jugó algunas fichas "legales" para evitar que las elecciones se realizaran con lo que se le dio al menos por un año más el contrato al sindicato existente que todos sabíamos que era un sindicato patronal. Por

PARTICIPANTES.

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Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. (Ghandi) En el último empleo que tuve un nuevo sindicato luchaba por entrar y hacer valer los derechos de los empleados que estaban siendo vulnerados, que eran muchos por cierto, el más importante de esos derechos tenía que ver con el salario, se nos pagaba tres dólares la hora menos de lo que la ley estipulaba para el tipo de trabajo que realizabamos. La lista que le seguía de derechos vulnerados era interminable, y las arbitrariedades que cometían los directivos con los empleados eran de gran calibre. Personalmente me tomé más de un año enviando cartas a las autoridades competentes en busca de ayuda, para terminar comprendiendo que las autoridades del condado no estaban muy interesadas en apoyarnos, lo cual reducía nuestras posibilidades y hacía que nuestra única solución a la vista fuera la representación de un nuevo sindicato. En este proceso aprendí mucho sobre nuestra compulsiva costumbre de q