THE END


 Nuestra reacción a la muerte es aprendida, en mi cultura la idea de morir solo era una terrible amenaza que adquirió mucho peso en nuestro sistema básico de creencias, es por eso que un muerto sin dolientes es visto casi que al nivel de la indigencia. La imagen de un funeral con menos de cinco personas alrededor (creo que hasta 10 son pocas para la exigencia cultural) es tan desoladora para muchos que incluso podría producir más dolor y conseguir más llanto que el mismo muerto.


Ésta semana murió mi primo paterno Dario, nos separaba una brecha generacional, por lo que coincidí con él  muy pocas veces a pesar de que por muchos años vivimos en la misma ciudad e incluso algún tiempo fuimos vecinos. Dario era un alma solitaria, no parecía disfrutar mucho de la compañía de nadie, ni siquiera de su familia. Estuvo casado y engendró creo que dos hijos, pero su matrimonio no duró y tampoco supe que tuviera una nueva pareja. Supongo que por su naturaleza solitaria él mismo decidió vivir solo el resto de su vida, algo que en éste momento entiendo perfectamente.

Al final de su vida lo acosaron algunas enfermedades y una leucemia, ya estaba mayor y algunos de sus hermanos, que son varios, le ofrecieron ayuda con su proceso de salud, uncluso sus hijos que viven en el extranjero lo ayudaban dentro de sus posibilidades. Pero él rechazaba todas esas ayudas.
Por eso cuando alguien hizo señalamientos a la familia por la soledad en que estaba dejando el mundo, y lamentando que estaba siendo velado solo por dos personas, yo no pude ver en esa escena algo triste, sino como Dario se estaba asegurando su soledad aún después de muerto. ¿Quién nos dice que eso no era lo que en realidad él deseaba después de dejar su cuerpo? A juzgar por los acontecimientos de la última etapa de su vida, yo diria que él deseaba estar solo también al momento de partir.

En alguna parte leí que morimos como vivimos, eso puede sonar duro y difícil de aceptar, para mí es una realidad que merece respeto. Dejar partir a nuestros muertos en un marco de aceptación y respeto por las circunstancias que los rodean en su última morada, es la mejor manera de honrar su memoria.

La presencia física durante un funeral es más una compañía para los dolientes, el muerto ya está en otro nivel de conciencia en donde esas susceptibilidades le son ajenas. 

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