EL CUMPLEAÑOS DE CORALIA

 Mi amiga Coralia estaba montada en sus ochenta, le gustaba que yo, y nadie más, le hiciera la manicura y la pedicura, solía dañarse el esmalte de las uñas en algún descuido mío para retenerme más tiempo mientras le borraba la uña y la volvía a pintar. Así de inmensa era su soledad.


Su única hija había amasado una gran fortuna y entre cuidar de sus negocios y atender a su familia no le quedaba tiempo para visitar a su madre, eso Coralia nunca lo pudo asimilar. A pesar de vivir en un cómodo apartamento al frente de la playa y gozar de una excelente salud, ella se cansó de viajar para olvidar que estaba sola y se cansó de vivir de la misma manera que uno se cansa del mismo barrio donde vivió muchos años, de usar la misma ropa, de comer la misma comida o simplemente de tener la misma rutina de vida. Coralia apagó las velas de sus últimos tres cumpleaños con un sólo deseo en mente "dejar su cuerpo y el mundo que habitaba" algo poco probable porque su salud era impecable.

En algún momento empecé a ver papelitos de colores fosforescentes en las puertas de la cocina, del baño, del cuarto y del balcón con letreros como "ya desayuné" "ya me bañé" "ya tomé la siesta" " ya tomé el sol" a veces ponía la hora en que había hecho cada actividad. Me di cuenta que su memoria le estaba fallando, se lo pregunté pero ella con ese orgullo que se mandaba me dijo que sus letreros eran cuestión de logística y organización.

Un día me llamó del mall y me pidió que la buscara, al llegar estaba confusa pero alegre y en medio de un ataque de risa que nunca  supe si era auténtico o producto de sus nervios me dijo "chica es que no recuerdo si acabé de llegar o si ya me voy de regreso a casa" en adelante su falta de memoria era algo de lo que parecía conciente y le producía mucha risa, se burlaba de ella misma cada vez que no podía recordar si estaba cerrando el apartamento o lo estaba abriendo, entonces le preguntaba al portero si había salido o estaba entrando y se soltaba a reír estruendosamente.

Supe entonces que ese deseo que ella imprimía en su pastel de cumpleaños estaba a punto de cumplirse, ella se estaba marchando de éste plano, a la única manera que podía ya que su cuerpo seguía vital.

Finalmente se marchó, intacta, en medio de la noche, sin despedidas sin aspavientos y quién sabe si en medio de esas carcajadas que eran tan frecuentes en sus últimos meses de vida; y la única que sintió esa alegría cómplice porque un deseo de cumpleaños se hacía realidad fui yo.

 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
0000000000 Que alegría poder reconocer el valor de la vida, la alegría y la muerte en este corto homenaje a las tres. Brindo amorosamente por mas risas y entusiasmo mientras aún respiras. 000000000

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