EL REGRESO DEL EX.

 

El ex ha regresado al vecindario, habita dos pisos arriba de mí, se ha transformado en el hombre del futuro de otra mujer, cuando lo miro no consigo reconocer al hombre que amé, y tampoco veo rastros del hombre del pasado, ha adoptado otras costumbres, con las que me hubiera sido difícil convivir, agradezco su partida porque de esa forma él ha podido cambiar de piel. El amor, como lo conocemos es egoísta y coercitivo, exige renunciar a mucho de nosotros mismos para salvar la convivencia. Su sistema básico de creencias ha sido removido casi de raíz, con algunas excepciones, una de ellas contundente: la que tiene que ver con su verdadera vocación. Se fue buscando la realización profesional que él pensaba que éste país le negaba, alguien le aseguró que en otro país eso sería posible. Ha recorrido senderos sinuosos en esa búsqueda que nos es común a tantos, todos queremos ganarnos la vida con la actividad que más disfrutamos, muy pocos alcanzamos la comprensión de que el secreto es disfrutar la tarea con la que nos ganamos la vida, unos pocos consiguen unir esos dos deseos en una sola línea de trabajo, eso hay que aceptarlo.

Cada vez que veo al ex, indago por respuestas a mis búsquedas, cuando las encuentro me siento realizada, él es un espejo en el que observo todas mis realidades paralelas a ésta, para terminar honrando la que estoy viviendo, al menos con éste estado de consciencia. El ex me sigue enseñando desde la distancia de los dos pisos que nos separan, él se saborea la vida lentamente con lo que cada día le trae, ha cambiado mucho, pero su entorno no consigue ver esos cambios, se relacionan con él desde la misma perspectiva de hace 10 o 20 años, sigue cargando con los rótulos que su entorno le asignó, y que él carga como una cruz donde él ignora que ha sido crucificado.

Mis nietos juegan con él en la playa, y él regresa en el tiempo hasta cuando pensábamos que serían también sus nietos por siempre, se mete en el personaje y en la línea del tiempo y los considera por un par de horas una vez a la semana, sus nietos. Ese también es uno de sus talentos. Entonces me doy cuenta que la forma en que se relacionan algunas almas sufre cambios radicales, pero la esencia de esas relaciones se mantiene intacta en un espacio sin tiempo. Observo a distancia emocional esos episodios, no intervengo en ellos, no soy nadie para meterme en la realidad paralela de mis nietos y del ex.

El ex esposo llama a mi puerta y me entrega una caja de leche agria que le había encargado, conservamos el distanciamiento social que la pandemia y su actual estado civil obliga. No lo invito a pasar porque sigo en confinamiento, cierro la puerta y me doy cuenta que es una escena que nunca hubiera pasado por mi cabeza hace unos 20 años. Así es como me he convertido en oruga y en mariposa en ésta vida, cambiando de estado civil, enfrentando rupturas con amistades, descubriendo pequeños y grandes infiernos familiares que me han obligado a abandonar nidos que me proveían un falso sentido de seguridad. Y si, porque cuando me re encuentro con algún ser de esos que ahora reposa en el ciclo evolutivo de otro y que antes perteneció al mío, siento como si eso hubiera ocurrido en otra vida, como si hubiera sido otra piel la que hubiera abrigado besos y caricias de ese otro. Hay un recuerdo muy borroso de esa mariposa que fui y de cómo desplegué mis alas sobre su existencia; y hay un solemne agradecimiento por la oscuridad en la que esa oruga que también fui, se refugió para cambiar de ciclo, de vida, de personajes y de experiencias.

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