ROSITA

Rosita fue el primer corazón abierto que encontré en Estados Unidos, la primera mano generosa que desde el primer momento solo ha sabido darme lo que ha estado en su poder darme. Desde que la conocí supe que mi amistad con ella sería más duradera que mi matrimonio con su hijo, sí, Rosita entró a mi vida como mi suegra y contrario a las experiencias que muchas personas tienen con sus suegras, mi experiencia con ella ha sido muy positiva.


Ella es la matriarca de la familia Madrigal, dueña de un entusiasmo ilimitado, la mejor amante que pueda tener la música, es una excelente bailarina, que además toca el piano y la guitarra. Hasta hace poco nos deleitaba con su voz y hacía gemir el "Ave María" como una diosa. Le encanta preparar fiestas y ser anfitriona porque es sociable por naturaleza. Tiene las puertas de su casa abiertas para la gente, de hecho varias vecinas tenemos las llaves de su apartamento y sabemos que podemos entrar allí, a veces incluso, sin llamar a la puerta, aunque lo hacemos por cortesía.


Con su naturaleza nutricia siempre está buscando con qué alimentarnos, cuando llegamos a su casa suele tener los mejores manjares en su refrigerador acompañados de un buen vino. Su casa ha sido mi refugio en este país, sé que si todas las puertas se me cierran, las de su casa se abrirán para contenerme. Por la puerta de su casa sale la taza de azúcar, los huevos, la cebolla o cualquier cosa que se me agotó cuando no quiero ir al supermercado. Vivir cerca de ella me hace sentir en mi pueblo natal porque puedo contar con su compañerismo y solidaridad.


Es una mujer de mente abierta, que me permite ser yo misma en su presencia, con ella me siento a salvo de algún juicio y su respectiva condena cuando he tenido alguna confidencia con ella, porque además es muy diestra guardando secretos. Es una buscadora incansable que persigue mantener viva la flama de su espíritu y encontrar su lugar en este mundo, lo cual le permite poder expresar sus sentimientos y su vulnerabilidad fácilmente. 


Pero lo que más le admiro a Rosita es su vitalidad y ese ímpetu de juventud que tiene, no se ha impuesto las limitaciones que muchas mujeres adoptan con la edad, ella conduce las distancias que sean necesarias y si le toca ir de una ciudad a otra conduciendo lo hace, conduce de noche sin temor porque es una temeraria al volante. Verla caminar es un deleite porque conserva la elegancia de sus veintes y se tongonea como si no le doliera un solo hueso, aunque sabemos que ya le duelen muchos.

Hoy celebro la fortaleza de una mujer que ha sabido llegar a los 82 años con un equipaje de experiencias que la han traído hasta este momento, y que le permiten confesar que ha vivido y que lo sigue haciendo. 




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