OBESIDAD CONCEPTUAL
Ahí estoy yo, en una nueva reunión social, los invitados llegan ataviados con un pesado equipaje de creencias, que se han engrosado con el consumo masivo de información a través de las redes sociales.
La información se ha convertido en la comida de esta época, es puesta cual bufete en las diferentes plataformas para ser devorada con ansias no tanto de conocimiento sino con el voraz apetito de un ego en franca competencia, necesitado cada vez de más reconocimiento.
Los antiguos temas de conversación en las reuniones que versaban sobre la actualización de nuestras vidas, antes de que las exhibieramos en redes sociales, han sido desplazados por un despliegue de eruditos glotones de la información que se han hecho expertos en diferentes temas.
No falta el experto en ejercicio físico, nutrición, finanzas, política, religión, espiritualidad, constelaciones familiares, viajes, filosofia, vinos, fiestas y el más popular el nuevo sicologo sistémico que está analizando a los demás glotones para constatar sus conocimientos con un ejército de voluntarios que derrochan todas sus neurosis en sus interacciones sociales.
Yo suelo ser la experta en sicoanalisis, con el observador activado que con frecuencia se distrae observando mis propios pensamientos y mis propias conductas tóxicas, entonces me refugio en el baño para llamarme al orden.
Al finalizar la reunión suelo sentirme extenuada como si me hubieran encendido muchas pantallas de teléfonos con una infinita red de información que soy obligada a consumir en aras de mantener la "sana" interacción social que dice mi terapeuta debo cultivar.
Pero doctora dígame ¿Cómo le hago para no salir tan agotada de estos nuevos modelos de interacción social? Y ella, la terapeuta, abre sus ojos más de lo usual y me pregunta ¿a usted también le pasa lo mismo? Pensé que era solo a mí
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