MAMI ¿ESTÁS ORGULLOSA DE MÍ?

Hace nueve años desperté a una realidad que me pareció aterradora, que la figura materna no era para todos lo que ha sido para mí. Que habían hijos que no amaban a sus madres y madres que tampoco amaban a sus hijos, antes de eso yo pensaba que el amor por la madre era incuestionable y que no hacerlo violaba alguna ley universal que yo no me atrevería a violar.

Yo siempre supe que no llené las expectativas de mi madre, pero curiosamente fue algo que nunca resentí. Mi madre quería una hija productiva materialmente, si hubiera sido posible que yo fuera rica o millonaria mi madre se habría ido de éste mundo realizada. A cambio le tocó una guerrera de la luz cuyos intereses más grandes estaban encaminados en otro rumbo.

Una de las actividades con las que producía dinero en Colombia era dictando conferencias en el sector empresarial, llegué a tener visibilidad en el campo, con frecuencia me encontraba en la calle a personas que habían estado en una conferencia conmigo y siempre me retroalimentaban positivamente al respecto expresando la ayuda que les había proporcionado en sus dificultades cotidianas. 

Una vez fui contratada para un público mucho más numeroso del que siempre había tenido y pensé que esa era la oportunidad perfecta para exhibir mi plumaje frente a mi madre y conquistar un poco el esquivo orgullo por su hija. Así que la invité y ella se puso su mejor traje para asistir. La senté en primera fila y como buena aprendiz estuvo muy receptiva. Al finalizar la conferencia, el público me buscaba cual actriz de cine después del estreno, ya fuera para felicitarme por mi ponencia, para resolver alguna inquietud o para tomar mis datos para una nueva conferencia. Pensé que todo ese despliegue de conocimiento de mi parte y posterior reconocimiento del público sería algo a lo que la reacia personalidad de mi madre no podría resistirse. Algunas personas la felicitaron por tener una hija como yo y ella con esa buena educación de Carreño que tuvo aceptaba las felicitaciones con esa sonrisa esperada por los demás.

 Cuando mi madre se enteró de cuánto se me había pagado por la conferencia su desencanto fue visible y terminó diciendo que si en vez de tanto halago y felicitación esa gente pagara más por escucharme yo sería millonaria. Esa fue la primera y la última vez que quise hacer algo porque mi madre se sintiera orgullosa de mí. Y no sé porqué, pero ni entonces, ni ahora evocando esos momentos sentí algún tipo de molestia con ella, mi amor por ella no se podía pesar con una medida tan pobre como son las circunstancias, ella y yo teníamos un lazo mucho más fuerte que satisfacer nuestros respectivos egos, nada fue lo suficientemente grave para que yo dudara siquiera de amarla con toda mi alma y sé que a ella, le sucedía lo mismo.

Ahora agradezco esa ignorancia o inocencia de no saber que era permitido el desamor por la madre, no sé si al saberlo me hubiera dado permiso para resentirme con ella por no llenar sus expectativas.

La vida me dio la oportunidad de estar a su lado para despedirla cuando dejó su cuerpo, y ella, cuyo talento más grande fue ser lacónica
no necesitó sino algunos gestos y esa mentira hermosa con que me respondió cuando le pregunté cómo se sentía " feliz, feliz, feliz" estaba parada frente a la muerte y decía estar feliz sólo por verme y esa sola respuesta y la autenticidad de esa sonrisa ( que nunca olvidaré) que se abrió paso en su rostro aún medio de todo su dolor físico, fue la constatación de que el orgullo por su hija reposaba en el bolsillo de su ego y ese día lo sacó y lo exhibió para mí. Nunca tuve dudas de que fui la luz de su vida. Si volviera a nacer me la pediría como madre de nuevo, no porque haya sido perfecta, sino por esa devoción y amor con que cumplió con su maternidad.

 

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