¿PORQUÉ YO NO?
Nunca nos pusimos de acuerdo, pero por esas sincronías misteriosas que
se quedan guardadas en el anonimato, todos los que cenaríamos juntos aquella
noche, que éramos 4 personas en total, vestíamos exactamente los mismos colores
de ropa, vino tinto con negro, nos reímos de esa sincronía que pensamos era consecuencia
de nuestra conexión afectiva y no una macabra coincidencia que nos reuniría en una experiencia dramática que conscientemente no pedimos, pero que
recreamos por razones que aún no terminamos de comprender.
Era una de esas noches frías de South Florida donde yo estaba particularmente
excitada por el cambio de clima y decidí estrenar una chaqueta de invierno de
color vino tinto, un color inusual en mi ropero. Mis planes estaban concebidos
para regresar a casa a las 11 de la noche por tardar, habíamos decidido ir a un
parque de luces después de cenar para sacar a la madre de mi prima que había
estado por meses en una larga recuperación, estábamos contentos de estar
reunidos, mi prima Vicky conducía, su esposo estaba a su lado, su madre estaba
sentada en el asiento trasero izquierdo y yo en el derecho. Desde lo alto del
puente que cruza la Sample Road sobre la Turnpike, conseguí ver el desfile de
autos apreciando el alumbrado, quise tomar una foto desde ése ángulo
aprovechando que había una fila muy larga para entrar al parque y estábamos
parados esperando a que los carros de adelante avanzaran, miré la foto que tomé
pero no me gustó, por lo que la borré, entonces aparecí de repente en una
realidad paralela que al principio no comprendí, empecé a ver el auto dando
vueltas y sentía mi cuerpo moverse dentro del auto sin dolor físico de ninguna
índole, como si mi cuerpo fuera de goma y se amoldara a cada movimiento que el
auto estaba ejerciendo, comprendí que estábamos teniendo un accidente y recordé
la locación, supe entonces que no sobreviviríamos si íbamos a caer sobre la
Turnpike, una autopista inter estatal muy concurrida. No sentía ninguna desesperación
o emoción negativa, excepto un ferviente deseo porque el auto dejara de dar
vueltas, entonces como un mantra en mi mente empecé a repetir “que se acabe,
que se acabe, que se acabe…” pero en la medida en que repetía esa frase el auto
parecía dar más y más vueltas o estar anclado en una especie de laberinto sin
final y yo seguía repitiendo “que se acabe, que se acabe, que se acabe” hasta
que no supe más de mi. Lo que debió ocurrir en aproximadamente un minuto,
máximo dos, para mi fueron unos 5 largos minutos suplicando porque se acabara aquella
agonía de saber que era el final de todo.
Desperté dentro del auto, completamente aturdida entre el mareo que
sentía, las nauseas y la firme convicción de que estaba muerta y que esas
sensaciones físicas las recreaba mi ego aferrándose a la vida, estábamos
rodeados de personas que nos pedían salir del auto, otros decían que había que
apagarlo, mi prima lloraba y suplicaba por su madre, que tenía sangre en
el rostro, el esposo de mi prima salió del auto como un robot, caminó hasta la
parte de atrás y regresó diciendo que era pérdida total, yo
seguía sin entender lo que estaba sucediendo, podía escuchar a todos como en
una sospechosa tercera dimensión mientras sus rostros entraban y salían de mis
ojos caprichosamente, como si algo o alguien estuviera jugando con una realidad
de la que no estaba segura que lo fuera, creo que dije que me sentía mal, y le
dije a mi prima Vicky que se tranquilizara, no recuerdo poder decir nada más,
hasta que llegó el paramédico que me sacó del auto y me montó en una
ambulancia, donde me arrancaron toda la ropa destrozándola y me inmovilizaron
por completo. Conseguí ver tres niños preciosos de unos 6 años con la piel
completamente blanca y de cabelleras oscuras que caminaban de la mano hacia mí,
niños que nadie más que yo vio aquella noche, y vi un joven de unos 16 años que
me decía adiós con la mano y me sonreía dulcemente, nunca sabré si esos
personajes fueron reales o pertenecían a esa realidad paralela en la que estuve
físicamente muy poco tiempo pero mentalmente mucho más. Algunos días después supe que el
auto que nos impactó a alta velocidad por detrás mientras estábamos parados en
la fila de autos, era también un auto de color vino tinto…
Esa noche no regresé a dormir en mi cama a las 11 de la noche, tampoco
al día siguiente, ni en 2 semanas. Desde ese día me sorprende la fe tan grande
que tenemos en la vida, en un Dios, en un ser superior, en la ciencia, en la perfección
del cosmos o en lo que sea, pero tiene que ser fe eso que nos mueve a hacer
planes a largo plazo, a comprar tiquetes para viajes con 6 meses de
anticipación, sin saber si podremos usarlos, salimos de la casa y la cerramos
perfectamente cuidando pertenencias que no sabemos si seguirán siendo nuestras,
estar cerca de la muerte te cambia la perspectiva de la vida, la mayoría dan fe
de regresar con un sentido de valoración más grande por estar vivos, y parecen
ser presas de cierta revelación. Lo que muchos no cuentan es que uno queda en
un estado de vulnerabilidad asombrosa, que perdemos esa confianza en la vida
misma y que nos parece tener a la muerte respirando en nuestros hombros, al
acecho, como diciéndonos que perdió esa partida, pero que en algún momento la va a ganar, y esa convicción de
que la va a ganar, nunca está tan cerca de nadie, como de quienes hemos estado
ahí en ese umbral verificando la fragilidad de esta permanencia en este cuerpo
al que la sociedad actual le rinde tanto tributo.
He pasado toda mi vida conquistando a esa mujer que desde el espejo me
devuelve versiones distorsionadas de mi misma, la mujer de este lado del espejo
le dice palabras bonitas, la motiva, le habla de lo importante que es estar en
este plano recreando experiencias maravillosas para las cuales uno no tiene que
lucir perfecta de acuerdo al estándar social de belleza. Durante mi estancia en
el hospital y durante el día más crítico cuando pensé que si no había muerto en
el accidente, ese día si moriría como consecuencia del mismo, sentí una rebeldía
impresionante contra el orden de este universo, que en ese momento me parecía más
bien un desorden, cuestioné enérgicamente el sentido de justicia, porque yo que
he aprendido a amar mi cuerpo a pesar de la adversidad que siempre lo ha
abrazado, no me sentía merecedora de esta dura prueba, mezquinamente pensé en
quienes a voluntad y en rebeldía con su propio cuerpo se someten a procesos quirúrgicos
dolorosos y salen airosas y secretamente
las detesté por jugar a esta ruleta rusa y salir con vida y salud.
Por supuesto no estoy orgullosa de haber pensado y sentido todo eso, y
supongo que parte del aprendizaje de ésta experiencia, fue seguirme mostrando
las enormes limitaciones espirituales que sigo teniendo, conscientemente no
creo en la justicia, no al menos como está concebida en este mundo, lo cual confrontó
también mi sistema de creencias y como las que me han hecho tanto bien en el
pasado se estaban derrumbando frente a mis ojos. Sólo el tiempo pondrá cada
cosa, cada emoción y cada pensamiento en su lugar, para entonces podré tener la
respuesta a esa pregunta que resuena en mi mente “¿Porqué yo?” o quizá consiga
modificar la pregunta por ¿PORQUÉ YO NO?
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Carlos Dario Madrigal