EL ABURRIMIENTO CREATIVO
Ésta convalecencia, me ha conectado de nuevo con esa quietud tan satanizada en éstos tiempos. Y digo de nuevo, porque así fue mi infancia, cargada de quietud, soledad y tedio. Pasaba demasiado tiempo a solas, como hija única de profesora, que siendo madre casada fungía como soltera. Mi refugio en aquella infancia era la lectura y la escritura. En el hospital p asé toda la noche despierta haciendo respiraciones, escuchando mi cuerpo y conectada al suero, a una maquina de oxígeno, a una maquina compresora de botas para activar la circulación de la sangre, a una sonda de orina, a dos bolsas de drenaje y a una máquina de morfina con un control remoto que estaba a mi lado y que yo podía activar a mi conveniencia si sentía dolor. Pero los opiáceos no se llevan bien conmigo, en realidad el médico quería experimentar mi reacción a la morfina para tener algo de que echar mano en caso de dolor intenso, pero no quise correr el riesgo, nunca la usé. Conviví amigablemente con el dolor durante to