LA OTRA HABITACIÓN

 Escribo desde la soledad del pos cáncer, ya no tengo cáncer pero me siento física, mental y emocionalmente peor que cuando lo tenía. Escribo desde la normalidad que se le atribuye a los efectos de la medicina y desde la indiferencia que existe al respecto.

Escribo desde ese sótano mental al que ésta medicina me ha enviado, donde la distancia entre las ordenes de mi cerebro y la respuesta automática de mi cuerpo ha perdido velocidad y me hace torpe. Escribo desde ese nudo mental  que tengo que  desenmarañar cada instante para poderme comunicar  y realizar las tareas diarias.

Escribo desde un lugar desconocido dentro de mí, una suerte de limbo mental que ha despertado todos los temores imaginados e inimaginados y que me hace desconfiar de lo que mis propios sentidos me muestran, donde lo que creo ver resulta no ser real.

Escribo desde la oscuridad que me circunda, suplicando por ayuda para salir de éste mundo de sombras en el que me siento confinada.

Sé que la única salida es abandonar un tratamiento que me brinda el 60% de protección de ser atacada de nuevo por el cáncer durante los próximos 20 años. Es algo así como decidir entre vivir a plenitud el tiempo que el cáncer me lo permita o vivir muchos años en un mundo de tinieblas y verdades a medias.

Escribo estas líneas con el patrocinio de mi desobediencia, gracias a que me impuse 7 días de ayuno de esos medicamentos que prometen ayudarne a vivir más, pero con menor intensidad.
Por lo menos hoy, escribo, y lo agradezco.








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