ALAS DE MARIPOSA
Siempre recordaré el día que dejé a mi hija en un quirófano, un lugar tan gélido como la antesala de la muerte, que de alguna manera así es. Cuando saliera de allí ya no sería la misma que había parido hacía 26 años dos meses y 24 días.
Mientras estaba en la sala de espera me preguntaba ¿Que sentido tiene meterse un "superbra" dentro de la piel y cargar con algo que no es de uno el resto de la vida? “para sentirme mejor conmigo misma” me dijo, y yo me sentí invalidada genéticamente por no haberle proveído unos pechos grandes.
Comprendí que su equipaje evolutivo no era igual al mío, que eran diferentes, que mientras a mí me interesaban unas materias, ella estaba estudiando otras completamente distintas a las mías y que a lo mejor mi tesis de grado era poder ver nuestras diferencias y respetarlas sin culparla y sin culparme. Estaba dispuesta a tener una tesis de grado laureada al respecto.
A su salida la vi tan diminuta y tan indefensa, pero tan feliz con sus senos voluptuosos, que no me sentí lo suficientemente mezquina para quitarle ese trozo de dicha al que ella llamaba felicidad. Entonces lancé al universo mi mejor verso para la ocasión "Vuela mariposa con tus senos de sal".
Este año mi hija cumplió 40 años y la vida nos sorprendió con el diagnóstico de mi cáncer de seno. A partir de ese momento mi hija tomó la decisión de explantarse sus prótesis por razones preventivas. Luego de varios exámenes que no salieron del todo bien se dio cuenta que las prótesis hacían muy difícil visualizar sus mamas y por lo tanto un diagnóstico temprano se hace prácticamente imposible. Eso la hizo agilizar el procedimiento y así fue como las dos tuvimos cirugía de senos en el mismo semestre.
Me siento muy orgullosa de ella porque no tuvo que esperar un diagnóstico fatal para elegir su bienestar, por tener la madurez para pensar mucho más que en ella, en sus seres queridos que la queremos bien por mucho tiempo. Pero sobre todo, me sentí más que orgullosa, feliz, de ver como llegó a su decisión sin apego por la apariencia fisica que había conseguido con las prótesis, y con esa alegría que la vi al elegirse a si misma, porque esa era la lección que yo siempre quise darle cuando estaba más joven, pero que no era su momento de aprenderla. Celebro estar aquí para vivir con ella éste momento en que su nivel de conciencia ha cambiado.
Verifico una vez más que la educación de los hijos es un asunto de paciencia, uno siembra las semillas y es cuestión de tiempo para que empiecen a dar sus frutos.
Vuela mariposa con tu nuevo nivel de conciencia.
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