EN LA TIERRA DEL MIRÁ VÉ
Este año no tenía concebido comprar ropa
para esperar el año, pero el día antes de año nuevo salí a la calle y me
encontré por accidente un traje que me hizo pensar que era la mejor opción para
esperar el nuevo año, porque para poderlo usar tenía que prescindir de ropa
interior, y quería que este comienzo de año me sorprendiera lo más desnuda
posible, no sólo físicamente sino también mentalmente.
Pasé el año nuevo en casa de mis amigos
Melissa y Juan, donde estaría su familia también, esperando que mi atuendo no
escandalizara a las personas mayores. Fue una velada al estilo colombiano, con
aguardiente, con música colombiana, con una mezcla exquisita de gente que sonreía
todo el tiempo, donde me sentí cómoda en mi semidesnudez esperando tomar posesión
del año nuevo.
Estando allí recordé nítidamente un año
nuevo hace unos años; y que pasaría sola porque mi ex esposo tenía que trabajar
esa noche y mi hija estaba con su ex esposo en ese momento. Fui invitada a una mansión
de una de esas amigas que se encariñan con uno sin razón aparente y que uno
siente que la mejor manera de corresponder es aceptar alguna que otra invitación.
Aunque estaba de cuerpo presente la que en realidad estuvo allí fue mi "observadora" que lucía fuera de
lugar con un traje negro demasiado sexy para la ocasión, pero absolutamente
absorta en su presente y observando todo alrededor.
Me encontré con una amiga en común nuestra
que me hacía las mismas preguntas con intervalos de una media hora, dejaba las
cosas olvidadas, le faltaba concentración (inusual en ella) después estaba
bailando sin poder levantar mucho los pies del piso, como arrastrando su cuerpo
por temor a caerse. "Se hizo vieja” pensé, pero mi intuición se hizo más fuerte,
sólo estaba drogada. El amigo que invité a acompañarme estaba al rescate de
todas las mujeres solitarias de la fiesta, sacándolas a bailar para que no sintieran
que la noche les dejó el vacío de haber pasado desapercibidas para el resto de
los hombres.
Con Melissa |
Las mesas de la piscina, con una preciosa
vista al mar, estaban todas ocupadas por personas desconocidas que se rehusaban
a dejar sus sillas por temor a socializar o por temor a perder sus sillas. Parecíamos
islas flotando en un enorme océano donde habíamos perdido la visibilidad unas
de otras.
El esposo de la mamá de la anfitriona, un
latino adinerado, se sintió atraído por mí y le pidió a su esposa que nos
presentara, ella me miró de pies a cabeza en vez de la cabeza a la mitad del
cuerpo (como dicta la etiqueta) con esa mirada de desprecio que una mujer
decente siempre siente por las putas, con esa mezcla de rabia-envidia-celos-falsa
simpatía, y como no fue cómodo para mí, me retiré sin darle mi nombre, ni mi
mano al hombre, que más da, es posible que sea lo único que no ha tenido en su
vida el hombre adinerado.
Resulta que no estaba pasando nada allí, no
había interacción entre nuestras almas y corazones, pero la mayoría fingían una
alegría inexistente, excepto una mujer de edad madura y una joven de unos 20
años sentadas en un enorme sillón en la sala, quienes descaradamente delataban mi aburrimiento también, jamás se
retiraron de su sillón donde tenían una expresión de franco y descarado
aburrimiento, la joven se paraba eventualmente y bañaba un par de masmelos en
una maquina de chocolate y los compartía con la mujer de edad madura, quien ni
siquiera le daba las gracias y consumía los masmelos con su quijada rígida para
no correr el riesgo de forzar una sonrisa.Me asomé a la cocina y vi el jamón que se
cocinaba en el horno y lo pellizqué con un tenedor, me sentía quitándole el chicharrón
al marranito vivo.
La mujer drogada me tomaba fotos todo el
tiempo y me pedía que sonriera, luego le entregaba la cámara a alguien más para
que nos tomara fotos juntas, empecé a sentir desprecio por la fotografía
gracias a ella y al acto mecánico y nada artístico con que ella ejercía la fotografía,
cuando se cansaba de tomar fotos, se sentaba en una silla y miraba todas las
fotos una por una, la escena se repetía una y otra vez mientras yo pensaba que
no tenía nada mejor que hacer.
Acaricié la idea que las doce de la noche
nos unirían, que tendríamos más interacción de la que no habíamos tenido en
tres horas en el mismo lugar presenciando escenas vacías y bizarras. A las 12 todos
sonaron sus pitos flautas y cornetas, habían copas desechables llenas de
champaña por toda la mansión que casi nadie bebió porque no tenía buen sabor y
que una mujer paso recogiendo en una bolsa para tirar a la basura, mientras yo
que había llevado mi propia copa para disminuir la basura, pensé en el sistema digestivo
del planeta procesando todo aquel plástico.
Nadie abrazó a nadie excepto algunos pocos,
todo el mundo salió de nuevo a sentarse en sus mesas en la piscina, como si
nada hubiera pasado, experimenté el vacío que deben sentir los hombres cuando tienen
sexo con una puta y se marchan tras haber dejado parte de su sueldo sin mayor
retribución orgásmica. Habían platos llenos de comida por todas partes de donde
apenas si habían comido un poco y ya estaban listos para la basura. Ahí estaba
yo en medio de la sala con algunas lágrimas que salieron a ver el espectáculo del
desprecio que los ricos sienten por la comida.
En el comedor colgaba una lujosa lámpara
que me hacía temer por mi seguridad “¿y si se cae?" pensé, sin saber si
servirme la cena o si enviar a alguien para no correr el riesgo, me sentía como
niña abandonada en casa de nadie. Traté de cenar pero ya estaba llena con los
robos que le hice al jamón en el horno y con los pasabocas que habían
dispuestos por toda la casa.
Esperando el año en mi semidesnudez |
No me gustan las casas llenas de cosas,
porque las cosas costosas intimidan a los invitados, los pobres infiltrados en
fiestas de ricos, se sienten acartonados (alguna vez me sentí así, ahora soy
una pobre más descarada) indignos de ser invitados y tienen esa compulsiva
tendencia de lamerle el culo a los ricos.
Y yo que no soy rica, y que me rehúso a
declararme pobre, sólo observo, y me guardo mi lenguaje, por eso salgo llena de
codazos que me pegan los allegados cuando dicen "que casa tan hermosa!
verdad Luz Dary que es hermosa la casa de ...? y yo avara que soy sólo sonrío y
no digo nada ni con mi boca ni con mi cuerpo, y el codazo en mi cintura me
atraviesa y yo sonrío de nuevo y hablo de otro tema, mientras dejo a todos
pensando que lo hago por envidia.
Ya sé que no debo pasar mi fin de año en
mansiones de gente que no conozco, lo sabía antes de llegar allí, fui porque
como le pasa a una inmensa mayoría no quería estar sola en la noche de año
nuevo y porque pensé que bebería aguardiente del valle, aunque cuando estuve allí
el aguardiente del valle no sabía igual que cuando uno lo bebe en juanchito, también
fui porque mi amigo pensó que bailaría salsa y merengue con alguna famosa de
esas que vienen a Florida a pasar vacaciones, en vez de esa música rara que no disfrutamos
y con las chicas solitarias.
Esta fiesta desfiló tan detalladamente por
mi memoria anoche que sentí un alivio al escuchar la voz de Melissa que me
sacaba de mis recuerdos y me decía “mirá , porque no noj tomarnos una foto vé?”
y por un momento hasta pensé que estaba en Cali, la tierra del “mirá vé” donde
puede que uno la pase desempleado casi todo el año, y que el salario mínimo no alcance
para nada, pero las navidades y el cierre de año son experiencias inolvidables,
porque en ninguna parte se quema un año viejo tan divino como el de allá, con
el que uno se encariña y le hace duelo durante la madrugada, porque en Cali la
gente te abraza y te besa sin importar si al día siguiente te van a ignorar, y
eso para mi son lecciones de desapego, porque la pasión que se desata en una
noche de año nuevo en Cali es sólo comparable con la agitación de los sentidos
cuando nos sabemos deseadas y en el limite del más exquisito clímax.
Cali Colombia, la tierra del mirá, vé! |
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