EL COMMANDER

 Mi primo Antonio fue el primero de la familia de mi madre que tuvo carro, éste commander que tantas dichas me dio a mi particularmente. Él llegaba cualquier día a Cali, procedente del Cauca donde siempre ha vivido, no teníamos teléfono para que nos avisara que llegaba. En ese tiempo las visitas eran sorpresas agradables y las visitas de Toño eran espectaculares, sacábamos lo mejor de la despensa para atenderlo. Mi madre sacaba su sonrisa del closet y la exhibía durante toda su estancia, sentía una veneración y admiración asombrosa por su sobrino, el mayor. Ha sido, es y siempre será nuestro patriarca, el más echado pa'lante, el optimista, el que tiene el chiste a flor de labios, el que improvisa en la escena de la vida para alegrar hasta un velorio, como lo hizo con el de mi madre.

No recuerdo como le hacíamos con las clases del colegio pero yo terminaba trepada en el commander de mi primo rumbo a Yolombó, el pueblo que lo vio nacer a él y a todos los Monsalve. Ese pueblo quedaba como a dos días de Cali, pero quizás era menos, cuando uno es joven todo es más distante, más grande y más bonito. Lo que menos me importaba era que estuviera lejos, la verdad era que montar en carro "particular" era un lujo que sólo Toño me podía dar y estar en el commander era un deleite para mi, me sentía adinerada por unos días, aunque no tuviera un peso en el bolsillo. La sensación de seguridad que experimentaba en ese commander era absoluta, varias veces parábamos en la carretera en medio de la noche, él estacionaba a un lado y todos los demás ocupantes ( su esposa, su hijo y su cuñada ) Antonio y yo, nos quedabamos dormidos. No tengo recuerdo de que temieramos a guerrilleros o maleantes, sin duda disfruté de una Colombia muy distinta.

 

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