LA CARTA QUE POR FIN ENVIÉ


Hola Andrés
Me pregunto si sabes cómo nos conocimos y por quién, yo sé que nos conocimos en mayo del 2010 via facebook, un contacto en común que ya no es más mi contacto nos unió, quiero pensar que dejarte en mi lista de contactos fue su mejor aporte en nuestra corta interacción en éste plano.

En el 2010 yo estaba casada, así que fantasear con otro hombre es desobediencia civil, pero yo no he pactado jamás con la monogamia, así que la fantasía surgió sin culpabilidad alguna, los motivos saltaban a la vista, un hombre de mediana edad, despiadadamente guapo, seguro de sí mismo y como si fuera poco inteligente. Así era como yo te inventaba, luego descubriría en una conversación que te gusta escribir, eso incrementaba la fantasía y le agregaba valor a mi recién inventado personaje, ese que hubiera deseado pero que no llegó a tiempo, ese juguete con el que el destino me desafiaba y se burlaba de mí. En otra conversación descubrí que estabas descontento con tu trabajo y que lo que realmente querías hacer estaba fuera de tus posibilidades (al menos eso pensabas tú) y que eso te daba cierta tristeza o cierto grado de insatisfacción con la vida, usé buena cantidad de mi tiempo y energía para convencerte que ese deseo tuyo podía estar al alcance de tus manos, algo que en éste momento no haría, no porque no puedas hacerlo, sino porque yo misma he fracasado en el intento.

Esa conversación fue una especie de intercambio de heridas de guerra, no recuerdo bien, pero alguna herida mía debí exponer en aquel entonces, y eso subía tus acciones en mi bolsa de valores, luego estaba ese amor desbordante por tus hijos, la manera como hablabas de ellos, y la sensibilidad exquisita con que mirabas el mundo. Debo confesar que por mucho tiempo el hombre perfecto descansó sobre tus hombros, por lo que conocerte físicamente era parte de mis planes a mediano plazo, quería verificar que el hombre que había construido en mi mente entre conversaciones vía chat, fotografías y publicaciones existía en la realidad, quería reconocer en tu estructura ósea al hombre guapo que se dibujaba en la pantalla para mí. Ese día llegó, todo estaba dado, estábamos en la misma ciudad y según mis cálculos nada podía fallar, entre otras cosas porque yo estaría por más de dos meses en la misma ciudad, que además es pequeña y el desplazamiento se facilita, sólo que tu no tenías la misma expectativa, por algún motivo que sólo tú sabrás, ese encuentro que yo traté de forzar con llamadas y mensajes nunca se dio.

Así se deshizo el personaje que había inventado, que había nacido muerto, dejando en blanco las páginas de ese libro que jamás se escribió. No lo resentí, acepté el desinterés que mostraste tanto en mí como mujer como en nuestra amistad, que hubiera sido el único asidero del que yo me hubiera podido prender para capturar tu atención. No te borré de facebook por ello, ni te bloquee, no era suficiente motivo para descartarte, simplemente me acostumbré a ver eventualmente tus publicaciones a comentar a veces, a guardar silencio otras, por ello supe que tomaste un curso con un escritor famoso y créeme que lo celebré con la misma emoción que lo hubiera hecho si nuestra amistad hubiera madurado más, seguí de cerca tu proceso literario y te seguí admirando en la distancia, después de todo la admiración se facilita más así, cuando la realidad del otro no rompe el velo de la ilusión. No puedo decir en qué lugar reposas en éste momento para mi, casi 10 años me han cambiado tanto, mi estructura molecular ha cambiado las respuestas emocionales que tengo a los mismos estímulos con que te construí una vez. El tiempo es un piedra de amolar, nos pule o nos vuelve polvo, y yo no puedo estar segura cuál de las dos cosas ha hecho conmigo.

Quiero pensar que si existe un tipo allá afuera que movilice mis hormonas a un mismo lugar de mi cuerpo, se parezca al que un día construí  y le asigné su existencia en ti, un hombre que cuestiona, que vive la vida en cámara lenta, que se deja consumir por sus emociones sin identificarse con ellas, que tiene la apertura para abstenerse del juicio y educar con su ejemplo, que sabe vivir consigo mismo sin que el tormento de la carne lo domine, que puede mover el lente de su perspectiva hasta donde le sea funcional y productivo, que puede confesar su vulnerabilidad sin perder un centímetro de virilidad.

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