MEJORES SE ME HAN CAÍDO DE LA CAMA

 

Marcos era el hombre ideal de la mayoría de las chicas del pueblo, tenía  esa combinación prodigiosa de  belleza física con una sobredosis de testosterona que nos hacía flaquear las rodillas. Estaba fuera de mis ligas me decía a mi misma cuando lo veía pasar desde el balcón de mi casa, en el que parecía que fuera yo la inalcanzable y no él.

Eugenia la vecina suspiraba por él sin pudor alguno y en voz alta, sería coronada reina de la feria del pueblo el siguiente año, aunque ella misma ni siquiera lo sospechara, y yo que siempre he tenido talento para detectar la belleza femenina y cual bruja que siempre he sido lo pronostiqué antes de tiempo "esa Eugenia nos dará sus sorpresa, será la reina de la feria, se nos está poniendo bien bonita"

No puedo precisar el momento exacto en que Marcos y yo nos hicimos buenos amigos, lo que sí recuerdo es que eso incrementó mi popularidad entre la fauna femenina del pueblo, sobre todo Eugenia que siempre me miró de reojo pese a mi simpatía por ella, resultó repentinamente frecuentándome y hasta dándome el saludo en público, asegurándose así la cercanía de Marcos.

Fue aquella tarde parada en la puerta de la casa del alcalde conversando con su esposa que ella misma me hizo caer en cuenta que Marcos casi es atropellado por un auto por estar mirándome "Derretido como si fueras una virgen" me dijo la esposa del alcalde "¿A mi Marina? ¿Estás segura? tenés que estar delirando ¿Qué podría estarme viendo a mí Marcos? Si además le llevo algunos años, tan boba, lo estás mal interpretando, es que somos muy amigos" la esposa del alcalde se alzó de hombros y aseguró que amigo el ratón del queso y que festín el que se daba ese ratón, y a mí me quedó la duda.

Ese sábado por la tarde en mi ritual caminata al parque del pueblo, Marcos me alcanzó, se notaba agitado y por primera vez adiviné en su mirada ese matiz en sus ojos que la mujer del alcalde había divisado a más distancia que yo, me retiré abruptamente más que por qué me desagradara, porque me asustaba la tensión sexual que ese hombre despertaba en mi ante el recién descubrimiento de una estrella fugaz en sus ojos escribiendo un poema en mi cuerpo. Eugenia salió de la nada como la de la serie hechizada y me sentó en la realidad de Betty la fea, y decidí dejarlos solos para que hicieran la propia combustión química que hacen dos bonitos cuando se encuentran, y deciden poblar el mundo y mejorar la raza.

De regreso a casa ese mismo sábado, Marcos recuperó la ruta de la que yo me le había borrado, de nuevo la estrella fugaz aquella terminando el poema inconcluso en mi cuerpo apareció en su mirada. Me llenó de reproches por dejarlo a solas con Eugenia consumando una química inexistente, que si yo era tan boba que más de un año de amigos y no me había dado cuenta que a él, la que le gustaba era yo, que si no me había percatado de cómo me miraba y de cómo su respiración cambiaba de ritmo sólo con mi presencia, que si es que no sabía que esa luz que se producía entre mis muslos cuando trataba de juntarlos dibujando una curva sugestiva y delirante lo tenía al borde de la locura, mientras yo con la boca abierta solo atiné a decirle "Pero Marcos, si esa luz está ahí porque soy coja" y él poniéndome su rostro en un primerísimo primer plano me lanzó un susurro suplicante "y eso a quién le importa ¿a vos? porque a mí no" y me besó ahí mismo en la misma calle delante de los vecinos con la figura de Eugenia haciéndose cada vez más grande en la medida en que la distancia lo permitía.

Ese ha sido uno de los besos más exquisitos que me han dado en toda mi vida, la confesión pasional más inesperada con que el universo me ha premiado, la primera pasión carnal más disparatada que he protagonizado y uno de los hombres más guapos que he tenido. No me explico porque algunos se sorprenden de que a mi  Ronaldo no me parezca tan Cristiano, si es que mejores se me han caído de la cama.

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