DECISIONES
Una decisión puede
cambiar el rumbo de nuestra existencia, o puede simplemente conducirnos al
final de nuestros días, eso fue lo que aparentemente le pasó a la familia de
tres colombianos que siguen desaparecidos en el colapso del edificio en Surfside Miami.
Ellos estaban en Port saint Lucie, sus planes iníciales eran regresar el día
jueves en la mañana al apartamento del edificio que se derrumbó y donde se
estaban alojando, para cumplir con una cita que tenían con su familia, pero
decidieron cambiar los planes y adelantar el viaje, regresaron en la noche del
miércoles ignorando que la cita que cumplirían sería otra. Éste año he visto la
muerte caminar alrededor de mí, como si me retara y me dijera que sin importar
las dietas que haga para ser más saludable, sin importar el ejercicio que haga
para estar en mejor forma para la vejez y sin importar que tantas cosas evite
hacer para no correr el riesgo de morir, la muerte es algo que me va a ocurrir,
y que nos va a ocurrir a todos, y que nos puede ocurrir en el momento más pleno
de nuestra existencia, cuando estamos más llenos de “vida” e incluso es tan irreverente que le importa
poco si nuestra agenda está llena de planes durante seis meses por adelantado,
ella está ahí para recordarnos que es la única que puede desbaratar nuestra
agenda, y que puede hacer que esas dietas no signifiquen nada y mucho menos el
ejercicio, porque uno también se puede morir en forma, saludable, joven,
millonario, feliz y bonito. Quizá debiéramos hablar más de la muerte, que se nos
educara para morir, y que contempláramos la muerte como un acontecimiento que
tendremos que enfrentar, porque ella no solo vendrá por nosotros, sino que a lo
mejor antes de que eso suceda, se llevará a nuestros seres queridos y nos
dejará con la sensación de rebeldía e impotencia y molestos, sobre todo si los
que murieron fueron personas jóvenes.
A mí ésta tragedia
me ha tocado muy profundo, no desde el dolor, sino desde la comprensión de la
transitoriedad de nuestra existencia, desde aceptar que estamos de paso, no
obstante amoblamos casas y adquirimos propiedades como si hubiéramos adquirido
la inmortalidad, es como si en alguna parte de nosotros pensáramos que entre más
cosas tengamos más nos aseguramos nuestra permanencia en éste plano. Quizá por
eso duele tanto la idea de morir, por tener que dejar el producto de tanto
trabajo y de tanta lucha. A mí estas tragedias me dejan con el mismo
interrogante de siempre ¿a que le estoy consagrando mi existencia? Siempre me
respondo lo mismo “a construir un mejor ser humano dentro de mí” me gusta la
idea de acumular experiencias de aprendizaje que es el único equipaje que me
podré llevar porque quedaran en esos archivos que le serán útiles a mi alma
cuando regrese encarnada en otro cuerpo. Me gusta pensar que estoy trabajando
alguna maestría en algún semestre cósmico para poder pasar al siguiente
semestre, me gusta pensar que ese semestre se va a terminar y que de la misma
manera que no temo que se acabe el semestre de la universidad, no debería temer
que se acabe ésta experiencia que estoy teniendo bajo el cuerpo y el nombre de
Luz Dary. Me gusta pensar así, pero no he sido exitosa procesando ese
pensamiento.
Tengo que confesar
que he orado mucho, sólo que no como todos me piden que lo haga, me parece
egoísta pedir porque la vida que haya debajo de los escombros (en el caso de
que haya) se prolongue por días sólo para que mi vanidad sea satisfecha con una
respuesta positiva a mi petición, no soy capaz de pedir que el sufrimiento de
alguien que pudiera estar en condiciones infrahumanas luchando por su vida sea prolongado,
pido más bien que su situación se desencadene rápido, que se les brinde la
suficiente comprensión respecto al momento que están viviendo y que se le de
esa misma comprensión a sus familiares. Pido que podamos llegar a comprender
que la muerte no es una tragedia, sino el final de un ciclo porque ya aprobamos
o desaprobamos las materias que teníamos que estudiar en éste plano. Pido sobre
todo por ésta comprensión, porque entonces podremos despedir a nuestros seres
queridos en absoluta alegría y agradecimiento, y no en medio del dolor y la
impotencia porque nuestras demandas no hayan sido satisfechas. De alguna manera
que nuestros seres queridos no mueran es una falsa ilusión de que nosotros
tampoco lo haremos, lloramos no tanto al que se va, sino que lloramos nuestra
propia mortalidad.
Pienso también en
el mito urbano en que se ha convertido la idea de que los edificios que bordean
la playa en este sector, están condenados al hundimiento, algo que uno escucha
en las salas de conversación de las reuniones sociales, en los mismos
edificios, como si eso fuera una realidad paralela que le va a pasar a un
edificio paralelo al de ellos. Desde que llegué a vivir aquí, vivo en la playa
a pocas millas del edificio que colapsó, hay una pregunta que me ronda ¿porqué
es tan costosa la propiedad en un lugar tan inestable e inseguro? Yo, ignorante
de todo el tema de construcción no sé si es porque construir aquí sea más
costoso, o es una cuestión elitista, quizá porque vivir en la playa es un
símbolo de poder económico y aparentemente el poder económico por sí solo no es
suficiente si no hay manera de demostrarlo. Pregunto entonces porqué si la
gente ya sabe que éstos lugares son tan inseguros, siguen pagando cifras
escandalosos por adquirir una propiedad ahí? Quizá debieran al contrario pedir
una rebaja porque la garantía de la propiedad es más limitada que en otras áreas
de la ciudad. Quizá nos pase lo mismo que con la muerte, sabemos que nos pasará
pero preferimos vivir como si le fuera a pasar a todos menos a nosotros, de ahí que pensemos que los
edificios de la playa se van a hundir, menos el edificio donde yo vivo.
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