LA AMISTAD

LECCIÓN 7


La amistad ha ocupado muchos renglones en las páginas del libro de  mi vida. La he idealizado como el colectivo impone, la he desmembrado para entenderla y la he demonizado para prescindir de ella, no obstante la amistad sigue ahí, sea que crea o no en ella, es una constante en la vida de todos para bien o para mal.


En mi experiencia la amistad es un enamoramiento sin sexo. Se busca llevarse mejor con personas por las que nos sentimos atraídas, aquellas que gozan de cierta compatibilidad con nosotros, incluso les añadimos el mismo componente de idealización que le otorgamos a la pareja.

El inicio de una amistad está cargado de elogios y de finos detalles, nadie nos dará mejores regalos de cumpleaños que una nueva amistad. Es como si en esa etapa inicial también tuviéramos la necesidad de poner las luces altas para deslumbrar al otro y de paso para cegarlo, porque ya sabemos, las luces altas no nos permiten ver mejor el camino que tenemos al frente.

Conforme las expectativas mutuas no se cumplen, la amistad entra en fase rutinaria o de deterioro. Somos más benevolentes con la amistad que con la pareja y somos capaces de permanecer en una amistad inerte por más tiempo en espera de que recupere la funcionalidad que deseamos que tenga. Incluso cuando nuestros ciclos evolutivos nos mandan en direcciones opuestas nos seguimos apegando a esa amistad más por el largo tiempo invertido en ella, que porque siga siendo una relación funcional.

Me he preguntado muchas veces ¿cuándo podemos emitir el certificado de defunción de una amistad? Y mi interrogante va más allá ¿cuáles serían las razones para finalizar una amistad? La deslealtad podría ser una buena razón, de no ser porque la deslealtad en la amistad es muy difícil de comprobar, porque no hay complicidad más sólida que los implicados en episodios de deslealtad social, lo que no sucede con la deslealtad en pareja.

La única manera que he encontrado de medir la funcionalidad de nuestras amistades y hacer una limpia social es tomar una muy difícil decisión: la de no alimentar  conversaciones sobre chismes, rumores y juicios sobre otras personas. El silencio frente al rumor y al chisme, deteriora más una amistad que una confrontación por algún desacuerdo. Pero nuestras interacciones sociales están plagadas de este alimento cultural llamado chisme y rumor. Analizar, criticar y juzgar el comportamiento de quienes nos rodean parece ser el eje que sostiene el engranaje social y estamos tan habituados a hacerlo que pocas veces somos conscientes de ello, se ha convertido en algo automático, a lo sumo se hacen salvedades como "que no salga de aquí" " si me preguntan si estuve en ésta conversación, lo negaré" " por favor no se lo cuentes a nadie" y la reina madre de las salvedades "ésto no se lo he dicho a nadie, solo a ti porque sé que no lo repetirás"

Yo que a la hora de pedir deseos soy mala con los deseos mundanos pienso que un deseo significativo que deberíamos tener sería el de relacionarnos con los demás excluyendo la critica y el juicio de las conversaciones y alimentando conversaciones filosóficas donde el mundo de las ideas adquiera más fuerza y se construyan lazos más auténticos y fuertes. ¿Será posible que se pueda conseguir semejante logro?



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
He intentado hacerlo, el llevar la autenticidad al camp9 de las amistades. Sin embargo he observado que sigo usando patrones de co-dependencia que afectan tanto como el mencionado ronroneo que he emitido al escuchar las noticias y adelantos de las conexiones mutuas. Además he sido parte bastante activa de la exploración inicial y el flujo de dopamina que esta trae consigo. Pero cuando ya todo lo aparentemente emocionante se ha dicho, y llega la hora de relacionarnos, salgo volando pues me doy cuenta de que las ilusiones y expectativas creadas inconscientemente parecen ya inexistentes. Mi receta actual para evitar ese nocivo proceder tan usual y repetitivo durante mi larga vida: volver a nutrir y valorar viejas conexiones cuando me encuentro molesto con la amistad preferida de turno. Y la propuesta actual: “tomémonos un tinto, seamos amigos”

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