LAS DEUDAS Y EL TRABAJO

 Me voy atrever a generalizar sobre ciertos aspectos de mi cultura (mi país natal)  porque fue lo que vi a mi alrededor desde muy niña.


No se valora el trabajo como un aporte a una sociedad interdependiente, sino que es una escala para medir el estatus social, académico y económico del individuo, es por eso que ciertos empleos, necesarios para el orden social, son vistos peyorativamente y son mal remunerados. Esto nos hace ver en las inversiones que tenemos que hacer y que son necesarias para la supervivencia, una pérdida. Nos quejamos constantemente de que haya que pagar ciertos servicios, del trabajo que tenemos, se viven las semanas en función del fin de semana, es decir se trabaja pensando en el tiempo libre dejando por fuera el disfrute, compromiso y valoración del empleo que nos permite vivir dignamente.

Estamos convencidos que el trabajo es una suerte de maldición o de penitencia que tenemos que pagar por estar vivos,  a menos claro está, que alguien se encargue de pagar nuestras cuentas para poder "ser felices" o "vivir como nos merecemos"
En el corazón de cada colombiano (ahora creo que en de todo el mundo) palpita el deseo de ser de una u otra forma un mantenido.

Y yo también pensaba así, hasta que salí del país y me tocó a punta de rejo (castigo) aprender a responsabilizarme financieramente de mi misma. En el camino perdí amistades que abandoné porque no me "ayudaban" entiéndase ayudar como asumir responsabilidades económicas por mí. En el camino acepté empleos que apaleaban mi ego y que mi entorno, del mismo pensamiento mío, se encargaban de ayudar con el apaleamiento "si tan sólo tuvieras un empleo de verdad"

Decidí amar lo que fuera que tuviera que hacer para generar recursos, aprendí a ver el trabajo como una oportunidad desde todo punto de vista y me comprometí a vivir agradecida con cada centavo que entraba a mi cuenta bancaria proveniente de esos empleos mal vistos por mi entorno. 

Como consecuencia éste entorno fue misteriosamente removido de mi cercanía y me llegó uno con más sentido de valoración y de respeto por el trabajo. Pero lo más maravilloso que me ocurrió es que me descubrí sintiendo un extraño placer pagando mis cuentas. Cada que giro un cheque para pagar algo, o que se acerca la fecha en que debitaran una factura de mi cuenta, siento una alegría que me es nueva, y agradezco que los recursos están disponibles y la labor que me permite tener esa disponibilidad.

No ha sido un proceso mágico, ni fácil, ni rápido. En el camino he descubierto que no es lo mismo trabajar en lo que te gusta que trabajar en lo que necesitas, descubrir la dinámica que hay detrás de esto es absolutamente revelador, pero eso será tema de otra lección de esas que he acumulado en mis 60 inviernos.


 

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