ALMA MÁTER

Yo le di la vida a mi hija una vez, pero ella me la ha dado dos veces.

La primera vez fue en el 2017 cuando tuve un accidente de tránsito y estando en el hospital tuve una reacción adversa a una medicina, yo sentía que la vida se me estaba escapando como si fuera agua entre mis manos y sin fuerzas para luchar por retenerla, los médicos dijeron que solo era una depresión, pero mi hija luchó por encontrar lo que verdaderamente estaba pasando y supo que me estaba intoxicando con mi propia orina por lo que alertó al equipo médico y pidió que me pusieran una sonda. En la medida en que la orina salía de mi cuerpo, yo sentía que regresaba a la vida y que me iba fortaleciendo.

Ese día aprendí que mientras esté en un hospital tengo que estar alerta con los procedimientos que se me practiquen porque no todo el personal médico está comprometido con su labor.

La segunda vez se está llevando a cabo en éste momento. He gozado del privilegio de ser cuidada por mi hija durante éste proceso de cáncer. Estoy disfrutando de la hija que siempre quise tener y me temo que seguiré disfrutando por un buen tiempo de ella.

No siempre fue así con ella, durante su adolescencia pasamos por tiempos muy difíciles, que me llevaron a pensar que nuestra relación madre e hija se había roto para siempre. Cuando la sicologa qué la estaba tratando me dijo que no se hacía cargo más de su tratamiento terapéutico porque era un "caso perdido" yo trabajaba en rehabilitación con menores de edad que habían cometido homicidios. Ese día comprendí que estaba siendo luz de la calle y oscuridad de mi casa, que si quería ayudar a mi hija tenía que dedicarme solo a ella y tener esa experiencia si es que quería ayudar a las demás niñas allá afuera.

Al ego le conviene mucho esas fachadas de servidoras en causas sociales difíciles, pero le conviene poco que nuestra labor sea anónima, porque el ego sabe que ahí es cuando ejercitamos esos músculos emocionales de difícil acceso.

Mi hija quería convertirse en esas niñas que yo ayudaba porque inconscientemente sentía que era la manera de estar más cerca de mí, sentía que ellas tenían más mi atención que ella. Comprender eso fue revelador y fue el punto de partida para apersonarme de ella y sacarla adelante con métodos poco convencionales y reprobados por mi entorno, pero que fueron los que me llevaron a obtener mejores resultados, y sobre todo, fueron la base fundamental donde ahora reside el ser humano en que ella se ha convertido y que nos ha conducido a tener una excelente relación madre e hija. 

Estoy muy orgullosa del ser humano en que se ha convertido, la veo tan dueña de si misma, tan fuerte y realizada como persona que pienso que si tuviera que partir de éste mundo en éste momento, me iría con la tranquilidad que mi trabajo con ella ha terminado porque tiene las herramientas y el valor suficiente para sobrevivir por ella misma, y ese es finalmente el trabajo de una madre, que sus hijos dejen de necesitarla. 



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