EL SACERDOTE Y LA CORISTA

Después del fallecimiento de mi padre, sentí la imperiosa necesidad de retomar los ritos católicos en los que fui educada y que han sido hasta ahora los que más me gustan, y los cuales reafirmé cuando tomé clases de simbología teológica. Esta vez busqué una ceremonia en inglés, pensando que mis no gratas experiencias del pasado podrían estar relacionadas con el aspecto cultural de los pueblos de mi país, y buscando así un escenario distinto para reencontrarme con mis creencias. La corista de la iglesia a la que asistí me cautivó con su voz, cuando cantó el salmo responsorial, lo hizo con música celta, una emoción de proporciones enormes recorrió mi cuerpo y muchas lágrimas apuraron en mi rostro, sin que tuviera una idea exacta de la procedencia de las mismas, lo que si sé es que por su componente químico eran lágrimas de alegría. Después el sacerdote me cautivó con su sermón, y quedé enganchada.

Para mi sorpresa el siguiente domingo me sorprendí a mi misma no sólo esperando el horario de la misa, sino invitando a mi esposo a escucharla. Esta vez supe que la corista es una colombiana que canta en un perfecto inglés, y que tiene una voz que ya se quisieran estas niñas que amasan fortunas por repetir un coro con música electrónica de fondo.

Al siguiente domingo mis deseos espontáneos por asistir a la misa no habían desaparecido, al contrario se habían convertido en una sed que me era desconocida, escuchar la corista y el sermón del padre, se había convertido en una necesidad tanto de mis sentidos como de mi alma. Era el día del padre y el sacerdote hizo gala en la iglesia con unos jeans, unas sandalias y una guitarra que descolgó de su cuerpo para vestir la sotana, después se colgó la guitarra de nuevo y tocó un trozo de la serenata de Schubert mientras afinaba la guitarra, durante el servicio cantó varias canciones que hacían referencia a la fecha que estábamos celebrando.

Lo que me cautiva de este sacerdote es que se ha dado permiso para ser él mismo, no se ve en él ningún apuro por encajar en la institución o seguir ciertos parámetros sociales que le garanticen la aprobación de su comunidad, tiene su sello personal impuesto pacíficamente en sus ceremonias, sus sermones exhiben a un hombre de mente y corazón abiertos carente de toda rigidez. Indudablemente este sacerdote no ha sido institucionalizado, sigue su instinto, es un hombre que no necesita mencionar a Dios para que todos lo veamos presente en su vida, es ejemplo de afirmación de su personalidad y de evolución, un auténtico servidor y sembrador que usa la ceremonia del domingo para dejar una semilla en el corazón de todos los que estamos allí presentes, una semilla de aceptación, de tolerancia, pero sobre todo de autoaceptación. Siempre termina sus sermones con una frase mediante la cual busca inspirarnos a ser más benevolentes con nuestros desatinos, y a elegir el amor en vez del temor, me gusta cuando dice que lo único que debemos temer es a no poder amar.

Otra de las cosas reveladoras que he encontrado en la misa en inglés ha sido el lenguaje, no se si sea por la traducción, pero muchas palabras que en español son usadas como culpa en inglés se usan como error, el castigo es rectificación, así mismo la palabra pecado es poco usada en sus textos en cambio se usa también la palabra error. Las mismas frases que nos afirman culpabilidad en español son frases amorosas cargadas de responsabilidad personal pero sobre todo de asertividad en inglés. Me agrada abordar mis creencias religiosas con este nivel de conciencia que tengo en este momento, me agrada haber conocido a este sacerdote que no ve a sus feligreses como personas defectuosas que tienen que hacer méritos para ganarse el amor de Dios y que no piensa que ser católico tiene que ver con cumplir religiosamente el horario en las misas, sino con trabajar arduamente por ser cada día un mejor ser humano. Algo en lo que es reiterativo. Cuando escucho sus sermones tengo la impresión de estar en una conferencia de superación personal, donde el facilitador nos inspira a ser mejores personas con nosotros mismos y con los demás, no para agradar a Dios o para hacernos merecedores de sus regalos y sus recompensas, sino por el placer que implica desarrollarnos como buenos seres humanos.

Cuando entro en la iglesia, toda la sensibilidad del mundo se reune en mi cuerpo, mientras escucho la voz de la corista con todos mis sentidos y mis vellosidades erizadas, el tacón de la mujer del órgano, asoma en una esquina del pedalier con una perfección increíble, ella es una mujer de mas de 70 años que no sólo camina sobre unos siete centímetros de tacón, sino que hace gemir el órgano con esos mismos tacones mientras sus manos reposan sobre las teclas como si la música descendiera desde las alturas y ella sólo fuera el medio a través del cual accedemos aquellas melodías, entonces ella es piano e interprete al mismo tiempo mientras yo soy una con el momento.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como todos tus escritos, bonito y elegante es éste también. Me encantó la espiritualidad con que asumes el tema religioso. Ojalá todos nos sintiéramos así de inspirados en oficios religiosos (especialmente las misas). Hay sacerdotes que no inspiran sino aburrimiento. Como tú, yo prefiero la misa y los sermones en inglés; me llegan más al alma. Los sacerdotes latinos (o peor, de otras nacionalidades que celebran en español) - por lo menos en esta parte de California (Central Valley) en su mayoría no inspiran la reverencia que creo debe sentirse en una iglesia, ni ese sentimiento de alegría que experimentaste tú y que nos hace sentir de realmente unidos y en presencia de nuestro Creador. Aquí los sacerdotes extranjeros parecen satisfechos con "cumplir" sus obligaciones (decir misa, confesar, etc.), sin ofrecer mucho de sí mismos. O será que, como tú, simplemente me siento más cómoda en el ambiente anglo?. La gente es, en general, más concisa, más directa, más eficiente. Sin rodeos, van al grano, más humanos.

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