DE RITMOS Y PROCESOS

Cuando nacemos, somos como semillas arrojadas al mundo y nuestro destino es hacer florecer esas semillas, ese florecimiento es lo que muchos llamarían prosperidad o éxito. Solo que como toda semilla esta requiere de un proceso de crecimiento y madurez para poder florecer o tener frutos. Ese proceso está sujeto al lugar donde fuimos arrojados y a las condiciones que nos rodean. Hay semillas que están en suelos fértiles y rodeadas de privilegios y por eso se esperaría que su proceso de maduración sea más óptimo y por ende sus frutos vean la luz más rápido. De hecho eso es lo que todos deseamos para nuestras propias vidas. 

Sabemos que las personas que nacen en familias privilegiadas tienen más oportunidad de alcanzar el éxito, usando mi metáfora, de florecer mucho más rápido que quienes hemos nacido en condiciones menos favorables.

También sabemos que muchos que no han nacido en suelo privilegiado de repente se enteran que tienen un gran talento y dan un salto cuántico de la oscuridad de la semilla a la copa alta del árbol más iluminado y frondoso.

El éxito relámpago con frecuencia es una carga de frutos muy pesada para una semilla que no tuvo la oportunidad de vivir su proceso, de disfrutar de la oscuridad del anonimato por un buen tiempo, de enfrentar la embestida de la adversidad y las tempestades emocionales y afectivas, entre otras cosas porque pensamos que el exito financiero y el poder que este otorga lo es todo y soluciona todos nuestros problemas. Esto puede explicar el porqué tantas personas famosas se suicidan o nunca consiguen ser felices. 

El fruto alcanzado siguiendo el proceso, es un éxito más sólido y más estable, no está en permanente amenaza como el exito relámpago, y lo más importante no tiene que ser el mismo éxito para todos, de la misma manera que no todos los frutos y las flores de la naturaleza son igual de atractivas y deseables o gozan de la misma visibilidad, cada fruto goza del solo hecho de ser fruto, cada flor goza de su propia y singular belleza, no aspira a ser mejor que la otra, quizá porque reconoce la oscuridad donde germinó, valora el proceso porque lo disfrutó y sabe que terminará en la misma oscuridad de donde proviene. 

El proceso que sea en el que estás inmerso en este momento, es el que te sacó de la oscuridad del anonimato y te está ayudando a elevarte por encima de esa parte de ti mismo que es la más difícil de trascender: el ego. El proceso nos enseña a ser pacientes, a escucharnos, pero sobre todo a respetarnos, porque solo cuando nos respetamos estamos listos para estar en el copo del árbol de nuestra existencia y ser respetados y valorados por la naturaleza misma. El proceso no es un problema, es un maravilloso camino que emprendemos agarrados de la mano de nuestro verdadero potencial. 




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