SI LOS PENES TUVIERAN CEREBRO.

Pospuse mi salida a la playa por hablar de penes, si de penes, mi amiga, una joven mujer inexperta en el tema me llamó para que le hablara de penes, pues según sus propias palabras a ella se le antojan una suerte de monstruos armados que pueden empezar a disparar en cualquier momento y sin previo aviso. Me dio risa, no por que ella pensara de esa forma, sino porque yo que los conozco pienso exactamente igual, lo cual me habla muy bien del sentido común de las mujeres que aunque no hayamos estado cerca de un pene jamás, sabemos intuitivamente de que se trata.


Le dije que básicamente un pene tiene cabeza pero no cerebro, porque si lo tuviera sabría cosas elementales como que las mujeres necesitamos fase de calentamiento intelectual y emocional, que se debe aplicar antes de entrar en la cancha (la cama) que es la fase en la cual un hombre puede conseguir, con ciertos encantos, en vía de extinsión por cierto, que las mujeres los deseemos y cedamos nuestros mas íntimos espacios, un espacio al que muchos entran desnudos prematuramente o al menos mucho antes de que nosotras estemos listas para ver un desnudo masculino que no nos recuerde a nuestro padre, o a un tío que se dejó ver en paños menores alguna vez durante nuestra infancia; y que nos generó todo tipo de malestar visual con el cuerpo masculino. Porque los tíos y los padres desnudos no son lo mismo que el desnudo del hombre que nos roba el aliento.

Si el pene tuviera cerebro también sabría que una vez entramos en la cancha, necesitamos calentamiento fisico, mucho calentamiento físico, que tenemos mucho kilometraje por ser recorrido antes de llegar a su tan anhelada meta. Si tuvieran cerebro podrían conectarse con nuestras zonas erógenas que a veces no son tan predecibles como muchos piensan, a veces las zonas erógenas son intangibles, como escuchar el timbre del teléfono, escuchar un poema en el oído al tiempo que son interpretadas algunas cuerdas erógenas corporales, o a veces simplemente lo es la parte de atrás de la rodilla o el tobillo, lo cual para un explorador precoz que está urgido por llegar a la meta le tomará años descubrir, si es que lo descubre.

Si los penes tuvieran cerebro sabrían averiguar si somos de orgasmos clitorianos o vaginales, y no perderían el tiempo buceando dentro de nosotros cual pez buscando el océano en una pecera. Si tuvieran cerebro sabrían que después del sexo lo más antierótico que hacen es correr al baño a darse una ducha, como si los fluidos que acabamos de intercambiar fueran una suerte de sustancia tóxica. Si los penes tuvieran cerebro seguirían aventurándose en la búsqueda de nuestra geografía corporal en vez de estacionarse en las mismas gastadas estaciones rutinarias que hacen que la decadencia y la rutina se apodere de un encuentro con ellos. Si los penes tuvieran cerebro, sus propietarios no tendrían que hacer las típicas preguntas pos coitales “¿que tal estuve? ¿cómo te pareció? ¿cómo te sentiste? ¿te gustó?”.

Si los penes tuvieran cerebro, sabrían que el tamaño es más importante para la comunidad gay que para nosotras, por último si los penes tuvieran cerebro una significativa población femenina sería adicta a los penes, porque no hay nada más excitante para muchas féminas que un cerebro bien puesto.