EL DONANTE DE SEMEN
Hace 22 años él accedió a fecundar una mujer lesbiana de closet que vivía felizmente con su pareja mujer de entonces, para que las dos tuvieran la oportunidad de tener un hogar con un hijo que en condiciones biológicas no podrían tener. Sólo necesitaron un par de contactos sexuales para que ella quedara embarazada. Nació Varón y ella lo convenció de que por lo menos le diera el apellido para que su hijo estuviera “socialmente protegido” en la etapa escolar, aunque nunca firmaron un documento que lo exonerara de su responsabilidad económica con el bebé, el acuerdo verbal era claro: él sólo sería un donante.
Para respaldar la vida de mentiras que había construido tanto para ella misma como para su hijo, la versión era que su padre los había abandonado y que jamás se había ocupado de ellos, sembrando en su hijo un odio inmenso que no promete perdón. Diecinueve años más tarde ella demandó a su donante por alimentos y reclamó la paternidad que en un principio ella misma rechazó porque en su vida no había espacio para los hombres.
Cuando uno habla con cada uno por separado, cada uno tiene motivos para sentirse victimizado. Son tres víctimas y tres verdugos a la vez. Ella insiste en fortalecer su rol de víctima de un hombre que le dio la espalda, aunque ella sabe que su hijo fue sólo su elección, no la de él, que él sólo fue un donante. Su hijo se siente víctima de un padre despiadado que lo abandonó a él y a su madre a su suerte, ignorando que su verdadero verdugo es el silencio de su madre. Y el donante de semen se siente víctima del odio de dos personas a las que sólo quiso hacer feliz otorgándoles la oportunidad de encontrarse en esta vida y tener una familia a su particular manera.
Yo quería escribir esta historia porque como en toda historia en donde nos consideramos víctimas, podemos tomar la decisión de dejar de serlo. Cuando nos sentimos víctimas es porque hay una verdad oculta acerca de nosotros mismos que no queremos encarar, se nos facilita más tener un chivo expiatorio en quien depositar la responsabilidad sobre nuestra errónea manera de vivir, que tomar las riendas de nuestra vida.
Cuando no tomamos acción sobre nuestra vida y no encaramos la realidad por cruda que se nos antoje, no sólo afectamos nuestra vida personal, sino que afectamos la vida de más personas. Tanto la chica lesbiana como el donante han afectado la vida de su hijo, por callar el secreto de la manera como él fue invocado en este mundo, el chico no tiene suficiente carácter para aplicar su sentido común a esta situación que tiene mas interrogantes que respuestas, o quizá no tiene el valor para empezar a hacer preguntas que lo conducirán a la verdad. Pero eso será inevitable, cuando eso pase, es posible que más vidas involucradas en la vida de este triangulo, se afecten.
El efecto mariposa se hace evidente cuando uno conoce historias como esta, me maravilla ver como el aleteo del ala del donante de semen en Estados Unidos, impacta la estructura familiar de una lesbiana de closet y su hijo en otro país del mundo, aunque sean tres perfectos desconocidos que sólo unieron sus vidas en una circunstancia que debió ser sacra y mágica para los tres, pero que se convirtió en una pesadilla de la que ninguno de los tres quiere despertar.
Para respaldar la vida de mentiras que había construido tanto para ella misma como para su hijo, la versión era que su padre los había abandonado y que jamás se había ocupado de ellos, sembrando en su hijo un odio inmenso que no promete perdón. Diecinueve años más tarde ella demandó a su donante por alimentos y reclamó la paternidad que en un principio ella misma rechazó porque en su vida no había espacio para los hombres.
Cuando uno habla con cada uno por separado, cada uno tiene motivos para sentirse victimizado. Son tres víctimas y tres verdugos a la vez. Ella insiste en fortalecer su rol de víctima de un hombre que le dio la espalda, aunque ella sabe que su hijo fue sólo su elección, no la de él, que él sólo fue un donante. Su hijo se siente víctima de un padre despiadado que lo abandonó a él y a su madre a su suerte, ignorando que su verdadero verdugo es el silencio de su madre. Y el donante de semen se siente víctima del odio de dos personas a las que sólo quiso hacer feliz otorgándoles la oportunidad de encontrarse en esta vida y tener una familia a su particular manera.
Yo quería escribir esta historia porque como en toda historia en donde nos consideramos víctimas, podemos tomar la decisión de dejar de serlo. Cuando nos sentimos víctimas es porque hay una verdad oculta acerca de nosotros mismos que no queremos encarar, se nos facilita más tener un chivo expiatorio en quien depositar la responsabilidad sobre nuestra errónea manera de vivir, que tomar las riendas de nuestra vida.
Cuando no tomamos acción sobre nuestra vida y no encaramos la realidad por cruda que se nos antoje, no sólo afectamos nuestra vida personal, sino que afectamos la vida de más personas. Tanto la chica lesbiana como el donante han afectado la vida de su hijo, por callar el secreto de la manera como él fue invocado en este mundo, el chico no tiene suficiente carácter para aplicar su sentido común a esta situación que tiene mas interrogantes que respuestas, o quizá no tiene el valor para empezar a hacer preguntas que lo conducirán a la verdad. Pero eso será inevitable, cuando eso pase, es posible que más vidas involucradas en la vida de este triangulo, se afecten.
El efecto mariposa se hace evidente cuando uno conoce historias como esta, me maravilla ver como el aleteo del ala del donante de semen en Estados Unidos, impacta la estructura familiar de una lesbiana de closet y su hijo en otro país del mundo, aunque sean tres perfectos desconocidos que sólo unieron sus vidas en una circunstancia que debió ser sacra y mágica para los tres, pero que se convirtió en una pesadilla de la que ninguno de los tres quiere despertar.
Comentarios
Pero eso traspasa cualquier ley...
Juan Carlos Chacon Castaño