LA VAGINA MECÁNICA
Este fin de semana mi esposo y yo fuimos a un show aéreo que había en Lakeland. Yo iba con mi mente abierta, asumiendo el viaje como una oportunidad de ejercitar el poder que tengo sobre mi capacidad de disfrute, como una aventura donde conocería personas y sitios nuevos, y tengo que decir que el ejercicio fue exitoso. De lo cual aprendí que son las expectativas lo que arruinan las cosas, que todo está tendido a nuestros pies independientemente de nuestras preferencias, para nuestro deleite y somos nosotros quienes decidimos si nos aburrimos o si disfrutamos.
Mientras miraba a los hombres perplejos y apasionados con los motores de los aviones y con todo el léxico que hay alrededor de un avión, comprendía lo opuestos que somos a veces hombres de mujeres en cuestión de gustos, y fantaseé con que todo facilitaría más las cosas si tuviéramos una vagina mecánica, una suerte de motor extractor de orgasmos, porque de esa forma, luego de que ellos obtuvieran el orgasmo, se mantendrían allí mirando detalladamente ese motor (como lo hacen con la gran mayoría de motores) tratando de descifrarlo y de comprender como había conseguido llevarlos al éxtasis. Es lo que sucede con los aviones, nos llevan alto, una vez nos bajamos de ellos, la mayoría de las mujeres no estamos interesadas en saber como consiguieron la altura y la velocidad que obtuvimos, mientras algunos hombres necesitan asegurarse de cada detalle que consiguió que aquel aparato volara tan alto. Como se darán cuenta después de ver monólogos de la vagina, he quedado con mucha ivaginación .
Y muchas de nuestras discusiones con los hombres son por eso, porque no comprendemos sus porqués, porque esperamos que ellos se bajen del avión y regresen a su cotidianidad sin interesarse por cosas que a nuestros ojos lucen sin importancia y aburridas. Pero no nos hemos sentado a pensar, que si alguien no se interesara en esos aspectos, no podríamos volar, y seguramente algunas dirán “si, pero que se interesen otros, no mi marido”.
Curiosamente habían muy pocos hombres solos, la mayoría estaban acompañados de sus esposas, o sus novias, uno veía a las mujeres mayores de 60 años, acompañando a sus esposos con esa paciencia en su larga correría mirando motores de aviones de diferentes colores y sabores, no así aburridas (había demasiado paisaje masculino para aburrirse) cuando las veía pensaba en sus motivaciones. Algunas sabrán que gracias a esos motores sus hijos han comido y ellas han vivido cómodamente sus vidas, y eso les otorgara la paciencia suficiente para estar allí acompañando a sus esposos. A otras pese a la edad se les notaba a leguas que estaban en la etapa del noviazgo, donde las mujeres somos capaces de sentirnos agradadas por todas las preferencias del novio, quizá veían en ello la fuerza y el poder que las había hecho sentir atraídas hacia ellos, y un futuro promisorio para terminar su estancia en este mundo. No muy distinto le pasa a las mujeres jóvenes que estaban con sus rozagantes hombres a quienes les brillaba la mirada mientras el viento jugaba con su cabello y caminaban agarradas de la mano de su piloto de prueba, son las mismas que no soltaban la mano de su macho ni siquiera paradas frente al motor, y que reposaban allí paradas con la mirada en blanco, leyendo letreros que no les decían nada, pero que eran todo un lenguaje para ellos.
Y estaba yo, que acompaño a mi esposo porque es una excelente oportunidad para disfrutar de su compañía, porque sé de la pasión tan desbordante que él tiene por todo objeto volador, porque tenemos un pacto que nunca ha sido pronunciado pero que existe, y es que él me acompaña (a voluntad) a todos mis eventos literarios y femeninos, y yo a sus eventos de aviación, con respeto mutuo por lo que cada uno hace. Yo le planté la semilla literaria el día que lo convencí de abrir un blog y escribir sus memorias como piloto, y él plantó la semilla de vuelo en mí el día que me convenció de subirme en un ultraliviano y sobrevolar las playas de Key Biscayne y South Beach. De las cosas que he aprendido de aviación es que de la misma manera que Hp es una expresión que ha cobrado vidas en mi país, porque los hombres se trenzan en duelo por esas iniciales, aquí simplemente significan Horse power (caballos de fuerza) y este basto conocimiento sobre aviones es el que me ha permitido comprender que podemos hacer lo que nos de la gana con las palabras porque podemos recibirlas en el idioma que se nos antoje. A pesar de que no soy muy diestra con los idiomas me gusta pensar en mi misma como alguien que habla tres idiomas: español, inglés y el idioma transformacional para convertir algunas palabras en poder; y otras en un idioma diferente donde no me haga daño con su significado.
El show de los Blue Angels es un espectáculo que aunque ya he visto anteriormente en Ft Lauderdale no me canso de ver, arriba los seis aviones azules con estrellas amarillas hacen todo tipo de locuras acrobáticas que nos roban el aliento, juegan con la muerte como si la tuvieran en la palma de la mano y no la muerte a ellos en la suya, nos llevan de viaje por varios estados emocionales en los que entramos y salimos a la misma velocidad que ellos pilotean sus aviones, uno fantasea con el hombre guapo, joven y apuesto que va perfectamente amarrado a sus silla mientras hace con su avión lo que le da la gana. Cuando están en tierra, algunos no son tan jóvenes, y no lucen tan masculinos como uno los imaginó, parecen soldados del museo de cera con una postura impecable que deja expuesto su toque militar y sobre todo la perfecta combinación de energía masculina y femenina que estos machos también derrochan.
Pero la sorpresa del show, fueron las jóvenes mujeres pilotos sentadas junto a sus aviones, esperando por el siguiente vuelo, enfundadas en sus overoles verdes y envueltas en la cotidianidad, que para ellas es rutina, pero que a mis ojos es toda una osadía. Aunque muchos piensen que un espectáculo aéreo es un asunto masculino, no cabe duda que las mujeres ya estamos en todas partes y que reconocer las cosas que nos unen a los hombres a veces es más difícil, pero no imposible, quizá el valor de las mujeres esta más representado en encontrar espacios en la cotidianidad donde podamos converger y donde podamos hacer de las energías femeninas y masculinas un punto de encuentro no de desencuentro.
Mientras miraba a los hombres perplejos y apasionados con los motores de los aviones y con todo el léxico que hay alrededor de un avión, comprendía lo opuestos que somos a veces hombres de mujeres en cuestión de gustos, y fantaseé con que todo facilitaría más las cosas si tuviéramos una vagina mecánica, una suerte de motor extractor de orgasmos, porque de esa forma, luego de que ellos obtuvieran el orgasmo, se mantendrían allí mirando detalladamente ese motor (como lo hacen con la gran mayoría de motores) tratando de descifrarlo y de comprender como había conseguido llevarlos al éxtasis. Es lo que sucede con los aviones, nos llevan alto, una vez nos bajamos de ellos, la mayoría de las mujeres no estamos interesadas en saber como consiguieron la altura y la velocidad que obtuvimos, mientras algunos hombres necesitan asegurarse de cada detalle que consiguió que aquel aparato volara tan alto. Como se darán cuenta después de ver monólogos de la vagina, he quedado con mucha ivaginación .
Y muchas de nuestras discusiones con los hombres son por eso, porque no comprendemos sus porqués, porque esperamos que ellos se bajen del avión y regresen a su cotidianidad sin interesarse por cosas que a nuestros ojos lucen sin importancia y aburridas. Pero no nos hemos sentado a pensar, que si alguien no se interesara en esos aspectos, no podríamos volar, y seguramente algunas dirán “si, pero que se interesen otros, no mi marido”.
Curiosamente habían muy pocos hombres solos, la mayoría estaban acompañados de sus esposas, o sus novias, uno veía a las mujeres mayores de 60 años, acompañando a sus esposos con esa paciencia en su larga correría mirando motores de aviones de diferentes colores y sabores, no así aburridas (había demasiado paisaje masculino para aburrirse) cuando las veía pensaba en sus motivaciones. Algunas sabrán que gracias a esos motores sus hijos han comido y ellas han vivido cómodamente sus vidas, y eso les otorgara la paciencia suficiente para estar allí acompañando a sus esposos. A otras pese a la edad se les notaba a leguas que estaban en la etapa del noviazgo, donde las mujeres somos capaces de sentirnos agradadas por todas las preferencias del novio, quizá veían en ello la fuerza y el poder que las había hecho sentir atraídas hacia ellos, y un futuro promisorio para terminar su estancia en este mundo. No muy distinto le pasa a las mujeres jóvenes que estaban con sus rozagantes hombres a quienes les brillaba la mirada mientras el viento jugaba con su cabello y caminaban agarradas de la mano de su piloto de prueba, son las mismas que no soltaban la mano de su macho ni siquiera paradas frente al motor, y que reposaban allí paradas con la mirada en blanco, leyendo letreros que no les decían nada, pero que eran todo un lenguaje para ellos.
Mi esposo en su elemento |
Y estaba yo, que acompaño a mi esposo porque es una excelente oportunidad para disfrutar de su compañía, porque sé de la pasión tan desbordante que él tiene por todo objeto volador, porque tenemos un pacto que nunca ha sido pronunciado pero que existe, y es que él me acompaña (a voluntad) a todos mis eventos literarios y femeninos, y yo a sus eventos de aviación, con respeto mutuo por lo que cada uno hace. Yo le planté la semilla literaria el día que lo convencí de abrir un blog y escribir sus memorias como piloto, y él plantó la semilla de vuelo en mí el día que me convenció de subirme en un ultraliviano y sobrevolar las playas de Key Biscayne y South Beach. De las cosas que he aprendido de aviación es que de la misma manera que Hp es una expresión que ha cobrado vidas en mi país, porque los hombres se trenzan en duelo por esas iniciales, aquí simplemente significan Horse power (caballos de fuerza) y este basto conocimiento sobre aviones es el que me ha permitido comprender que podemos hacer lo que nos de la gana con las palabras porque podemos recibirlas en el idioma que se nos antoje. A pesar de que no soy muy diestra con los idiomas me gusta pensar en mi misma como alguien que habla tres idiomas: español, inglés y el idioma transformacional para convertir algunas palabras en poder; y otras en un idioma diferente donde no me haga daño con su significado.
El show de los Blue Angels es un espectáculo que aunque ya he visto anteriormente en Ft Lauderdale no me canso de ver, arriba los seis aviones azules con estrellas amarillas hacen todo tipo de locuras acrobáticas que nos roban el aliento, juegan con la muerte como si la tuvieran en la palma de la mano y no la muerte a ellos en la suya, nos llevan de viaje por varios estados emocionales en los que entramos y salimos a la misma velocidad que ellos pilotean sus aviones, uno fantasea con el hombre guapo, joven y apuesto que va perfectamente amarrado a sus silla mientras hace con su avión lo que le da la gana. Cuando están en tierra, algunos no son tan jóvenes, y no lucen tan masculinos como uno los imaginó, parecen soldados del museo de cera con una postura impecable que deja expuesto su toque militar y sobre todo la perfecta combinación de energía masculina y femenina que estos machos también derrochan.
Pero la sorpresa del show, fueron las jóvenes mujeres pilotos sentadas junto a sus aviones, esperando por el siguiente vuelo, enfundadas en sus overoles verdes y envueltas en la cotidianidad, que para ellas es rutina, pero que a mis ojos es toda una osadía. Aunque muchos piensen que un espectáculo aéreo es un asunto masculino, no cabe duda que las mujeres ya estamos en todas partes y que reconocer las cosas que nos unen a los hombres a veces es más difícil, pero no imposible, quizá el valor de las mujeres esta más representado en encontrar espacios en la cotidianidad donde podamos converger y donde podamos hacer de las energías femeninas y masculinas un punto de encuentro no de desencuentro.
Blue Angel |
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