EL DINERO COMO AFRODISÍACO

Me fui a pasar unos días a la mansión de una pareja de amigos en una zona muy hermosa de la Florida, luego de caminar por las playas privadas de aquel lugar me adentré en las playas públicas bordeadas por enormes edificios donde muchos residentes son estacionales, es decir que vienen sólo en determinadas estaciones del año huyendo del clima de sus zonas de residencia.

Un hombre de unos 75 años en buen estado físico se me unió y me preguntó si podía caminar a mi lado, no me pude rehusar desde que esa playa ya era pública, empezó diciéndome que me había visto un par de días antes y que le había parecido una mujer atractiva, que quería ser sincero, que estaba casado, pero su esposa estaba actualmente de viaje por Europa, y que sólo quería un poco de compañía, y pensaba que yo era la indicada para dársela, que podía elegir el restaurante que deseara para cenar, pero que terminaríamos la velada en su apto que estaba en uno de aquellos edificios, y que necesitaba un poco de afecto, le pregunté si ese afecto que necesitaba era sexual; y algo sonrojado por lo agresivo de mi pregunta dijo que sí, le dije que agradecía su sinceridad pero que no estaba interesada en su oferta, ya que estaba allí justamente para descansar y que pensaba que una jornada de actividad sexual en ese momento de mi vida no era justamente un descanso para mí. El hombre empezó a citarme sus pertenencias materiales, intuyo que para ambientar un poco el territorio y de pronto activar alguna zona erógena mía entre mi chacra básico y el datáfono que se supone que tenemos las mujeres instalado en alguno de los chacras restantes, yo lo escuché pacientemente, pero nada de lo que decía el hombre conseguía animarme para irme de cita nocturna con él. Mientras me “echaba” el cuento (de una manera muy chistosa por cierto) me sentí como en una serie de humor norteamericana, porque trataba de imaginarme como sería la escena si ese mismo cuento me lo estuviera echando un esbelto hombre de unos 30 años de cuerpo atlético de coeficiente intelectual superior (ya sé que ambas características suelen ser excluyentes, pero en mi imaginación todo es posible) y sobre todo con una exquisita inteligencia emocional, y me di cuenta que no había diferencia, no era por la edad que me resultaba desagradable la escena, sino por lo que siempre he dicho, la falta de creatividad de algunos machos para conseguir lo que desean, ya que mi fantasía no conseguía entusiasmarme mucho más que la realidad que estaba viviendo.



El hombre terminó proponiéndome que me fuera con él de fin de semana en un crucero, al destino que yo quisiera, que él tenía suficiente dinero para “hacerme feliz” por ese fin de semana, me imaginé un pene forrado en dólares antes que en un condón y la idea no le ayudó mucho al hombre, así que le dije que pensaba que en la playa habían mujeres de piel más lozana y joven que la mía, más esbeltas y bellas que seguramente tenían vigentes sus datáfonos y que estarían gustosas de aceptar su oferta, porque es que yo realmente ni apetito sexual tenía en ese momento. El dijo que si era por dinero también podría darme alguna cifra, y en ese punto me di cuenta que él era un comprador compulsivo que no importaba el producto que él quería, él simplemente necesitaba sentir que todavía podía comprar lo que quisiera, y mientras más difícil me mostrara más fortalecía su interés y sobre todo más subían mis acciones en esta especie de subasta sexual en la que había resultado involucrada, juro que de manera involuntaria. Entonces se me ocurrió que debía ponerlo en competencia con alguien que tuviera más dinero que él y en vista de que nos acercábamos a la playa privada donde estaba la mansión de mis amigos, le dije que si el podía ver donde yo vivía sabría que el dinero no era justamente algo de lo que yo estuviera careciendo, y le mostré la mansión de mis amigos, el hombre incrédulo me preguntó donde trabajaba mi esposo si podía tener una mansión así, y le dije que ignoraba cuales eran los negocios de mi esposo, porque él siempre se ponía muy agresivo cuando le preguntaba por ello, el hombre se fue distanciando de mi lentamente hasta detenerse en un sitio desde donde no me quitó los ojos de encima hasta verme desaparecer en la piscina de mis amigos donde me esperaba una de sus empleadas con una copa de vino blanco, me senté en una silla a contemplar el atardecer y a ver desaparecer la silueta del hombre que trató de comprarme en pleno inicio de mi edad dorada.

Me quedé pensando ¿cuando empezó todo esto? ¿Cuando se inició este comercio sexual en donde uno ya no necesita el cuartito con bombillo rojo o la ropa inadecuada para ser leída como puta y recibir ofertas? O será acaso como decía una amiga mía ¿que ciertas mujeres tenemos los órganos genitales esparcidos por toda la cara y por eso somos más susceptibles de recibir este tipo de ofertas? También se aventuró otra pregunta por mi mente ¿será acaso que el dinero es una suerte de afrodisíaco o de maquina de orgasmos femeninos y yo me iré de este mundo sin averiguarlo?

Pero una cosa si me quedó clara, si el hombre se hubiera tomado más tiempo, inteligencia emocional y perspicacia para conquistarme como se conquista una dama, se habría podido dar el lujo de ser bien pobre.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
buenìsisismo y con la misma experiencia ,pobrecitos..
Anónimo ha dicho que…
Hola Luzda!

Que excelencia de anécdota...me he reido cantidades imaginando la cara del personaje al final, viéndote sentarte cómodamente al lado de la piscina con tu copa de vino, mientras él ve la escena sin poder todavía creerlo. Definitivamente, una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante. Grácias por este desayuno! :)

Carlos Sáenz
David Samayoa ha dicho que…
wow... que fuerte el relato, hay hombres acostumbrados a endulzar oidos femeninos con dinero, y de hecho que si las mujeres caen por dinero son tan putas como las que cobran el servicio directamente.

Saludos...

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