MANUAL PARA EDUCAR DELINCUENTES.

Estando en la sala de espera de un hospital mientras acompañaba a una amiga, se sentó al frente mío un menor de unos cinco años, acompañado de su madre y su abuela, el niño no hablaba español y las mujeres hablaban español con acento centroamericano, la abuela del menor no hablaba inglés, pero durante la conversación de las dos mujeres en español, con frecuencia eran interrumpidas por el chico que más que pedir, exigía a su madre que le tradujera de que estaban hablando, la madre quien era evidentemente más obediente que el niño, traducía la conversación y sentía un cierto orgullo cuando decía que su hijo era americano y por lo tanto no hablaba español, algo usual en cierto grupo de inmigrantes que piensan que están depurando su raza teniendo hijos que no hablen español, ignorando que con ello solo le están quitando oportunidades a sus hijos en un futuro más cercano de lo que imaginan.

Siempre que una madre me dice con ese orgullo que su hijo no habla español le respondo “pobrecito’ y me miran entre sorprendidas y ofendidas, generalmente dicen “pobrecito ¿Por qué? si nació en el país de las oportunidades y habla inglés mejor de lo que usted y yo lo haremos algún día” y yo insisto en que en este país no hablar dos idiomas es una minusvalía laboral y social, incluso para los que nacen aquí.

Cuando la abuela del niño, entró a consulta y el médico no lo dejó entrar en el consultorio,  este empezó a gritar y a golpear a su madre, le haló el pelo, mientras ella lucía intimidada y temerosa mientras evadía los golpes del menor, todos los allí presentes estábamos visiblemente sorprendidos de ver la pasividad de esta mujer ante la violencia de su hijo. ¿Porqué nos sorprende entonces  que las nuevas generaciones vengan más disfuncionales de lo que vinimos nosotros al mundo y que la familia sea cada vez más una institución en vía de extinción, si nunca antes hemos puesto en práctica tan a la perfección el manual para formar delincuentes como en este momento de la historia?



Los niños que observan mejor las normas, que son más disciplinados y que maduran a más temprana edad son aquellos cuyos padres son más consecuentes entre lo que dicen y lo que hacen, los que usan menos el lenguaje para corregir y actúan más, Los padres que suelen amenazar mucho a los hijos con castigos que nunca cumplen, obtienen menos respeto de ellos, ya que estos se sienten desorientados respecto a las figuras de autoridad. Muchos padres no comprenden que los hijos buscan todo el tiempo la autoridad y las normas porque eso les da seguridad, eso les hace sentir que están en un lugar donde hay alguien que los protege y los cuidará, reforzar esa figura de autoridad no significa humillar a los hijos o ponerlos en desventaja, sino que se les está garantizando un espacio seguro donde ellos pueden no sólo crecer sino ser orientados de la mejor manera. Los niños inconscientemente saben cuales son sus fuentes de seguridad y las buscan, cuando no las encuentran se tornan inquietos y asustados por lo tanto la agresividad tiende a aumentar.

Una penosa mayoría de hombres no son nada talentosos en el arte de ser padres, son con marcada frecuencia la pieza faltante del rompecabezas, aunque sean figura paterna presente en el hogar. Tienen dificultades para poner orden y disciplina porque carecen de ese talento para tratar con los niños, y están más ausentes de casa, lo que les genera culpabilidad, cubren esa culpabilidad siendo permisivos, los hombres tienen bajo nivel de tolerancia con el llanto de los niños, siempre están buscando la razón por la cual un niño llora y carecen de esa intuición que tienen las madres para saber cuando el niño está buscando satisfacer una necesidad o cuando simplemente está enfrentándose a la frustración y necesita aprender a lidiar con ella. Por lo que es muy usual que ante el llanto de un niño los hombres lo gratifiquen con comida, o con regalos para que dejen de llorar, les preocupa más su propio bienestar, que el de sus hijos. 

Los niños de ahora crecen en un fuego cruzado entre madres muy aptas emocional y síquicamente para serlo, pero que tienen que trabajar fuera para ayudar con los gastos de la familia; y entre unos padres que jamás crecieron y que tienen más miedo de cuidar a sus hijos del que ellos tienen de estar en este mundo, eso unido a que según algunos entendidos en este momento la energía del planeta está muy contaminada y los niños al entrar en contacto con ella se tornan violentos, no es muy esperanzador, si bien los niños de ahora vienen más dotados de inteligencia y parecen saber las cosas a más temprana edad que los de antes, quizá eso sólo sea un mecanismo de conservación instintivo para sobrevivir en un mundo donde el abandono emocional de los niños es el común denominador, independientemente de la educación y el nivel socioeconómico y cultural de los padres.


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