CONFESIONES DEL PENE
Celebro este momento en que el teatro se está ocupando de
romper esquemas y subir al escenario
primero a las vaginas y ahora a los penes. Como estaba tan antojada de ver que tenían
que decir los penes, que no se han caracterizado mucho por hablar, fui a verla
el fin de semana. Manuel Mendoza quien también dirigió los monólogos de la
vagina asumió el reto de dirigir estos penes que durante dos horas nos hicieron
toda suerte de confesiones.
Todos tuvieron su voz, la primera masturbación, la
perdida de la virginidad, el donante de semen, el striper, el vendedor de
juguetes eróticos, el padre responsable, las modalidades de masturbación y
hasta el pobre al que su mujer le cortó el pene, todos gritaron sus penas y
desnudaron sus entrañas para que las mujeres podamos comprender más su peculiar
naturaleza sexual, para lo cual hasta nos revelaron los trucos de los que se
valen para llevarnos a la cama.
Una vez más quedó en evidencia que si somos diferentes,
por más que haya mujeres con su polo masculino tan exaltado que se comporten
algunas veces como ellos. Y saber que somos diferentes no tiene que ser una razón
para separarnos de ellos o para rechazarlos, sino para relacionarnos mejor con
conocimiento de causa.
Estas obras de teatro donde la sexualidad es abordada sin
prejuicios, llamando a las cosas por su nombre y revelando aquellas verdades
que muchos se empeñaron en mantener ocultas, son las que necesitamos en
momentos en que el sexo esta utilizando a la gente en vez de ser utilizado. En monólogos
del pene sin duda alguna los hombres se ven reflejados y las mujeres
comprendemos muchas de esas conductas que nos desquician de ellos, y que ahora,
al menos para mi, resultan comprensibles. Como la orinada mañanera y la
particularidad de que esa sea la que más desorden deja en el baño, donde el
pene parece convertirse en una regadera de jardín y la taza del inodoro parece
una fuente a la que los mil chorritos la decoraron. Ese detalle por ejemplo no
lo sabía, y nunca se me ocurrió interrogar al respecto, porque estaba muy
ocupada juzgando la conducta del pene en mención.
Salí tan emocionada de escuchar las confesiones del pene,
que me urgía verlos en persona, así que me fui de remate a un bar donde los
penes no se apenan y se dejan ver insinuados bajo una ropa interior minúscula y
vaporosa en aras de protegerse legalmente, porque su desnudez total sigue
siendo un mito, lo cual me sorprende porque las vaginas ya se liberaron de tal
forma que gozan de legislación para ser exhibidas en todo su esplendor. Yo no
sé si será por la creencia de que el cuerpo masculino al desnudo no es hermoso,
o porque la erección sigue siendo algo con lo que la sociedad no consigue
lidiar en público, pero me intriga saber porque en el club para mujeres donde sólo
somos admitidas nosotras, ellos no se pueden desnudar por completo. Formalismos
legales me respondió uno de ellos cuando se lo pregunté, entonces recordé que
en Colombia los hombres si se quedan como fueron arrojados al mundo exhibiendo
su erección o su flacidez sin que su masculinidad sufra lesiones
significativas, me sentí estafada, porque me pareció muy irónico que mientras
en el teatro los penes están completamente liberados y hablan a calzoncillo
quitado aunque no se dejen ver, en un club para stripers donde están supuestos
a ser más liberales todavía, estén confinados a la oscuridad y al anonimato. Y
me pregunto ¿quien los tiene confinados a la oscuridad, la sociedad, las
mujeres o ellos mismos?
Mientras la legislación para la diversión femenina cambia
y los stripers en Miami se dejan ver desnudos podemos seguir degustando de la
libertad de expresión que el teatro está
adquiriendo en este momento en que definitivamente el teatro está de moda en
Miami.
El letrero que solía tener en mi baño y que gracias a confesiones del pene ya no estará más allí |
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