LÍOS DE FALDAS.
Un amigo mío me comentaba hace algún tiempo que le había
tocado despedir a su secretaria porque le daba inestabilidad afectiva a su
mujer, la frase estaba tan bien construida que no pude pasar de largo sin
pedirle que se explicara mejor. Me dijo que su ex secretaria era una mujer
extraordinariamente bella y además inteligente, y que una mezcla como esas era
apenas soportable para su mujer, quien desde entonces se sentía en desventaja y
amenazada por la presencia de esta mujer en la vida laboral de él y dado que
las cosas se habían puesto insostenibles en casa y no quería echar a perder su
matrimonio había decidido que era mejor salir de la secretaria entre otras
cosas para demostrarle a su mujer que la prioridad era ella. Le pregunté si tenía
en sus planes también dejar de hacer negocios con mujeres atractivas y despedir
a otras empleadas que aunque no eran físicamente muy bellas, eran mujeres de
hecho muy atractivas, entonces me dijo
que no sabía a donde quería llegar, a lo cual le pregunté si no se había
percatado que el problema no eran las demás mujeres, sino la suya que padecía
de un mal difícil de curar por un tercero: inseguridad en si misma.
Me llama la atención que cuando un hombre se interpone en
una relación de pareja, el culpable nunca es él, es la mujer que se dejó
conquistar, uno no escucha decir, que ese hombre le bajó la mujer al otro, pero
si escucha decir que aquella mujer le bajó el marido a la señora. Los
verdaderos líos de faldas que tienen los hombres no son por pactar sexual o
sentimentalmente con más de una mujer a la vez, son aquellos en los que
literalmente se dejan enredar en las faldas de una mujer demandante que
pretende borrar de la faz de la tierra a todas las mujeres que ella piensa que
le representan un peligro en aras de “proteger” su relación.
Y es que seamos sinceras, la protección de una relación
es una utopía, tanto como lo es la preservación de la vida, si hay algo
vulnerable de terminarse es la vida y dado que las relaciones son parte de la
vida pues son tan perecederas como la vida misma.
Hacer que una relación funcione de esta forma es una de
las cosas más desgastantes energéticamente, interviniendo procesos ajenos y
propios, tratando de obtener un control que jamás tendremos, difícilmente obtenemos
el control sobre nosotros mismos, para obtenerlo sobre los acontecimientos que
le sucedan a nuestra pareja.
En estos días me reencontré con mi amigo, el de la esposa
protegida, estaba bastante desconsolado, se había dado cuenta que por más que
retiraba de la vida de su esposa todas las “amenazas” de su matrimonio, ella se
había vuelto diestra en encontrar amenazas por todos lados. Empezaba a sentir
que su matrimonio era un campo minado, que sin importar donde pisara una bomba
explotaba y hacia estragos no sólo en los dos, sino en los hijos, quienes habían
sufrido abandono emocional de parte de su madre porque esta andaba muy ocupada
construyendo cercos para no dejar entrar a nadie a desbaratar su matrimonio.
Lo más curioso es que muchas de estas mujeres son las
mismas “feministas” que abanderan causas por la protección de los derechos de
la mujer y militan porque las mujeres no seamos agredidas, ignoran que haciendo
a otras mujeres el blanco de sus inseguridades están pactando con lo mismo que
combaten, una mujer ya no puede ser lo suficientemente atractiva para un hombre
sin que la “propietaria temporal” de este se sienta más que amenazada,
que es ella la culpable de resultarle atractiva a los hombres. La solidaridad
de género se fractura cuando hay un hombre de por medio, haciendo de la selva femenina
un terreno cada vez más peligroso de transitar, haciendo que muchas se miren de
reojo y con recelo porque cualquier mujer que ronde la pareja de otra puede ser
un mortal peligro no para la relación, sino para su baja autoestima, lo peor de
todo es que por vanidad nada más muchos hombres acolitan este tipo de
separatividad de género.
Aunque este tipo de hombres abundan, me maravilla la
manera como el universo junta personas inseguras con otras dispuestas a brindar
una falsa seguridad, en el fondo ambos padecen del mismo temor: quedarse solos,
un miedo que adopta formas opuestas, pero que pertenecen al mismo equipo.
Comentarios