BELLEZA ILÍCITA
Estoy inmersa en un proceso de salud que me
ha tenido más tiempo del que me resulta cómodo donde los médicos y
eventualmente en la sala de emergencias, el ritual es el mismo: soy trasladada
a la sala de rayos X donde me toman unas fotografías de mis caderas para saber
lo que está pasando, aunque esto ha ocurrido varias veces sin éxito alguno, me
maravilla la persistencia y el optimismo de los médicos que insisten en hacerme
todo un estudio fotográfico profesional para ver mis caderas en todo su
esplendor; y en donde nunca salgo tan fotogénica como en la vida real.
Ninguna fotografía mía causa tanta sensación
como la que provocan las de mis caderas entre los médicos, ya sé que cuando la
chica me pide que me siente a esperar si las placas quedaron bien tomadas,
entran dos o tres médicos y me miran circunspectos
usualmente con la mano en la barbilla “¿entonces usted es la paciente de las
placas que le acaban de tomar?” “¿usted nació así?” “¿cuéntenos una cosa, como
ha hecho para caminar todos estos años?”
Ya me sé el cuestionario de memoria, ellos
tienen más interrogantes de los que yo misma he tenido en toda mi corta vida,
lo curioso es que esperan que sea yo quien tenga respuestas, cuando yo estoy
ahí para que sean ellos quienes me respondan. Según ellos técnica y
racionalmente es imposible que yo pudiera caminar durante casi 50 años y lo que
les parece más asombroso, sin ningún tipo de dolor, lo cual me hace una persona
capaz de imposibles.
Este panorama donde suelo ser la
protagonista por un buen rato a raíz de unas radiografías y donde se determina mi
vida entera por la apariencia que muestra esa foto, me hace pensar en el mismo
protagonismo que a veces obtengo con alguna foto mía, en donde han coincidido
un buen fotógrafo, una buena iluminación, un buen maquillaje y una buena
disposición mía frente a la cámara, proyectando una imagen que los demás
piensan que soy yo, pero que puede estar alejada de mi realidad. Gracias a las
apariencias los demás nos conceptualizan y lo que lo hace peor nosotros mismos
llegamos a comprar esos conceptos acerca de quien se supone que somos (bellos, carismáticos,
sexys, sensuales, exóticos etc.) y nos auto definimos basados en los conceptos
de los demás, en consecuencia nos alegramos o nos entristecemos poniendo
nuestro sentido del yo en manos de los demás.
Una cosa me queda clara, las apariencias engañan
incluso contra toda lógica y contra todo
conocimiento, mis caderas aparentan no poder hacer nada por mí, no obstante lo
han hecho todo, han desplazado a mi cuerpo por caminos, por pueblos, por
ciudades, por países, por playas y hasta por las fauces de mi misma. Mis
caderas se han expandido para que anidara un nuevo ser en mi vientre, mis
caderas han bailado asimétricamente en contra de la voluntad de muchos, mis
caderas han derrochado sensualidad en contra de los cánones de belleza que la
sociedad impone, mis caderas son literalmente el centro de mi vida, mis
espectaculares y amorosas caderas dislocadas me siguen enseñando que sin
importar si tienen fecha de vencimiento o no, las apariencias sólo nos
demuestran lo ignorantes que seguimos siendo confiando en maya, en esa ilusión
que los sentidos nos proyectan y en la que seguimos confiando ciegamente.
Esta semana me he preguntado que habría
pasado si estos mismos médicos tan expertos y estudiados, tan modernos y
actualizados me hubieran dado el mismo diagnóstico cuando aprendí a caminar, y
la respuesta se apura en mi mente, es posible que me hubieran confinado a una
silla de ruedas porque técnica y racionalmente no era posible caminar, o es
posible que me hubieran “arreglado” y con ello me hubieran arrebatado la maravillosa
experiencia de vida donde me he sentido ilícitamente bella.
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