LA FORTALEZA DEL SEXO DÉBIL
Las feministas deberían saber que las
mujeres ya no necesitamos representantes, somos el sexo fuerte y nos valemos por nosotras mismas, también deberían
hacerle honor a su condición de mujeres usando su intuición para darse cuenta
que se vuelven pesadas y tediosas con su eterno y gastado discurso con el que
buscan responsabilizar a alguien más excepto a nosotras mismas de lo que nos
sucede. De alguna manera las feministas se han quedado atrapadas en el vagón
del pasado ya que no quieren abandonar una causa que ya no necesita más
activistas. En este momento las únicas que nos violentamos somos nosotras
mismas, cuando pactamos con nuestra mala autoestima que no tiene nada que ver
con que alguien nos esté violando derechos y si más bien con que a pesar de que
hemos tenido activistas y defensoras no nos hemos liberado de la necesidad de aprobación
del macho, pero sobre todo no nos hemos liberado de una arcaica idea que es la única
que nos genera miles de problemas, y esa idea es que somos más felices si
tenemos un hombre con poder económico al lado que nos dé lo que necesitamos y
lo que no necesitamos para ser mejores, más bellas, más amadas y más felices.
Ese trabajo no lo han podido hacer
todos los movimientos feministas que han existido en el mundo, y eso es porque
es un trabajo personal, no grupal, ya que los grupos tienen un objetivo egocéntrico
(inconsciente algunas veces) que no les permite ver la responsabilidad que también
tenemos en aquello contra lo que luchamos, los grupos feministas y las
feministas “independientes” son exitosas mientras haya alguien a quien culpar
de lo que nos pasa, sobre todo porque de esa manera perpetúan su lucha y tienen
protagonismo por el resto de sus vidas. Sólo basta confrontar a una feminista
con alguna de nuestras responsabilidades en el supuesto conflicto entre la
sociedad y nuestra libertad, para ver como arden de indignación, ellas no
quieren soluciones, necesitan un conflicto alimentado con el inconformismo y la
amargura de las demás para llamar la atención, para que valga la pena su lucha.
Ahora han adoptado una nueva premisa:
que no salimos de la costilla de un hombre sino del útero de una mujer, y
quieren que eso les quede bien claro a los hombres y yo me pregunto ¿Eso en términos
prácticos como para que nos sirve? Le respondí a una de ellas que las mujeres
no salimos de la costilla de un hombre sino que muchas gustan vivir a costillas
de un hombre, que en esencia viene siendo lo mismo, y como era de esperarse se
indignó tanto que me apedreó verbalmente olvidando que soy una de esas mujeres
a las que ella defiende y a las que no hay que agredir, pero que ella lo hace
porque no piensan como ella. De eso se trata ser líder feminista de congregar
un grupo de ovejas que piensen, hablen y actúen como la líder, si una sola
oveja se descarría deberían cambiarle de sexo porque seguro que no es mujer, en
otras palabras según la conciencia feminista, las mujeres para poder ser liberadas
tienen que tener pensamiento y conciencia grupal, quien tenga conciencia o
mente individual constituye un peligro y un obstáculo para la causa.
Es por eso que siempre digo que
mientras más personas veo casadas con una causa, más quiero ser solterona al
respecto, los defensores de causas terminan siendo más violentos que los
agresores contra quienes luchan.
Casos como el de Edith una mujer con
una historia singular, me hacen pensar que ser mujer abarca muchos espectros y
que aunque para muchos de los roles que representamos no parece existir una
explicación satisfactoria, están ahí mostrándonos algo, para mi ese algo es que
la fortaleza de la mujer es incuestionable.
A Edith la conocí trabajando como
empleada del servicio de una familia adinerada en Colombia, no podía comprender
su idioma por lo que pensé que hablaba alguna lengua indígena dado su aspecto físico y la región de su
procedencia, también me parecía que si bien escuchaba bien no podía entenderme
cuando le hablaba y aunque tenía una viveza para las conversaciones picantes
que parecía entender divinamente, en otros aspectos presentaba una especie de
retardo mental. La habían empleado en una casa a pesar de sus limitantes, aunque
en aquella casa nadie hablaba lenguas indígenas, y como ella me llamaba tanto
la atención por todo su conjunto tan peculiar me di a la tarea de averiguar más
sobre su vida antes de fotografiarla, para mi colección fotográfica que he
llamado “diosas”.
Así fue como supe que siendo niña su
padre la había violado, y que al parecer cuando ella contó lo ocurrido él le
dio una golpiza, con lo cual ella perdió algunas funciones cerebrales
afectándole el habla entre otras cosas, como su madre había muerto siendo ella
una niña, su padre quedó a cargo de ella, y me imagino que la siguió abusando
sexualmente con la libertad que la nueva condición de ella se lo permitía, así
fue como al crecer la llevó al pueblo y la puso a trabajar en aquella casa,
donde ha trabajado casi por 20 años y su padre viene dos veces al mes a recibir
el sueldo que ella devenga… aunque sé que uno es correspondiente con todas las
experiencias que tiene en esta vida, y que todo sucede por algo, es inevitable
sentir a veces una frustración enorme cuando pienso en ella y en su situación,
y sobre todo en la frustración que me genera el silencio cómplice de los
empleadores que sabiendo lo que sucede están de acuerdo sólo porque sus
servicios son más baratos que los de las demás empleadas.
En su mundo, ella es feliz y eso me
consuela, siempre lo recibe a uno con una amplia sonrisa y disfruta
intensamente los regalos que le trae la muchacha de las fotos (como ella habla
de mí en su peculiar idioma) desde los Estados Unidos, aunque para ella los
Estados Unidos puede ser tanto un almacén, como un barrio de la ciudad o
simplemente el nombre de un bus de transporte urbano. Está enamorada de un hombre
con el que sueña, pero que jamás tendrá porque no es dueña de su vida, porque
aunque sabe cocinar y mantener limpia una casa y la ropa de sus patrones, no
sabe que es un ser humano libre dueña de su cuerpo y de su vida y que podría
vivir sola y ganarse el dinero que su padre recoge para poder vivir su vida a
su manera. Ella no lo sabe, y reconozco que a veces yo no quisiera saberlo
tampoco. A pesar de que las circunstancias de Edith parecen adversas ella de
verdad es feliz en su particular mundo, me lo dice con su sonrisa permanente,
con su mirada y sobre todo con su apariencia física que no se ve afectada por
la entropía, ha tenido la fortuna de que las feministas defensoras de derechos
de la mujer no han invadido su vida y su privacidad abanderándose de una causa
para librar las batallas personales que en realidad tienen en contra de los
hombres.
Comentarios
Este y muchos otros rincones dentro de nuestra mente, donde se nos queda atrapada la vida. Ser libre es un desafio interminable, pero el más digno de todos.
FÉ CIEGA... me hace pensar mucho en tantos dogmas, no necesariamente religiosos, que nos atrapan dentro de una burbuja invisible.