A PROPÓSITO DEL BULLYING


El tema de moda es el bullying y aunque todos sabemos que siempre ha existido, la presencia de las redes sociales y la popularidad que tienen hacen que este sea más exitoso en este momento. Aunque como en toda interacción se necesitan dos para bailar un tango, es decir que el bullying es exitoso porque el agredido lo fortalece, de otra manera habría perdido fuerza.

Cuando yo iba a la escuela, padecí el bullying no uno ni dos años, sino todo el tiempo que permanecí en aquellas instituciones que siempre se me  han antojado prisiones antes que un lugar donde sea posible aprender. Cada fin de año tenía la esperanza que el siguiente año los niños se hubieran olvidado de mi forma de caminar o que se hubieran acostumbrado. Cada que cambiábamos de pueblo tenía la esperanza que en el nuevo pueblo los niños fueran más benevolentes conmigo y me perdonaran por ser diferente a ellos, pero nada de eso ocurrió. Crecí con la sensación de ser desadaptada, de haber nacido en el lugar equivocado, de ser la loca en tierra de cuerdos porque me rehusaba a disculparme por no ser igual a ellos. Una vez una niña dijo que ni llevando uniforme conseguiría ser igual a ellos, y ese día me alegré de que así fuera porque quería de todo menos parecerme a personas que dedicaban su energía y su tiempo a fastidiarme por ser diferente.

Todas las emociones que confiesan sentir los jóvenes de hoy víctimas de bullying las conozco perfectamente, la sensación de aislamiento y el corazón galopando con fuerza cinco días a la semana en las madrugadas de sólo saber que me esperaba un nuevo día donde muchos derrochaban creatividad con el único propósito de que yo me sintiera mal, todo eso lo conozco, y aunque no estaba sola, porque si hubiera querido se lo habría contado a mi madre, nunca la quise hacer participe de algo que consideraba era sólo mi problema, mi experiencia, básicamente porque en casa habían problemas que yo consideraba más graves que centrarme en mis pequeñas dolencias por falta de la aprobación del grupo. Verifiqué por mi misma que no ser de la manada no es tan grave porque también se sobrevive.

Por algún motivo tuve la materia prima para construirme un pedestal con las piedras que me arrojaron, aprendí literalmente a estar por encima de ellos, gracias a que era una excelente trepadora de árboles, y cultivé mi pasión por la escritura gracias a la soledad involuntaria a la que fui confinada, los cuadernos fueron mis confidentes en aquellos años en que nunca tuve una amiga o amigo a quien contarle como me afectaba todo aquello, las revistas se convirtieron en mis refugios de recreo y con los años los buenos libros reemplazaron a las revistas y me hice una excelente lectora.



Aún en mi etapa laboral, un reconocido humorista colombiano quiso hacer humor haciéndome bullying, casi pierde su trabajo porque la gerente de la programadora con la que trabajábamos se impuso y se lo prohibió, yo sé que todavía hay gente que pretende hacerme bullying, pero se retiran dignamente cuando comprenden que si en mi infancia no funcionó, en este momento no me afecta en lo más mínimo, como decía la señora Otilia la dicha del que se burla de uno se termina cuando uno aprende a reírse de uno mismo con ellos. Transitoriamente en aquellos tiempos también esa fue mi arma contra el bullying.

Pero en este momento el bullying sólo es el reflejo de nuestra sociedad, nos importa más lo que los demás piensan de nosotros que nuestra propia auto imagen, vivimos un momento en que la mendicidad afectiva y la búsqueda de aprobación se ha convertido en una epidemia, se considera que la industria más lucrativa es la de la estética, porque estamos dispuestos incluso a ser otros con tal de encajar.  Las mujeres por ejemplo, estamos supuestamente liberadas y tomamos decisiones basadas en esa liberación, como mostrar el cuerpo desnudo ante una cámara, y cuando esa imagen recorre el mundo nos traumatizamos. Algunas cobran por su desnudez y otras se traumatizan y se suicidan por ello. Es el mismo cuerpo observado desde diferentes ángulos de acuerdo a la creencia de cada uno, entonces si los que hacen bullying están enfermos los que se victimizan también lo están porque tienen creencias falsas y erróneas respecto a su cuerpo, a la sexualidad y a su desempeño social, sin víctima no hay verdugo. El verdugo trata de someter, pero en realidad es la víctima quien alimenta esa energía que necesita el atacante para a la vez llenar sus propios vacíos. Cada vez que alguien me ataca soy libre de abrirle las puertas o de cerrarlas y siempre, pero siempre el camino es cambiar las creencias, pero estamos tan apegados a nuestras creencias como lo estamos a la vida misma, hemos perdido el norte y creemos encontrarlo cuando nos tropezamos con una religión, un grupo, o una secta que nos valida la identidad y el sentido de pertenencia al mundo, encomendamos nuestro sentido de valía a otros, pero estamos poco dispuestos a asumir el reto de ponerlo en nuestras propias manos. Ojala los demás tuvieran tanto poder sobre nosotros para poderlos culpar de lo que nos pasa.



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