ELLOS Y LA PORNOGRAFÍA


A pesar de que estamos inmersos en el modernismo y que cada día es más la gente que se auto denomina moderna, a las mujeres les  sigue preocupando que sus parejas  sean afectos a la pornografía, al punto que puedo decir que es un tema de actualidad en las conversaciones femeninas, sobre todo ahora con la facilidad que tienen los caballeros de disfrutar gratuitamente de la pornografía en Internet.
Como en mi experiencia personal mis ideas respecto al sexo han  sido incompatibles con una penosa mayoría femenina he decidido guardar silencio cuando el tema se tiende en el tapete, aunque con frecuencia soy presionada para emitir mi opinión, como hace poco cuando  una chica joven, bella y sexy que estaba muy preocupada por la afición de su pareja a la pornografía, me preguntó si me había pasado que  mis parejas hubieran sido afectos a la pornografía, le respondí con un rotundo “si” a lo cual ella diplomáticamente pero sin menguar sinceridad expresó que era comprensible ya que yo no era una mujer tan bella como ella. Comprendí que su máxima preocupación no era lo que su esposo estaba haciendo, sino que lo que él hacia amenazaba la relación que ella sostiene con su narcisismo, entonces le expliqué que a pesar de que no soy estéticamente tan bella como ella, soy sexualmente una mujer muy deseable y que el hecho de que un hombre fuera afecto a la pornografía no tenía que ver con la apariencia física de sus mujeres sino que responde a otras necesidades de las cuales debemos estar informadas, porque forman parte de la cultura general de la mujer.
Y es que si sabemos que ellos son visuales, es apenas normal que para poderse masturbar acudan a la pornografía, y aunque la pregunta más común que hacen ellas es que porqué los hombres se tienen que masturbar teniéndolas a ellas para satisfacerse sexualmente, la respuesta es que la masturbación no es una manera de reemplazar a la pareja, sino un acto de afecto por uno mismo y un espacio que se debe conservar en aras incluso de conservar la magia en la vida de pareja.



Ante esta preocupación de ellas suelo preguntarles si su pareja controla sus momentos de privacidad y si se molesta con ellas porque se masturban, me miran con asombro y la respuesta siempre es tan predecible “NO ES LO MISMO!” pero por supuesto que si es lo mismo, el espacio que ambas personas necesitan aunque estén en una relación es el mismo, la intimidad no debe ser cedida ni compartida todo el tiempo con el otro, sino un derecho al que no debemos renunciar por el solo hecho de estar en pareja.
La razón por la que las mujeres no usamos ni necesitamos la pornografía es porque no somos visuales, nosotras somos auditivas y recurrimos más a la imaginación y al recuerdo a la hora de masturbarnos que los hombres. Por otro lado también parece ser que la excitación provocada por la pornografía activa ciertas partes del cerebro masculino, o que los hombres tienen una disposición permanente al sexo (más que las mujeres) debido a un instinto masculino de “multiplicar la especie”.
El rechazo que las mujeres experimentan por los hombres que son afectos a la pornografía nutre la creencia de que los celos son una muestra de amor y que todo aquello que desvíe la atención de ellos debe ser motivo de conflicto. Algunas mujeres tildan de enfermos  y pervertidos sexuales a los hombres por recurrir a la pornografía con frecuencia, parecen poco contactadas con la realidad masculina en términos de desempeño sexual.
Hay no obstante una minoría que son aquellas mujeres que comprenden la naturaleza masculina y que se aventuran en la complicidad con sus parejas, que respetan los espacios y el tiempo de ellos, porque han comprendido que la convivencia no es un estado de confinamiento con un guardián de seguridad sexual, sino una asociación de dos individuos que voluntariamente se eligen para crecer y alimentar mutuamente su  experiencia de vida, son las mismas mujeres que no se sienten amenazadas con nadie porque saben que la seguridad no procede de mantener a un sujeto atado a un sistema rígido de creencias matrimoniales, sino que procede  de la libertad con que cada uno se adapta al movimiento y al cambio.


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