ESTHER

 El nombre Esther significa "estrella" y la que me ocupa en esta Ocasión ha cumplido con su significado en nuestras vida no sólo una, sino dos veces. Iluminó nuestra llegada a Cali en el año 1979, donde mi madre y yo, una vez más, como tantas veces, empezábamos de cero. Esther, esposa de mi primo hermano paterno Gonzalo, nos abrió las puertas de su casa, a cambio mi madre y yo cuidabamos de su hija mientras ella y su esposo trabajaban. 

Con ella me convertí en una chica "Cosmo" así le llamaban a las seguidoras y coleccionistas de la revista Cosmopolitan dirigida en su versión en español por Cristina Saralegui. Esther las coleccionaba y me prestaba cada número, que yo leía desde la primera hasta la última página, enterándome de esa forma del difícil arte de ser mujer en una sociedad que pone la responsabilidad de un buen matrimonio y una buena familia en la mujer. Aprendí casi todo sobre desempeño sexual en esa revista y también aprendí a cuestionar ciertos asuntos machistas. 
Cosmopolitan era una revista muy liberal para la época. Y eso me causaba admiración en ella, esa capacidad para lidiar con información tan moderna conservando su sello clásico.
Esther es una mujer cargada de virtudes, sabe cocinar exquisitamente, sabe cocer y sabe decorar muy bien, todo lo que caiga en sus manos está destinado a convertirse en una obra de arte. 

Muchos años después de aquella corta convivencia con ella y mi primo, ella, cuál estrella volvió a iluminar nuestras vidas. Asumió voluntariamente el cuidado a distancia de mi madre. Ella vivía en su casa al sur de Cali y mi madre en la de ella en el norte. Atravesar la ciudad en bus para ayudar a mi madre no parecía ser un esfuerzo mayor para ella. Estaba al tanto de sus citas médicas y se aseguraba de acompañarla. De ella recibí la noticia de que mi madre tenía cáncer de seno en el 2007, y unos años más tarde que tenía cáncer de colon.  Fue mi soporte durante aquellos viajes que hice para hacerme cargo de la recuperación de mi madre en esa ocasión y en otros episodios de salud. 

No puedo imaginarme la vida de mi madre en su vejez sin el apoyo y el afecto de Esther y por extensión de su esposo e hija. A veces pienso que no la he compensado lo suficiente por tanta generosidad con nosotros, tampoco ella me pasa factura emocional por ello. Pese a mis largos periodos de ausencia, sus brazos siempre están abiertos de par en par para mí, sin un reclamo, sin un sólo reproche, como si su misión en ésta vida fuera dar y servir a la gente.

Ella es una de esas guerreras de la luz silenciosa que camina de incógnito por la vida, y quién tiene la suerte de encontrarse con ella está destinado a disfrutar de la luz que sólo una estrella como ella es capaz de irradiar.


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