GRANDE EN JAPÓN.
Cuando mi hija era pequeña la nombraron en la escuela guardián del agua, recuerdo que siempre estaba parada junto a nosotros cuidando que no dejáramos el grifo abierto y cuando eso pasaba ella solía decir que el planeta estaba sangrando.
En aquel entonces me parecía que exageraba, ahora cuando veo el planeta protestando por lo que le hemos hecho y le seguimos haciendo me parece que mi hija fue mi maestra y la primera persona que me habló de cuidar el planeta.
En estos días a raíz de lo que sucedió en Japón escuché a mucha gente preguntar si el mundo ahora si se estaba acabando, pero no pasamos de preguntarnos eso, porque de igual forma seguimos consumiendo más de lo que necesitamos, seguimos desperdiciando recursos, seguimos anclados en el egoísmo, acumulando posesiones e invadidos de mezquindad con lo que tenemos.
El planeta ya no da abasto, y me dirán pero como puedo estar afectando yo el planeta si a duras penas gano el mínimo. Pero seguramente que no se ha fijado en la cantidad de basura que produce diariamente con aquellas cosas que compra minando su presupuesto; y que deja de usar rápidamente porque ya no le gustan, porque pasaron de moda, porque consiguió otras mejores. Tampoco se ha percatado del uso desaforado que le da a la tarjeta de crédito que lo único que hace es fortalecer el sistema de robo continuado, eso si legalmente, que existe en el mundo, comprando lo que no puede pagar y que terminará pagando cinco veces su valor real. No podemos quejarnos, nuestro complot en contra del planeta está siendo todo un éxito.
Sería mejor que no diéramos dinero a los necesitados, ni que oráramos por Japón o por los países que enfrentan catástrofes, después de todo eso no deja de ser una limosna, una forma de lavar nuestra conciencia, quizá fuera mejor que despertáramos de esta inconciencia en la que estamos sumergidos, que pudiéramos ver las mil maneras como contribuimos para que las catástrofes continúen devastando el planeta. Que nos demos cuenta de cuantas cosas innecesarias consumimos y que después se convierten en basura, del uso que le damos al agua, de las veces que tomamos el auto para conducir las mismas dos millas que podemos caminar y que nos ayudarían con nuestra figura, de la administración de los alimentos, del consumo de electricidad, y de que manera nutrimos la frivolidad de los medios de comunicación que resulta mas agresiva que la violencia misma que vemos en el mundo. Pensemos que la limosna que damos es como una vendita que cubre la herida temporalmente, mientras que nuestro cambio de conciencia nos brinda la oportunidad de ejercer el cambio que el planeta necesita.
Me parece agresivo cuando los noticieros ponen a compartir escenario a una catástrofe con la boda real que tiene el dilema de elegir en cual de las carrozas irán los novios a la iglesia, y en cual saldrán de la iglesia rumbo a la escandalosa recepción donde la misma comida que muchos no pueden acceder se bota vulgarmente.
Me rehúso a seguir alimentando este tipo de excentricidad que para mi es otro rostro de la pornografía, me podrán decir que es dinero ganado y que se merecen vivir así; y que los que mueren de hambre se lo merecen por karma porque en otra vida fueron excéntricos monarcas y ahora les tocó en suerte el hambre ¿Entonces qué? ¿Me conformo con saber que la monarquía de hoy que bota su dinero en pendejadas tendrá que esperar 150 años para estar en situación de hambre y equilibrar su balanza? Eso no me consuela, lo que realmente me consuela es no darles mi energía vital a noticieros frívolos que hacen de la extravagancia un festín para los sentidos, de la misma manera que lo hacen con la miseria de pueblos que están empezando a sufrir los estragos de nuestra irresponsabilidad cósmica. Por Dios ¿Cuando vamos a despertar?
En aquel entonces me parecía que exageraba, ahora cuando veo el planeta protestando por lo que le hemos hecho y le seguimos haciendo me parece que mi hija fue mi maestra y la primera persona que me habló de cuidar el planeta.
En estos días a raíz de lo que sucedió en Japón escuché a mucha gente preguntar si el mundo ahora si se estaba acabando, pero no pasamos de preguntarnos eso, porque de igual forma seguimos consumiendo más de lo que necesitamos, seguimos desperdiciando recursos, seguimos anclados en el egoísmo, acumulando posesiones e invadidos de mezquindad con lo que tenemos.
El planeta ya no da abasto, y me dirán pero como puedo estar afectando yo el planeta si a duras penas gano el mínimo. Pero seguramente que no se ha fijado en la cantidad de basura que produce diariamente con aquellas cosas que compra minando su presupuesto; y que deja de usar rápidamente porque ya no le gustan, porque pasaron de moda, porque consiguió otras mejores. Tampoco se ha percatado del uso desaforado que le da a la tarjeta de crédito que lo único que hace es fortalecer el sistema de robo continuado, eso si legalmente, que existe en el mundo, comprando lo que no puede pagar y que terminará pagando cinco veces su valor real. No podemos quejarnos, nuestro complot en contra del planeta está siendo todo un éxito.
Sería mejor que no diéramos dinero a los necesitados, ni que oráramos por Japón o por los países que enfrentan catástrofes, después de todo eso no deja de ser una limosna, una forma de lavar nuestra conciencia, quizá fuera mejor que despertáramos de esta inconciencia en la que estamos sumergidos, que pudiéramos ver las mil maneras como contribuimos para que las catástrofes continúen devastando el planeta. Que nos demos cuenta de cuantas cosas innecesarias consumimos y que después se convierten en basura, del uso que le damos al agua, de las veces que tomamos el auto para conducir las mismas dos millas que podemos caminar y que nos ayudarían con nuestra figura, de la administración de los alimentos, del consumo de electricidad, y de que manera nutrimos la frivolidad de los medios de comunicación que resulta mas agresiva que la violencia misma que vemos en el mundo. Pensemos que la limosna que damos es como una vendita que cubre la herida temporalmente, mientras que nuestro cambio de conciencia nos brinda la oportunidad de ejercer el cambio que el planeta necesita.
Me parece agresivo cuando los noticieros ponen a compartir escenario a una catástrofe con la boda real que tiene el dilema de elegir en cual de las carrozas irán los novios a la iglesia, y en cual saldrán de la iglesia rumbo a la escandalosa recepción donde la misma comida que muchos no pueden acceder se bota vulgarmente.
Me rehúso a seguir alimentando este tipo de excentricidad que para mi es otro rostro de la pornografía, me podrán decir que es dinero ganado y que se merecen vivir así; y que los que mueren de hambre se lo merecen por karma porque en otra vida fueron excéntricos monarcas y ahora les tocó en suerte el hambre ¿Entonces qué? ¿Me conformo con saber que la monarquía de hoy que bota su dinero en pendejadas tendrá que esperar 150 años para estar en situación de hambre y equilibrar su balanza? Eso no me consuela, lo que realmente me consuela es no darles mi energía vital a noticieros frívolos que hacen de la extravagancia un festín para los sentidos, de la misma manera que lo hacen con la miseria de pueblos que están empezando a sufrir los estragos de nuestra irresponsabilidad cósmica. Por Dios ¿Cuando vamos a despertar?
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Felipe Alejandro Lora