LA GUERRA ESTÉRIL DEL MACHISTA IMPOTENTE.

Él no sabía porque me leía si mis artículos seudo-feministas (según sus propias palabras) le resultaban detestables, aunque dijo que no me leerá más, intuyo que lo seguirá haciendo porque con ello se asegura de alimentar su naturaleza machista, algo que accidentalmente él descubrió que mis letras logran.

Él inició una danza entre el halago y una agresividad pasiva que no terminaba de comprender pero que cortaba el ambiente, así que decidí bailar con él, sólo porque cuando la gente no sabe exactamente lo que uno le genera es mejor ayudarles a clarificarlo. Lo primero que dijo es que mi conciencia es criogénica, cuando le dije que tomaría eso como un halago, se liberó en una serie de mensajes en donde lentamente desnudaba su malestar conmigo, cuando perdió su objetividad y lo vi descender  emocionalmente para defender su causa personal, decidí abandonar la conversación. Aunque él amenazaba con borrarme de sus contactos seguía escribiendo cosas, antes de hacerlo, lo último que escribió fue "Los hombres nunca perderemos el poder y en estos tiempos lucharemos en contra de feministas como tú".

Yo quería sentirme molesta, pero no se me daba, en cambio me sentía feliz por ese poder que él me estaba otorgando de  tocar puntos álgidos en su conciencia y despertar esa incomodidad que lo molestaba conmigo porque era incapaz de molestarse con él mismo.


Aunque estuviera presentando resistencia, él mismo estaba llegando a la conclusión que no sabía porque seguía leyéndome y porque había ido a parar a mi blog, vislumbré en su resistencia una luz brillando en lo más profundo de su inconciencia y eso fue esperanzador para su ciclo evolutivo y fue halagador para mi, poder penetrar tantas capas conceptuales de inconciencia y llegar a un lugar desconocido para él mismo en donde él no sabía como conducirse, es todo un logro que no tiene tanto valor literario como humanístico.

Por eso no podía siquiera agredirlo o responderle de acuerdo con su tono emocional, porque me alegraba profundamente que él se sintiera así de mal, no por que deseara su malestar, sino porque ese malestar no me es desconocido, ese malestar es el aviso de que viene algo grande en la vida de uno, y aunque nunca me entere de lo que se viene para la vida de se hombre, saber que algo grande pasara al servicio de su evolución es siempre motivo de celebración para mí.

Su vehemencia para defender el machismo consiguió que me sintiera solidarizada con él, esa misma desolación que él siente ante la pérdida del eco del machismo en el mundo, es la que yo sufro ante la pérdida de nuestra conciencia personal cuando es consumida por el fuego de la inconciencia colectiva. De alguna manera compartíamos el mismo dolor y el mismo temor, el tenía tanto miedo de que el machismo ya no consiga suficientes espaldas femeninas dobladas para poder quebrar con sus pasos, como yo tengo tanto miedo de que el despertar de conciencia no nos alcance y nos deje partir de este mundo sumergidos en maya sin poder ver mas allá de la ilusión de nuestros cinco sentidos.

El dijo algo muy cierto, mi filosofía feminista (si es que existe) no es nada nuevo en el mundo, de hecho nada de lo que escribo es nuevo, sólo son ideas que necesitamos seguir recordando, mientras existan seres con poca luz que piensan que el poder es sinónimo de someter a otros por diferencias de  género, raza o creencias.


Lo curioso es que el machismo procede de la mujer que educa a sus hijos con marcada servicialidad; y desde este punto de vista no hay porque culparlos de que odien a las mujeres y las sientan inferiores a ellos, una mujer que le corta las alas a sus hijos varones y no los deja volar solos, en términos de poder cocinar, lavar su ropa y gozar de autonomía doméstica sólo puede generar machos dominantes que ven en las mujeres un verdugo de quien de una u otra forma siguen dependiendo. Muchos machistas sólo se están negando abrazar su energía femenina, lo cual los condena a una vida de closet en donde serán incapaces de decidir con quien desean interactuar sexualmente. Y todo eso debe ser digno de comprensión pero sobre todo de compasión.

En mis artículos “feministas” hay una búsqueda por el macho fuerte que puede abrazar sus dos polos, como de hecho los he encontrado, y en ese sentido me siento no sólo bendecida sino privilegiada porque son muchos los hombres que me siguen no a pesar de lo que escribo, sino gracias a lo que escribo, la mayoría son hombres más que inteligentes emocionales, brillantes y sensibles, quienes ven en su capacidad para reconocer sus errores su más grande fortaleza y no su mayor expresión de vulnerabilidad, son hombres que admiro y que aunque su género los haga quedar incluídos en la generalidad de un artículo donde hablo de los hombres, no se sienten menospreciados por ello, porque son lo suficientemente seguros de si mismos para saber que les toca y que no.



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