EL ÁNGEL DE LA MUERTE.



Jim se despertó asustado aquel día, pensando que se había acostado en la tarde y que era extraño que se hubiera quedado dormido hasta el día siguiente, había tenido un largo sueño, pero sabía que en los sueños el tiempo no tiene las proporciones que tiene en vigilia. Tuvo esa sensación familiar de placidez que no había experimentado en mucho tiempo. Su padre entró en la habitación y le preguntó si se sentía bien “mejor que nunca” respondió. Y lo siguió por un pasillo enorme y luminoso mientras le contaba que había comprendido que no era tan independiente como pensaba, que la cultura en la que había crecido le había vendido la idea de que ser independiente debía ser su meta, luego se expandió en su reflexión afirmando que cuando estaba en la carretera, por ejemplo, se había dado cuenta que dependía de la gente que viajaba a su alrededor. “¿Que me gano con ser el único dueño de un auto lujoso, si tengo que compartir la carretera con gente desconocida y además tengo que confiar en ellos y depender de que conduzcan bien y no propicien un accidente en el que puedo morir?” y de repente se vio a sí mismo atrapado en aquel auto convertible azul con el que siempre soñó y que no terminaba de pagar aún sin poderse mover porque la misma carrocería que lo había dejado alucinado el día que lo compró, lo había aplastado hasta convertirse en una especie de molde mortal. Gritó fuerte, pero todos los que estaban a su lado se limitaban a tomar notas y nadie parecía escucharlo o importarle el dolor que estaba sufriendo “¿que se supone que hace una persona independiente en estas circunstancias? Dependo de todos ellos para salir de aquí, antes de que este auto explote, pero no hacen nada por mí". Extendió su mano para tocar al bombero más cercano, pero su mano se dividió en dos, una transparente que se extendió pero que no conseguía tocar al hombre y otra más densa que descansaba en su nuevo molde de metal.

Su padre caminaba delante de él sin darle la cara mientras le decía que era afortunado porque no había tardado tanto en darse cuenta que somos interdependientes, que a sus escasos 28 años la mayoría seguían jugando a ser pequeños dioses de independencia terrenal, Jim trató de alcanzar a su padre pero este desapareció detrás de una puerta que se cerró súbitamente ante sus ojos, era la que separaba la piscina de su casa de la cocina, y ahí estaba su esposa con sus cinco meses de embarazo con la cena servida esperando por él y marcando insistentemente el celular, Jim se acercó a ella y le besó las mejillas, mientras ella se tocó la mejilla como limpiándose la humedad de sus labios, le preguntó como había sido su día, y ella sólo se quejó de que él no le hubiera respondido el celular en más de dos horas, él le dijo que estaba en una reunión y ella lamentaba si estaba siendo muy absorbente, pero se sentía vulnerable por el embarazo, Jim la abrazó pero le dolió la costilla cuando lo hizo y se dio cuenta que el hombre que estaba de blanco lo estaba moviendo de su molde de metal, lo sacaron cuidadosamente y lo cubrieron con una sabana blanca, el protestó porque le faltaría el aire si lo cubrían completo, y escuchó al bombero que no había podido tocar antes, responder su teléfono y decirle a alguien “I’m sorry Madame, ¿are you with somebody else?”

Regresó con su padre al bar de donde había salido unos minutos antes, y el pensaba que todo esto era un deja vu, que ya había vivido esa misma escena. Su amigo George le preguntó si se sentía bien, y Jim insistía en saber porque nadie le creía que se sentía mejor que nunca. Salió de allí y tomó su auto convertible azul que despertaba la envidia de sus compañeros de trabajo, hundió el acelerador como era de costumbre hasta el máximo y pensaba que tener una maquina así era para correrla. Un auto compacto delante de él, perdió el control, y Jim evadió el auto mientras la University Dr se tendió a sus pies completamente vacía y él hundía más el acelerador hasta fundirse con el infinito que emergía ante sus ojos.

“Hay que llevar su cuerpo a la morgue” dijo el hombre de blanco que lo había sacado de su molde de metal, en ese momento Jim comprendió de donde procedía su sensación de placidez, era libre, ya no tendría que cargar más con el molde de metal, ni pagar altos costos de gasolina para desplazarse, ni tenía que pretender que era mejor que los demás, pero lo más importante ahora si era independiente.




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