MI CONSTELACIÓN FAMILIAR.

Esta fue la primera vez que viajé a Colombia sin que mi madre estuviera enmarcada por la puerta blanca de su casita, en cambio me acunaron los brazos de la mujer que se convirtió en el ángel de la guarda de mi madre junto con Amelia. Esther es la esposa de un primo hermano mío por el lado de mi padre; y aunque tenía poco que ver con mi madre estuvo más cerca de ella, que aquellos a quienes les recorrió la misma sangre de ella. Fue inevitable que el llanto me alcanzara cuando la vi, acostumbrada a verla siempre en compañía de mi madre, fue difícil verla sin ella, y verme a mi misma sin el destino final de su abrazo leve pero firme, también fue inevitable que pensara que la familia la elegimos en el plano del alma, pero que en el plano terrenal algo fuera de nuestro control delimita los lazos familiares más fuertes que tenemos.

Tengo lazos familiares más fuertes con la familia lejana que con la cercana, la hija de Esther (prima en segundo grado) me recibió en su casa durante mi estancia en Bogotá y me hizo recordar cuando era bienvenida en casa de Carlina (tía Política) en la población de Yalí, creo que pocas veces me he sentido tan bien atendida en lugar alguno como en la casa de mi prima Paola. Fue como en los viejos tiempos, en los que la familia anfitriona se incomodaba porque el huésped revestía más importancia que uno mismo, porque recibir visita era un honor y había que garantizarles la comodidad a los visitantes. Al menos así recuerdo que se usaba también en mi casa, cuando mi madre me desplazaba de la comodidad de mi cama y tendía un colchón sobre el piso para que yo durmiera porque  la visita tenía que estar cómoda, también recuerdo que las comidas eran elaboradas con más cuidado y que la visita obtenía el trozo de carne más grande de la mesa.

Pero esa costumbre ha desaparecido, ahora cuando uno va de visita debe preguntar primero si será bienvenido, dependiendo de las deudas de gratitud que se hayan obtenido en el pasado, uno será bienvenido en alguna medida, si la deuda de gratitud es heredada, es decir que la deuda la adquirió un hijo o los padres, pues hay allí un motivo de fuerza mayor que obliga al anfitrión a proporcionarle el mejor recibimiento posible, pero lo que si ha desaparecido por completo es esa “absurda” costumbre de incomodarse por cederle la cama al huésped. Uno debe darse por bien servido que la empleada del servicio no sea interna y uno pueda ocupar la habitación de la empleada o que haya espacio suficiente en la sala o en el pasillo para tender un par de edredones y poder descansar.

Esther, uno de los ángeles guardianes de mi madre


Donde mi prima, tuve el paquete completo, no solo tenía una confortable habitación con baño privado disponible para mí, sino que parecía que llevaba días acondicionándola para mi llegada, me preguntaba con frecuencia que deseaba comer o beber, y en compañía de su esposo me llevaron de paseo a lugares que no conocía y pusieron a mi disposición y a la de mi esposo todas las comodidades de su casa.

Mis lazos familiares se renovaron y recordé lo que se siente tener la protección familiar, sentir los lazos fuertes de quien mi alma eligió y mi experiencia terrenal sigue eligiendo.

Siempre he querido saber porque elegí estos dos grupos de familia tan  apáticos emocionalmente (salvo algunas excepciones) los Jiménez tienen una afectividad relativa cuyo merecimiento depende del poder adquisitivo, y los Monsalve son fríos y apáticos por naturaleza, aunque los asisten razones diferentes son exactamente iguales, y les cuesta dar su brazo a torcer, estoy segura que elegí estos grupos familiares por alguna razón en especial y para ejercitar muchos músculos emocionales, cada vez que viajo a Colombia y me reencuentro con algún pequeño trozo de mi familia, el rompecabezas se va armando, y voy comprendiendo los motivos que mi alma tuvo para encarnar en este grupo, y aunque mi ego siente que no hay nada que agradecer a quienes no me alojan en su casa, en realidad hay mucho que agradecer. Las puertas cerradas también conducen a alguna parte.

Paola y su esposo, mis anfitriones.

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