LAS TRAMPAS DE UNA MALA AUTOESTIMA.
Nos regocijamos recopilando frases bellas que determinan lo que es tener una buena autoestima, pero no estamos atentos a nuestras conductas que gritan más que nuestras palabras. En estos días mi amigo A. me contó que estaba saliendo con una atractiva mujer, que además lucía inteligente, emprendedora y otras características más que ya olvidé, pero que había algo en ella que le hacía sospechar que era otra hambrienta afectiva más, y como él había tenido ya dos malas experiencias con mujeres que padecían de este tipo de hambre, y estaba tratando de romper el patrón que estaba siguiendo, la puso a prueba para ver hasta donde llegaba su hambre.
La llamó cuando sabía que ella estaba en el gimnasio tomando un clase, y ella respondió, “respondió! sabes lo que eso significa?” me dijo, y yo negué con mi cabeza para que me explicara mejor “significa que puso su celular cerca de ella, para poderlo escuchar, y que se salió de la clase para responderme, es decir que su necesidad de una llamada es más fuerte que su interés por ella misma, porque necesita que alguien le afirme que es importante, y esa necesidad solo puede proceder de alguien que no esta muy interesada en cuidar de si misma y en proteger sus espacios, y una mujer que no protege sus espacios no sentirá respeto por los de los demás”
Me impresionan los hombres brillantes que pueden darse cuenta de esos mensajes con los que pactamos cotidianamente cuando no estamos muy atentas y que delatan nuestra mala relación con nosotros mismos; y comparto con él su visión de la situación, Proteger nuestros espacios, y respetarlos forma parte de una buena relación con nosotros mismos, y de una buena autoestima. Esos espacios son aquellos en los que estamos ejerciendo alguna actividad para el bienestar de nuestro cuerpo, como comer, bañarnos, hacer ejercicio y usar el inodoro. Si cedemos estos espacios eso sólo habla de la poca importancia que le damos a nuestro cuerpo que es el templo de nuestra alma.
El nuevo estilo de vida que se nos ha abierto con la aparición de las redes sociales y la facilidad para participar en ellas, nos ha alejado más de nosotros mismos, vendiéndonos la idea de que estamos más cerca de los demás, de esa manera tenemos la atención en dos partes al mismo tiempo, en dos o más personas al mismo tiempo, alguna vez nos hemos preguntado ¿a quien beneficia eso? ¿a nosotros? ¿a los demás? pienso que a ninguno, en realidad el beneficio de la atención compartida lo obtiene el ego, cada ego se siente importante por estar recibiendo la atención que él siempre demanda, aunque esa atención sea a medias, sea superficial y no afiance lazos afectivos. Pero lo más lamentable de la atención compartida es que denota nuestra hambre afectiva reduciéndonos a mendigos emocionales buscando aquello que no somos capaces de darnos a nosotros mismos.
Quienes tienen problemas para respetar las leyes, sobre todo si esas leyes buscan proteger nuestra vida de nosotros mismos, también denotan problemas serios con su autoestima. Las leyes que nos protegen de conducir ebrios, sin cinturón de seguridad, a exceso de velocidad y sin seguro para el auto, son leyes que tienen como objetivo proteger nuestra integridad física, cuando no somos capaces de respetar una ley tan básica, sólo estamos expresando el poco amor y respeto que sentimos por nuestra vida. Mucho más que un problema de autoestima, este es un problema de auto agresividad. Quien no acata este tipo de leyes y que es incapaz de obedecerlas, deberá preguntarse porque se odia tanto a si mismo que desea morir. Este deseo está manifestado en el plano inconsciente, porque curiosamente quienes más incumplen estas leyes son los que aparentemente están más apegados a la vida. Si no tuviéramos ese sótano llamado inconciente a donde enviamos todas nuestras negaciones, quizá sería más fácil percatarnos de todo el rechazo que estamos experimentando por nuestro cuerpo, nuestra vida y sobre todo por esta maravillosa experiencia humana, pero tenemos ese sótano que nos protege de vernos en nuestra cruda realidad, y todos sabemos que a una penosa mayoría le fascina acumular cosas en sus sótanos, hasta que ese sótano está lleno y para poder guardar más cosas le toca sacar otras, es cuando usa nuestra conducta cotidiana para exhibir nuestras más absurdas negaciones.
Aunque la autoestima no es una guerra ganada sino una batalla diariamente librada, debemos revisarla cuando presentamos estos síntomas:
-Cuando hablamos por teléfono mientras nos estamos atendiendo a nosotros mismos, como cuando comemos, nos ejercitamos o usamos el baño,
-Cuando le damos a nuestros hijos todo lo que nosotros no tuvimos, comprando de esta manera el afecto de ellos
-Cuando no ejercemos nuestra autoridad con los hijos, por temor a no ser aceptados por ellos, o para congraciarnos con ellos, o en el peor de los casos para lavar nuestra conciencia cuando no les damos calidad de tiempo y atención.
-Cuando nos congraciamos con las opiniones de personas de autoridad, aunque no compartamos la misma opinión.
-Cuando consumimos sustancias toxicas para nuestro organismo, bien sea en la alimentación o consumos que nos gratifican emocionalmente (cigarrillos, drogas y alcohol, mala alimentación, comida en exceso)
-Cuando pactamos con relaciones interpersonales tóxicas.
-Cuando nos convertimos en el paño de lágrimas de aquellas personas que disfrutan recreando el mismo drama, con la misma persona, en el mismo escenario y por las mismas razones. Eso es no valorar nuestro tiempo y energía.
-Cuando le negamos el ejercicio físico a nuestro cuerpo, aunque sea en cantidades moderadas.
-Cuando necesitamos ser los redentores de todos lo que están en problemas.
-Cuando no somos capaces de detectar ninguna de las conductas anteriores.
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