SERENITY

En el 2009 Visité todos los recintos de mi ser durante la época de recuperación de una cirugía, opté por pasarla muy bien conmigo misma durante seis semanas, con lo cual tomé ese tiempo como una especie de retiro espiritual algo que todos deberíamos hacer por lo menos una vez al año. Durante este tiempo no respondí casi el teléfono, no tuve acceso a Internet, no conducía, fue como regresar a lo básico, a lo simple, y reconocí que los sentidos se expanden y uno disfruta más de sí mismo y de la vida.

Sólo escuché música clásica y de relajación, comí más saludable que nunca, pinté arco iris en mis uñas de las manos, me puse lápiz de labios rojo, caminé mucho dentro de mis capacidades físicas,  pacté con la naturaleza en el mar y en algunos parques, disfruté de mi ex esposo, de mi hija, del hijo de mi ex esposo, de mis amigos y de nuestros gatos.

La gran revelación fue mi grupo de amistades, que resultó más nutritiva de lo que imaginé, recibí regalos insospechados, amigos que llegaron con cifras de dinero considerables cooperando con las circunstancias, otros con comidas y bebidas, otros con regalos, mi casa siempre estuvo llena de Flores, llegaron regalos de otros países ¿que les puedo decir? maravilloso, ese fue un tiempo maravilloso. Cuando visité trozos de infierno me fundí con ellos, para poder apreciar mejor la diversidad contenida dentro de mí, eso me ayudó a sentir reverencia y respeto por la diversidad que hay allá afuera también.

Algunas de las flores que recibi en aquella epoca (2009)


Creo que pocas veces he tenido la oportunidad de bucear por las profundidades de mi misma y de mi alma, como esta vez. Leí muchos libros que me nutrieron, ayuné de ver videos y películas con contenido violento, la televisión estuvo limitada a un par de horas en el día y los fines de semana estuvo completamente apagada. Creo que vivir con uno mismo es más maravilloso de lo que imaginamos, lo difícil a veces es lanzarnos a la aventura de experimentar con el mejor compañero de ruta que podemos tener: nosotros mismos.

Consolé amigos que requerían de un abrazo o de palabras amorosas, acompañé a una amiga en una pérdida de esas que nos parecen absurdas cuando estamos inmersas en la experiencia, pero que el tiempo nos permite ver en ella, una etapa más de nuestro camino. Intercambié procesos de cicatrización con mi amiga Tina, ella me trajo un ungüento para mis cicatrices físicas y yo le di lo mejor de mi para que comprendiera y cicatrizara la herida que le dejara la traición de quien ella consideró su mejor amiga por algún tiempo. Me inscribí en un concurso de poesía despojada de la expectativa por un resultado a mi favor, participar para mí ya es ganar.

En fin, si recitara en este artículo todas las experiencias que le dieron más significado a mi vida, seguramente que ocuparía mucho espacio. Lo más importante es que a pesar de que me levantaba con todo un día por delante en que a veces me sentía adolorida e incomoda físicamente, siempre tuve la capacidad de optar por agradecer lo que estaba bien en mi día; y eso para mí constituye un regalo. Verifiqué que hay mucho que uno puede hacer con uno mismo, que el lugar para el aburrimiento está solamente en la manera como percibimos nuestro entorno.

Hace una semana hice lo mismo, sólo que sin cirujanos de por medio y en condiciones muy diferentes, me perdí en un crucero por el caribe con mi hija durante una semana, me desconecté de todo tipo de medios de comunicación pero sobre todo de la Internet, a voluntad, ya que si hubiera querido la habría podido acceder con lo modernos que son los barcos ahora. Estar mar adentro, mirar los cuatro puntos cardinales y sólo ver agua me recordó nuestra soledad en el buen sentido. Me perdí en la zona del barco que más me deslumbró y que ellos llaman “Serenity” y allí me olvidé del mundo temporalmente. Por algún motivo serenity está en una de las mejores locaciones del barco, tiene dos jacuzzis con una temperatura maravillosa e ideal, un número considerable de sillas para tomar el sol y una sala de sombra para quienes no disfrutan del sol. Allí sólo pueden entrar personas mayores de 21 años y la premisa es no hablar, no al menos en voz alta, allí podemos leer, meditar, hacer yoga, y disfrutar del jacuzzi en una paz que mis sentidos reclamaban hace rato, ningún sonido del exterior penetra aquel lugar donde el mar abierto se impone y nos muestra lo que va quedando atrás, es decir mucho y nada, como en nuestra vida, dejamos atrás muchas experiencias vividas que se convierten en nada cuando terminan, así mismo ese océano era apropiado por todos nosotros por segundos para después quedar vacío, sumido en su absoluto silencio y en una quietud lentamente conquistada.

Mi adorada hija Jessica y yo


Durante una de mis inmersiones en el jacuzzi un hombre entabló conversación con una pareja que estaban allí, le escuché expresarse muy mal de la gente que no estaba en serenity, los que rumbeaban en el barco y los que visitaban el casino, cuando decidí abrir mis ojos  y nuestras miradas se cruzaron quiso compartir conmigo las mismas quejas, pero yo estaba allí por razones diferentes, así que simplemente salí del agua y le dije que estaba en mi día de silencio, me quedé pensando en que sus razones para estar allí eran diferentes de las mías, yo estaba allí porque quería todo lo que ese lugar me aportaba, él estaba allí porque rechazaba el resto del barco, porque sentía rechazo por el ruido de la gente, y pensé que nuestras preferencias muchas veces están viciadas por nuestros rechazos, y me pregunté si él estaría disfrutando tan intensamente aquellos momentos como yo, o si le estaba entregando su energía vital a lo que estaba evitando y eso le restaba capacidad de estar en el aquí y el ahora. Más tarde le notificaron que debía hablar menos si realmente estaba interesado en permanecer allí por más tiempo, creo que eso respondió a mis preguntas.

El último día del crucero, me sumergí en serenity varias horas, el tiempo no estaba tan bueno, y el mar estaba vestido de  un color oscuro imponente, mientras el barco dejaba en plena mitad del océano unas líneas de unos azules verdosos que me recordaban su belleza innegable, pensé en Omladeva (el espíritu del mar) y fue inevitable pensar en una encumbrada dama vestida con un traje negro con una líneas tejidas de varias gamas de azules en el centro, me gustó pensar que se había vestido de oscuro como luto por nuestra partida, cuando empezó a llover comprendí que el cielo también estaba triste, y aunque yo quería estarlo, me sentía demasiado feliz para empañar ese momento con nostalgias por lo que aún no terminaba, pero sobre todo mirar el océano sin final a mi vista me recordó que vivo en un universo de infinitas y maravillosas posibilidades y que cuando he llorado por lo que he dejado atrás, después no ha tenido sentido porque lo que ha llegado siempre ha sido mejor que la experiencia anterior. El apego a las personas y a las cosas es solo una muralla que le ponemos a más experiencias y personas que están por llegar a nuestra vida, hay tantos lugares para hacer un retiro personal y reunirse con lo mejor de uno mismo, que a veces ni siquiera nuestra imaginación nos permite reconocerlos en nuestros mejores sueños.

El mar a mis pies en "serenity"

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