RELACIONES TRANSACCIONALES
“Sana mi mente para ver detrás del ataque del otro, el
miedo del hermano herido” (Un curso de milagros).
He comprendido que no ofrecemos amistad incondicional,
sino nuestro más ferviente deseo de poder hacerlo, que es muy distinto; y las
razones por las que lo hacemos es porque necesitamos recibir lo mismo, o porque
en el momento en que la ofrecemos necesitamos beneficiarnos de los demás o del
contacto con ellos de alguna forma, muchos le llaman a esto oportunismo, yo lo
llamo mecanismo primario de supervivencia y pienso que es lo mismo que cuando alguien
roba alimentos para poder comer, ofrecer lo que no podemos dar a cambio de un
beneficio es de alguna manera robar la confianza y la credibilidad de las
personas, pero nunca lo vemos de esa forma, porque tenemos la mejor imagen de
nosotros mismos y en todo caso nunca será la imagen de ladrones, siempre
pensamos que los ladrones están por fuera haciendo cosas horribles como
apropiarse de lo que no les pertenece por puro egoísmo, algo que no es muy
distinto de lo que nosotros mismos hacemos cuando robamos recursos incluso no
renovables como el tiempo, la confianza, la credibilidad y el amor de las
personas.
De las cosas buenas que he aprendido en Estados Unidos es
que hay que pagar todo beneficio recibido con dinero, cuando uno paga con
dinero un favor, uno no queda en rojo con la otra persona por tiempo
indefinido, esperando en que momento el otro viene a cobrar esa deuda de
gratitud que está pendiente, el dinero tiene la facilidad de cerrar
transacciones y hace menos posible que abusemos de nuestros amigos o que seamos
abusados.
Todo esto surgió a raíz de que dos amigas quienes han
querido ofrecerme su amistad incondicional, no pudieron ser consecuentes con su
ofrecimiento cuando después de diez años en que finalmente lo necesité me
cerraron las puertas de sus casas y de sus vidas en mis narices, al principio
me sentí muy decepcionada y muy triste, porque les creí, porque pensé que su
ofrecimiento era cierto, pero después recapitulando comprendí que mi necesidad
de que eso fuera cierto era más grande que la realidad, porque la verdad es que
ellas me habían mostrado su realidad (que no podían ser esas amigas) todo el
tiempo, en cada uno de sus actos y de sus experiencias, yo fui quien no quiso
ver esa realidad, yo fui quien solita me ilusioné con un patrimonio
inexistente. Pero con el paso de los días se me reveló la razón por la que
ellas se movían de lugar en mi menú social. Hace algún tiempo he venido
conociendo personas que creen en el intercambio de recursos y que están
dispuestas a intercambiar servicios y cosas sin usar el dinero como
intermediario, aunque las personas que estamos listas para este tipo de
transacción somos una lastimosa minoría, pienso que estoy convocando cada día más
este tipo de personas, por cuanto la gente nueva que estoy conociendo resuena
con esa filosofía.
La vida no me está quitando amigas, me las está
cambiando, está renovando mi círculo social y me está brindando la oportunidad de ver bajo otro espectro a quienes no ven la amistad con los mismos ojos míos, ahora sé que hay personas con quienes es mejor usar el
dinero como intermediario en las relaciones, porque no
comprenden en esencia el significado del intercambio de servicios y recursos,
pagar por lo que se recibe es de alguna manera tener las cuentas claras y de esa manera la amistad puede conservarse bajo más respeto por nuestra diversidad, porque no hay promesas
transaccionales de por medio sino individuos dispuesto a compartir y aprender
de sus experiencias, aunque suena un poco comercial, me gusta pensar que todo tiene un precio y a lo mejor hay amistades por las que vale la pena pagarlo en efectivo.
Después de este episodio me reuní con mis amigos quienes
han sido los mismos durante mucho tiempo; y me di cuenta que mi amistad con las
mujeres se renueva con más frecuencia que mi amistad con los hombres, los
hombres tienden a ofrecer menos cosas en la amistad y por lo tanto a esperar
menos, ellos parecen fluir con el día a día, e irónicamente pueden ser más
incondicionales que las mujeres, y si a eso le agregamos que no son tan
infidentes como las mujeres, eso hace de ellos el mejor plato de un buen menú
social.
En este momento la amistad femenina en mi vida es una
crisálida que está en proceso de desplegar sus alas para divisar nuevas mentes
y nuevos corazones, no usaré esta experiencia para tener miedo de volver a
confiar en nuevas amigas, sino como herramienta de conocimiento, estoy
consciente que cada desencuentro sólo me conecta con heridas del pasado que no
he sanado completamente y que mis amigas en este caso son ese maravilloso vehículo
para que sane esas heridas, también son un medio para verificar si de verdad la
confianza en la raza humana es tan férrea como creo; y que si es posible seguir
confiando en la gente, los desencuentros con las amistades son la mejor manera
de saber más acerca de la naturaleza humana y sustraerme a ello es tanto como
negarme a conocer mi propia naturaleza.
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