LA COSIFICACIÓN DE LA MUJER.
Una cirujana plástica me escribió muy cortésmente diciéndome
que no comparte la manera como escribo sobre las prótesis de senos y otros
lugares geográficos de la mujer, y me ofrece hacerme unas buenas tetas si es
que lo mío es una especie de envidia, le dije que si me las podía hacer en la
espalda estaría gustosa, así los tipos no tienen que mirarme sino por un solo
lado.
No solo ella, muchas mujeres que leen mis artículos, piensan
que tengo envidia de sus protuberancias porque yo no las tengo, no al menos en
la parte delantera de mi cuerpo. Para ellas yo denigro al rol femenino, para mi
son ellas quienes lo hacen porque desde mi perspectiva, esta demanda y oferta
de la modificación del cuerpo femenino es otra manera de pactar con la agresión
a la mujer.
La otra vez una chica también me habló de lo mismo, por
cierto muy asertiva y amorosamente, sólo que esta vez me senté a explicarle
cual es mi punto con frases y conceptos elaborados para no decirle todo eso en
una sola frase: que la cosificación de la mujer ya no es un asunto de machos
sino de hembras, y que me parece que las mujeres no son concientes de que
cuando se hacen esta especie de
restauración física, ponen en desventaja nuestro rol en la sociedad, pero sobre
todo ante la fauna masculina.
Anteriormente la mujer era cosificada por el hombre sin
importar que tan culta fuera la mujer, que tanto estudiáramos para estar a la
par, un día sin saberlo resultábamos convertidas en juguete sexual siendo
acomodadas de diferentes formas y posiciones en la cama, para el deleite del
macho y en una penosa mayoría de veces en contra del deleite propio. Y es que
esto viene de mucho tiempo atrás, porque el concepto que manejan los cuentos de
hadas no es otro que el largo camino de dolor y sufrimiento recorrido para
poder disfrutar de la compañía de un príncipe. Algunas eligieron besar
batracios que se convertirían en príncipes en algún momento, de ahí que muchas
mujeres elijan literalmente a un sapo forrado en dinero porque saben que el príncipe
no es el sapo sino la comodidad que se han asegurado con el dinero de ese sapo,
o porque con el dinero del sapo, tienen acceso al fogoso aunque pobre príncipe
que si las satisface.
Otras eligieron cortarse el cabello como falso símbolo de liberación,
cuando solo cambiaron el verdugo femenino de una madre tirana por un verdugo
masculino que entre otras cosas tenía un pasado judicial nada decoroso.
Otras eligieron ser la sirvienta de una madrastra desalmada y
pagar el precio de la humillación que las conduciría al príncipe que las sacaría
de la pobreza. Pero nunca hemos sabido que paso después de ese “y fueron
felices y comieron perdices” ¿realmente las comieron? O ¿se tuvieron que
conformar con el estiércol de las perdices?
En todo caso el mensaje es claro hay que pagar un precio por
la compañía de un hombre, entre más caro sea ese precio en términos de renuncia,
de inversión de tiempo, de humillación o de muchos ceros a la derecha de una
cifra para obtener una falsa belleza, mejor será la compensación.
Todo esto me ha ubicado en una posición desventajosa en el ámbito
femenino, soy poco más o menos la bruja malvada del cuento que muestra la parte
oscura de la historia, y aunque conscientemente no me he sentido ni envidiosa
ni tentada a hacerme una cirugía, ni siquiera como parte de un proyecto
experimental para medir mi autoestima antes y después de, es posible que haya
envidia en mi sombra, en esa parte a la que uno tiene poco acceso por falta de
luz y de conciencia, me entrego por completo a esa posibilidad.
Pero aunque fuera cierto que siento envidia inconsciente, eso
no cambia el hecho de que las mujeres también hemos cosificado a la mujer, la
hemos reducido a un objeto de placer bien sea visual o manual del macho, y con
ello muchas han obtenido ventajas laborales y profesionales sobre otras que
teniendo más talento no son visualmente deseables y dignas de posar en un buen
mostrador empresarial, y esa es una realidad, que hay que
mostrar; y a mi se me antoja mostrarla, no porque haya sido mi caso, ya que
afortunadamente vibro en una frecuencia laboral donde mi perfil interno ha
podido brillar más que mi cuerpo, sino porque en el mundo artístico en el que
me desenvuelvo he visto talentosas mujeres con voces prodigiosas que harían
temblar un escenario con miles de espectadores con sus voces y con su talento
para componer letras musicales, pero que han quedado sepultadas en escenarios
menores porque se han rehusado a modificar su fachada para ser mejor
“vendidas”.
Esta semana leía un artículo sobre las nuevas muñecas de
silicona que se construyen en Japón, leyendo la primera parte del artículo, donde
describen como un hombre posee sexualmente a una muñeca de silicona, no es nada
diferente a como es en la vida real, con una prostituta, con una actriz porno y
lo más crudo con una mujer de la vida real, como usted o como yo, pero mejor les
dejo el enlace del artículo (ya que no se deja copiar) y saque usted sus
conclusiones acerca de la cosificación femenina, porque el hecho de que somos
un producto más de la sociedad de consumo, eso ya no está en discusión porque
ha pasado a ser una pobre, cruda y triste realidad.
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