VIRGINIDAD MASCULINA.
No puedo recordar exactamente cuando nos besamos por primera vez, sé que
nos tomó tiempo, él era tradicional, y yo, pues todos saben que he sido una
liberal empedernida, aún así estuve esperando por ese beso durante mucho
tiempo, también he de reconocer que el hecho de que él fuera virgen, incrementó
mi interés por él, siempre había fantaseado con
un hombre virgen, y él contaba ya con 20 años y lo seguía siendo.
Fui presa de su aliento y de esa sensualidad que él derrochaba, algo nuevo
y desconocido para mí. Estaba cansada de la rudeza masculina, de sentirme como
un recipiente succionador de semen, solucionando la urgencia genital de los
machos. Y llegó él, que sentía en cada poro de su piel, que parecía que sentía
en tercera dimensión y que podía besarme
durante horas y pasear sus manos por mi cuerpo, como si mi piel fuera tan
infinita como el universo mismo, que me permitía acariciar su cuerpo sin la
urgencia de la genitalidad. Se convirtió en el compañero de juegos perfecto,
que sabía muy bien como combinar romanticismo, erotismo y sensualidad de una
manera perfecta. Podíamos solamente conversar toda la noche, aunque lo que nos dijéramos
se perdiera en el infinito y luego no lo pudiéramos recordar, los amantes
gustan de mirarse a los ojos y decirse embustes que tienen que lucir como verdades para no condenar el momento a una desilusión
temprana. Y nosotros no lo hacíamos distinto, aunque él ahora diga que la única
que lo hizo fui yo, me refiero a decir embustes.
Es verdad que en aquel entonces yo tenía tanta creatividad como ahora, sólo
que en vez de escribir en un blog lo hacía en su piel, lo que fuera a cambio de
su audición, de su capacidad de asombro, de sus manos caminando por mis brazos,
del brillo cegador de su mirada y de la desembocadura de sus labios en los míos.
Sí, tuvimos una relación transaccional, aunque la transacción siempre fue
tácita, algo debió obtener él de mí, si permanecía a mi lado aún en contra de
su madre que no disfrutaba de la más minima simpatía por nuestra relación. Aún en contra de la intensidad emocional en la que nos sumergimos en donde
los títulos de apropiación empezaron a pedir su lugar. Los dos sabíamos lo que éramos,
pero había mucha curiosidad que satisfacer, y el que dirán siempre será ese
monstruo que nos fastidia con todas sus expectativas sobre nuestros hombros,
por eso ante la pregunta de que clase de relación teníamos decíamos que
nosotros “somos” a secas, sin explicación
que justificara la magia que emergía alrededor cuando estábamos juntos. Él sabía
que me gustaban poco los títulos y supongo que por eso se inventó eso de
“somos” quizá porque cuando somos podemos dejar de serlo con la facilidad que la
mala memoria otorga.
Comentarios
El juego de palabras y la complicidad de lo poético me hace vibrar... igual que tu actitud abierta y honesta ante la vida.
Abrazos!