EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LAS ENCOLERIZADAS.



Sé reconocer una arpía a buena distancia. Quienes saben de qué les estoy hablando, reconocen que las arpías libran batallas sin causa, porque la mayoría de las veces la causa está en nuestra imaginación y nada más. Aunque las arpías están convencidas que son muy intuitivas, la verdad es que muchas veces les falla, las mujeres perdemos la conexión con nuestro instinto salvaje mientras más salvaje sea nuestro comportamiento, puede sonar contradictorio, pero para conservar nuestro instinto salvaje se necesita más inteligencia que fuerza bruta.

Dicen los expertos que todas las mujeres viajamos por la fase de la  arpía al menos una vez al mes, durante el síndrome premenstrual, donde la bruja interior se hace más visible y nos hace intolerantes y absolutamente vulnerables, algunas mujeres se estacionan en esta fase, se identifican con los pensamientos de inseguridad que nos acuden en esta época por cuenta de nuestras hormonas y adoptan esta fase como su estilo de vida, se cree que es un desorden mental, al que no se le presta mucha atención hasta que consecuencias, a veces funestas, consiguen que se le de la importancia que se le ha negado. Entonces algún médico a la conveniencia de la industria farmacéutica las diagnostica de bipolares o esquizofrénicas y les jode la vida para siempre, es por eso que es mucho mejor reconocerse arpía a tiempo y hacer algo al respecto, antes que otros lo hagan por uno, y se beneficien escribiendo libretos de películas para Lifetime.

Una arpía selecciona su presa porque su sentido de valía femenino y su poder de seducción se siente amenazado no por el de otra mujer, sino por su falta de amor propio y por su incapacidad para darse valor a si misma, eso es suficiente para que emprendan  una batalla sin tregua. Primero tratan de ser amigas de la presa para averiguar la mayor cantidad de información posible, y sobre todo saber cuales son sus partes vulnerables, en eso los hombres no son tan calculadores y pacientes con sus adversarios, como suelen serlo las mujeres en fase arpías. Son capaces de fingir una simpatía inexistente y hasta una amistad por el tiempo necesario, sean días, semanas meses y hasta años, si es necesario, con tal de poder dar el golpe bajo exitosamente.

Aunque la presa (que también tiene esa aguda intuición que todas llevamos dentro) suele percatarse de la falsedad de la arpía,  le abona el beneficio de la duda, ingrediente este que le debemos a nuestro instinto maternal y nutricio, la presa nunca sabe a ciencia cierta porque la arpía la odia, pero lo siente, lo percibe, le llega por vía electromagnética  todo su pasivo rechazo.

La arpía se meterá en tu Facebook y en todas tus redes sociales para estar al tanto de lo que sucede contigo y con su tesoro universal, porque está convencida que su pareja es un patrimonio cultural de la humanidad femenina que sólo le pertenece a ella. Eventualmente te hablará por el chat, y aunque no comprendas la dinámica de la misteriosa comunicación, siempre saldrá esa redentora femenina, dándole más oportunidades a la arpía de obtener cada vez más información sobre ti.



Se meterá en grupos a los que tú también perteneces y si puede se hará administradora para manipular la información que publicas y empezar su verdadera misión de soldadita de batalla, pues su labor más importante será demeritarte en público, hacerte lucir como la loca del grupo que no sabe de lo que habla, porque si ella te ataca y te provoca y respondes a su provocación, ella borrará sus provocaciones y las cambiará por comentarios mesurados y elegantes y por supuesto dejará tus respuestas que te harán lucir como la desequilibrada del grupo.

Con este tipo de conductas y con una persecución cibernética fríamente calculada y manipulada, donde ella siempre quedará en limpio y tu serás la mala de la historia, ella pretende ganar una guerra que sólo se libra en su imaginación, en una mente enferma que la mayoría de las veces es alimentada por una pareja codependiente que con su comportamiento  sumiso patrocina este tipo de conductas, te saca de quicio y por ahí mismo te saca de sus vidas para siempre, porque su estocada final será asegurarse que su patrimonio cultural que tanto defiende, te borre y te bloquee de las redes sociales, no sólo por loca, sino porque no eres un elemento conveniente para esa unión matrimonial tan perfecta, que sólo ella y por supuesto su pareja saben que no son. No sin antes tomar medidas de precaución convirtiendo a algunos amigos en común (aquellos con poco criterio personal) en enemigos en común.

Aunque la arpía piensa que ganó la guerra contra una enemiga imaginaria más, la verdad es que los tiempos modernos hacen cada día más difícil borrar a alguien de la vida de uno tan definitivamente, pues quedan las fotos en común, donde alguien ocasionalmente comentará y la notificación llegará y aparecerá de nuevo la “enemiga” en forma de roncha cibernética a rascarle en su intimidad y a incomodar. Pero lo más duro aún, es que siempre quedan algunos amigos en común, los que no sabrán jamás de esa guerra anónima que la arpía libró contra la presa; y un día uno de esos amigos escribirá inocentemente tu nombre en el muro del patrimonio cultural ( léase esposo de la arpía) y dirá cosas bonitas sobre ti, ante lo cual la arpía tendrá que aceptar que la única manera de borrar a alguien de su vida y bloquearlo para siempre es asesinándolo, porque la tecnología sólo permite desapariciones parciales, a menos claro está que la arpía decida renunciar al mundanal ruido y a las redes sociales para guardar su patrimonio cultural en un  lugar “seguro” aunque para una arpía la palabra seguridad siempre será esa utopía que no la deja en paz.


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