RUBIELA

 Mi madre y yo empezábamos de cero como por tercera vez en la vida y  mi primo Gustavo ( RIP) con su esposa Rubiela,  nos abrieron las puertas de su casa.  Rubiela además  nos abrió las puertas de su corazón. Supe tardíamente que también eran tiempos difíciles para ellos, pero  Rubiela derrochaba una generosidad tan grande que no daba pie a sospechar que su situación era casi tan precaria como la de nosotras. 

Mi madre y yo comprábamos el diario  en una tienda que quedaba diagonal a la casa de Rubiela. El  arroz, el aceite, la sal, el café y casi todo  lo obteníamos en porciones personales que vendían  en bolsas plásticas, porque no podíamos hacer un mercado completo. Mi madre esperaba a que la burocracia de mi país le otorgara sus dos pensiones del magisterio y como buena administradora conseguía darle buen uso a sus ahorros hasta que llegaron sus pensiones. Rubiela hacía literalmente magia con lo que se compraba, unas sopas y unos guisos exquisitos acompañados de arroz y algunas rodajas de tomate con un par de lechugas eran mi menu favorito. No recuerdo que ella protestara por cocinar para todos, quiza reconocía las pocas habilidades de mi madre en la cocina. 

Por aquel entonces la muerte se paseaba alrededor nuestro, la suegra de Rubiela, mi tía, enfermó de cáncer y encontramos en ella además de buena chef una excelente cuidadora de mi tía hasta que la muerte nos la arrebató.
Rubiela y yo fuimos compañeras en la adversidad, rescatando nuestra sonrisa aún en los momentos más oscuros, puede ser que concientemente no lo reconociéramos, pero la realidad que nos circundaba nos hacía cómplices en el dolor. 

Ahora que he tenido el privilegio de compartir con ella de nuevo, fue como si la vida nos debiera éstos momentos en una realidad más bonita, y supimos cobrarnos. Encontré su corazón cargado de bondad como siempre, con una capacidad no sé, si de perdón, de olvido o de comprensión por aquellos que nos lastimaron alguna vez. Ahora disfruta de una cosecha muy abundante. No tiene oveja negra en su familia, disfruta de sus hijos productivos y amorosos con ella y de sus nietos. Vive en una casa  hermosa que ha construido a su gusto y donde llega todo el que desea y encuentra un refugio amoroso en sus abrazos y en sus exquisitas recetas . En su casa nos reunimos  los días siguientes a la muerte de mi primo Antonio y como un rito de pasaje visitamos el pasado a través de la tradición oral, cada uno invocó nuestros antepasados recreando sus anécdotas. Fue un momento para curar heridas del pasado y para reafirmar el afecto que nos une. Esa es ella una conciliadora que no necesita hablar mucho de si misna porque sus actos  lo dicen todo. Vivir a Rubiela otra vez, es una experiencia que inspira a ser como ella a impregnarse un poquito de su infinita generosidad y capacidad de amar.




Comentarios

Entradas populares de este blog

HADA DE LAS ALAS ROTAS.

LA SEXIGENARIA

LA RESURRECCIÓN DE COQUITO