SE ME PERDIÓ DIOS.
Al igual que a una amiga cercana mía, se me perdió Dios, no he sabido cuando pasó exactamente pero intuyo que ha ido pasando en los dos últimos años. Aunque lo reconozco besando mis pies cuando una ola del mar sale a mi paso, no puedo estar segura si es Dios besando mis pies o si es Dios en mis pies otorgándome el placer de reconocer la majestuosidad de una ola. Una ola mar adentro me puede ahogar, una ola es lo que le produce suficiente adrenalina a un surfista, una ola a mis pies es la dulce caricia del mar recordándome que hay una fuerza organizadora que sigue siendo un misterio para todos.
He visto a mucha gente a mi alrededor rogándole a Dios por favores que jamás se manifiestan, también he visto a gente que no pide nada y que adquiere todo con una facilidad asombrosa, otros que piden y obtienen medianamente sus respuestas, y otros que sólo agradecen y unas veces tienen y otras veces carecen, creo que estoy en el último grupo.
Este año sobre todo ha sido un tiempo de pruebas de verificación, es como si todos los exámenes terrenales se me hubieran programado juntos, y supongo que es el momento de verificar una vez más (igual que en las mejores universidades) lo que he aprendido en teoría, y aunque a veces no paso alguna prueba, me atrevería a decir que me voy acercando aunque para ello tenga que seguir repitiendo algunas materias.
Hay opiniones de toda índole, algunos piensan que soy una persona "desafortunada" que esta teniendo una racha de "mala suerte", otros que un planeta está mal parqueado en alguna casa de mi carta astral, y que por lo tanto no estoy bien espectada astrológicamente, que no tengo la casa armonizada con el feng sui, que no estoy asistiendo a la iglesia lo suficiente, que no estoy orando correctamente, que estoy practicando la religión equivocada, que no estoy meditando correctamente, que no estoy practicando las afirmaciones diariamente, que no estoy en posición yoga recitando mantrams, que no estoy haciendo mandalas, que no estoy practicando los mudras perfectamente, que no estoy enviando luz al mundo, que no estoy perdonando, que no estoy tolerando, y una colección más de "no estoy".
A mí me gusta pensar que soy una obra de arte que está siendo esculpida y que cada nuevo reto es el martillo de esa fuerza organizadora (póngale el lector el nombre que quiera) retirando lo que no soy, lo que me sobra, para que su obra, es decir yo, sea lo más perfecta posible.
Sólo que cuando ese martillazo golpea mi vida es cuando todo se torna oscuro, y sin importar cuantos años haya estudiado en diferentes escuelas espirituales, cuantos libros de superación y espiritualidad haya leído, a cuantas comunidades espirituales haya pertenecido a veces tropiezo con retos que se quedaron por fuera de tanto supuesto conocimiento. Es cuando se me pierde Dios y me siento perdida, sin horizonte, y solo me resta reconocer que no sé nada, que quizá he pasado mucho tiempo recolectando conocimiento y que el laboratorio esta aquí frente a mí para que ponga en práctica tanta belleza por escrito y de segunda mano. Es cuando comprendo que me he conformado con la fragancia del conocimiento.
Muchas veces me he quedado sin respuestas, aunque cambie las preguntas, a veces he reconocido que lo único que puedo hacer es sobrevivir al momento presente amparada en la certeza de que no soy el conjunto de huesos que estoy mirando en el espejo, que tampoco soy lo que se dice de mí, ni siquiera la que yo misma pienso que soy, cuando eso pasa, me asomo a la rendija más pequeña de mi conciencia y trato de contactar a mi propio observador, ese que me habla en clave, que me ayuda a ver en el más grande verdugo el mejor maestro que he elegido, y en la más difícil experiencia una oportunidad muy bien empacada. Pero lo más importante que me ocurre cuando transito por la oscuridad de mi ser es encontrar al final de ese túnel que no promete fin la sonrisa de mi esposo, resplandeciendo en medio de mi oscuridad. Es un hombre simple que no ha asistido a ningún taller de superación, que no lee libros de superación, que no aprendió en ninguna escuela a meditar, que no pertenece a ninguna congregación religiosa, que no tiene conocimiento "espiritual" almacenado en su cerebro, pero que por algún extraño misterio sabe como poner en práctica lo que los demás hemos aprendido en teoría. Es cuando recuerdo lo que mi madre decía "cuando Dios no viene, manda al muchachito" quizá se me haya perdido Dios pero a lo mejor dejó a mi esposo, ya no para que recolecte la manera teórica de hacer las cosas, sino para llenarme de coraje e inspirarme a seguir su ejemplo.
He visto a mucha gente a mi alrededor rogándole a Dios por favores que jamás se manifiestan, también he visto a gente que no pide nada y que adquiere todo con una facilidad asombrosa, otros que piden y obtienen medianamente sus respuestas, y otros que sólo agradecen y unas veces tienen y otras veces carecen, creo que estoy en el último grupo.
Este año sobre todo ha sido un tiempo de pruebas de verificación, es como si todos los exámenes terrenales se me hubieran programado juntos, y supongo que es el momento de verificar una vez más (igual que en las mejores universidades) lo que he aprendido en teoría, y aunque a veces no paso alguna prueba, me atrevería a decir que me voy acercando aunque para ello tenga que seguir repitiendo algunas materias.
Hay opiniones de toda índole, algunos piensan que soy una persona "desafortunada" que esta teniendo una racha de "mala suerte", otros que un planeta está mal parqueado en alguna casa de mi carta astral, y que por lo tanto no estoy bien espectada astrológicamente, que no tengo la casa armonizada con el feng sui, que no estoy asistiendo a la iglesia lo suficiente, que no estoy orando correctamente, que estoy practicando la religión equivocada, que no estoy meditando correctamente, que no estoy practicando las afirmaciones diariamente, que no estoy en posición yoga recitando mantrams, que no estoy haciendo mandalas, que no estoy practicando los mudras perfectamente, que no estoy enviando luz al mundo, que no estoy perdonando, que no estoy tolerando, y una colección más de "no estoy".
A mí me gusta pensar que soy una obra de arte que está siendo esculpida y que cada nuevo reto es el martillo de esa fuerza organizadora (póngale el lector el nombre que quiera) retirando lo que no soy, lo que me sobra, para que su obra, es decir yo, sea lo más perfecta posible.
Sólo que cuando ese martillazo golpea mi vida es cuando todo se torna oscuro, y sin importar cuantos años haya estudiado en diferentes escuelas espirituales, cuantos libros de superación y espiritualidad haya leído, a cuantas comunidades espirituales haya pertenecido a veces tropiezo con retos que se quedaron por fuera de tanto supuesto conocimiento. Es cuando se me pierde Dios y me siento perdida, sin horizonte, y solo me resta reconocer que no sé nada, que quizá he pasado mucho tiempo recolectando conocimiento y que el laboratorio esta aquí frente a mí para que ponga en práctica tanta belleza por escrito y de segunda mano. Es cuando comprendo que me he conformado con la fragancia del conocimiento.
Muchas veces me he quedado sin respuestas, aunque cambie las preguntas, a veces he reconocido que lo único que puedo hacer es sobrevivir al momento presente amparada en la certeza de que no soy el conjunto de huesos que estoy mirando en el espejo, que tampoco soy lo que se dice de mí, ni siquiera la que yo misma pienso que soy, cuando eso pasa, me asomo a la rendija más pequeña de mi conciencia y trato de contactar a mi propio observador, ese que me habla en clave, que me ayuda a ver en el más grande verdugo el mejor maestro que he elegido, y en la más difícil experiencia una oportunidad muy bien empacada. Pero lo más importante que me ocurre cuando transito por la oscuridad de mi ser es encontrar al final de ese túnel que no promete fin la sonrisa de mi esposo, resplandeciendo en medio de mi oscuridad. Es un hombre simple que no ha asistido a ningún taller de superación, que no lee libros de superación, que no aprendió en ninguna escuela a meditar, que no pertenece a ninguna congregación religiosa, que no tiene conocimiento "espiritual" almacenado en su cerebro, pero que por algún extraño misterio sabe como poner en práctica lo que los demás hemos aprendido en teoría. Es cuando recuerdo lo que mi madre decía "cuando Dios no viene, manda al muchachito" quizá se me haya perdido Dios pero a lo mejor dejó a mi esposo, ya no para que recolecte la manera teórica de hacer las cosas, sino para llenarme de coraje e inspirarme a seguir su ejemplo.
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Adelante.