ENTRE EL DEBER Y EL QUERER

La vi de nuevo hace poco, parecía una buena caricatura de la hermosa mujer que alguna vez fue, me impresionó porque pese a su juventud luce cansada, su piel está seca y su belleza había dejado algunas huellas de su existencia en su rostro, era como una flor cuando acaba de marchitarse, bostezaba después de que terminaba cada frase pese a que eran sólo la una de la tarde, y tenía ese tono en la voz tan despectivo, de aquella a quien la vida le importa poco, o de aquella a quien pocas cosas le importan ya.

Mantenía su mirada perdida en un horizonte lejano que exhibía una resignación y una apatía aplastante con el mundo, como si esa fuera la única manera de expresar el descontento que no es capaz de expresar verbalmente.

Conduciendo su lujoso auto del año y mientras le robaba unos minutos a su trabajo, me contó que trabaja siete días a la semana y que come mientras trabaja, o en el mejor de los casos mientras conduce, que toma varias tazas de café en el día para poderse mantener en pie, que no hace ejercicio porque no tiene tiempo y que un hombre no le hace falta porque esta muy ocupada ya que tiene dos trabajos, y su horario está lleno, yo la escuché silenciosamente, pero tan escandalizada como lo hubiera estado mi madre si le hubieran hablado de orgías. Luego dijo que le gusta su vida con un tono de voz que ni ella misma se lo creía y que prefiere trabajar así sin descanso a padecer el estrés que le causa no tener dinero y no poder tener las cosas que tiene, y esa frase se quedó viviendo en mi memoria.

Sostuvo un monólogo porque ella no estaba interesada en saber de mí en lo mas mínimo, y pienso que fue mejor así porque intuyo que mi vida le hubiera resultado muy aburrida. A pesar de que su estilo de vida no es deseable para mí, me resulta interesante porque es lo que constituye la diversidad que tanto me maravilla, y por eso me interesa tanto escuchar las historias de cada cual, todos tenemos acceso a la misma información pero la codificamos de diferente manera y esa codificación es la que hace de nuestros estilos de vida algo tan variado.

Ella terminó diciendo que no se arrepiente de vivir su vida de esa forma porque “así es como debe ser”. Y me quedé pensando en ello porque tengo la sensación que vivimos una vida como debe ser hasta que llega la muerte y nos sacude; y nos hace preguntarnos en el último minuto si vivimos la vida como “debe ser” o si nos atrevimos a cuestionar esa interminable lista de “deberes” y vivimos de acuerdo a nosotros mismos, aventurándonos con nuestro propio libreto y con nuestra particular  lista de “quereres”.


Ese día llegué a casa a escribir mi propia lista de las cosas que debí haber hecho de acuerdo a la educación familiar y social que recibí;  y que decidí hacer desde mi óptica personal del mundo; así quedó mi libreto personal:

Debí haber asistido a misa cada domingo, pero decidí hacer de mi religión un estilo de vida.

Debí haber estudiado una profesión con muchas especializaciones, pero decidí especializarme por mi misma en lo que me gusta, en lo que soy talentosa y en lo que me apasiona.

Debí haber conseguido un trabajo estable que me brindara garantías, pero decidí la aventura de comprobar que cada día trae consigo su propia garantía

Debí haberme quedado casada con mi primer esposo, pero decidí explorar más facetas del amor y de la atracción sexual.

Debí haber educado a mi hija con toda suerte de restricciones, pero decidí darle unas bases y después confiar en ella, y en la educación que le di.

Debí haber sido una mujer con un criterio moral rígido, pero elegí la flexibilidad y la libertad

Debí haber creído que el mundo se divide en buenos y malos, pero decidí que la gama de grises con la que se visten los buenos no es muy distinta de la que usan los llamados malos.

Debí tener casa propia, pero decidí que el mundo es mi casa y mi momento presente mi hogar

Debí haber tenido tarjetas de crédito, pero decidí que quería comprar sólo aquello que podía pagar

Debí haber sido una persona a la que todos quisieran imitar, pero decidí ser yo misma y aprender a que me gusten los ellos mismos que son los demás.

Debí haber sido famosa, pero decidí construir mi propio significado de la fama

Debí haberme casado con un millonario, pero decidí que había un precio por ello que no quería pagar.

Debí haber sido distinta a la que soy, pero entonces decidí hacer las pases conmigo misma y amarme como soy.



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