LOS PARIENTES RICOS.

Cuando era niña mi familia vivía dos roles alternativos muy interesantes, frente a la familia de mi padre  yo sentía que éramos pobres, frente a la familia de mi madre éramos los parientes ricos, era como cambiarse de vestido para dos funciones diferentes. Cuando visitábamos la familia de mi madre, teníamos para compartir con ellos, mi madre podía darse el lujo de comprar alimentos diferentes a los que muchos de ellos tenían acceso para compartir con una familia sustancialmente numerosa, de alguna manera algunos sobrinos de mi madre esperaban su llegada porque sabían que antes de partir ella les dejaba además algunos pesos para su domingo.

Cuando visitábamos la familia de mi padre, eran ellos los que tenían siempre más para compartir con nosotros, pese a que eran igual de numerosos a la familia de mi madre, su nivel de vida era mucho más alto lo que no le permitía a mi madre compartir cosas simples con ellos, porque de cosas simples estaban llenos.

Una vez una amiga en el colegio me preguntó que si éramos ricos o pobres (preguntas de niños) y recuerdo que le dije que éramos ricos en el mes de julio, en las vacaciones de medio año; y que éramos pobres en navidad, ella respondió que lamentaba que fuéramos pobres justo cuando más plata se necesitaba, como eran épocas en que aun creía en que el niño Dios traía los regalos de navidad no comprendí porque se necesitaba más dinero en esa época, y la verdad es que con el tiempo sigo sin entenderlo.

Nuestra incertidumbre económica fue lo que hizo de mi madre y yo una suerte de gitanas, no teníamos muchas pertenencias por lo que cada vez que mi madre era trasladada a un pueblo distinto por su trabajo, nos resultaba fácil movernos, a mí me resultaba tan emocionante mudarnos, había tanto por descubrir en un nuevo pueblo, tantos amigos nuevos, vecinos, maestros, curas, bobos de pueblo, y lógicamente chicas raras como yo. Pienso que tengo alma de gitana y de aventurera y que es la primera vez en mi vida que he vivido tantos años en la misma casa (10 años) y que a lo mejor no es tan malo mudarse de nuevo, soltar las anclas y mudar de piel. Seré una culebra con trajes diferentes respirando un nuevo aire y lo más importante, con todo el bosque para recorrer a la velocidad que yo quiera.

Ahora puedo ver que aquella niña que no pertenecía a una clase social determinada fue inmensamente feliz, pero que la mujer adulta que fue emergiendo ha resentido lo que aquella niña vivió y se lo ha sufrido más que la misma niña, esa mujer que ha emergido de aquella niña quizá haya sido lo suficientemente adiestrada por la sociedad y consumida por su racionalidad para sentir pena por aquella niña que cambiaba de nivel socio económico dos veces al año. Lo cual hace que me pregunte ¿con cuántos de nuestros dolores emocionales de la edad adulta nos pasará lo mismo? ¿Cuántas cosas que resentimos no se las atribuimos a una niña interna que en su momento no tenía tanta información ni puntos de referencia para decidir ser infeliz o ser víctima?


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