MI CORTA CARRERA POLÍTICA
Corría el año mil novecientos y algo y mi madre y yo tuvimos que salir huyendo de la ciudad por uno de esos motivos de seguridad tan comunes en Colombia, que son cotidianos y que a nadie excepto a los implicados le importa. Llegamos a una población pequeña donde pensamos que estábamos seguras, a iniciar una nueva vida, prácticamente a empezar de cero. El gamonal del pueblo me dio trabajo escribiendo para él sus discursos para su campaña política, el tenía muchos títulos pero no tenía mucha educación, y su escritura era pésima, también su creatividad para seducir al público, algo que a mí me sobraba. Éramos el equipo perfecto, yo tenía la educación de la que él carecía y él tenía los títulos que a mí me hacían falta y sobre todo la ambición de la que yo carecía. Yo pensaba en aquel entonces que el era un gamonal de pueblo “buena gente” como dicen en los pueblos, al principio hubiera puesto mis manos en el fuego no sólo por él sino por toda su familia, menos mal que retire mis manos del fuego a tiempo.
Con él aprendí muchas cosas de la vida; y de política las suficientes para perder mi credibilidad en la rama por el resto de mi vida, muchos secretos de política en lo que él era muy diestro me eran confiados a la hora de elaborar discursos, y muchas estrategias de publicidad también, yo que pensaba que me las sabía todas a través de los jefes de prensa que había conocido, comprendí que con esas estrategias cualquiera se podría volver famoso de la noche a la mañana sin mucho esfuerzo, pero si con mucho dinero.
Con él también aprendí que detrás de cada gran hombre también hay una gran mujer, ya que de la misma y exacta manera que él lo hacía, su esposa ejercía la mejor política familiar dentro de la casa y usaba las mismas técnicas pero más sofisticadas y con su toque femenino, que usaba su esposo, para obtener grandes cifras de los contribuyentes, ella que había sido hija de padres muy ricos, según ella, porque a mi nunca me constó que así hubiera sido, solía decir que ella no había nacido para vivir mal, ni de ama de casa, ni para lavar ropa y menos aún para cocinar, lógicamente sus hijos tampoco, por lo que el nivel de vida que se daban era bastante alto.
Mi jefe no trabajaba y no había forma de saber de donde provenían sus ingresos que eran bastante altos, excepto por trabajos de asesorías demasiado bien pagas, que era lo que él argumentaba, pero yo que llegué a ser prácticamente su mano derecha, nunca le vi ejerciendo dicha labor.
Me prometió elegirme secretaria de gobierno cuando él obtuviera la alcaldía, gracias a mis discursos y al poder de convocatoria que obtuve con la gente joven del pueblo. En aquella época se tendió para mí una carrera política promisoria con la que siempre lucía más entusiasmado mi jefe que yo, solía decir que yo tenía mucho talento, porque sabía escribir cosas que la gente quería escuchar; y que si todo seguía marchando así, yo heredaría la alcaldía cuando él terminara su mandato, porque la alcaldía sólo era un escalón en su carrera política que era mucho más ambiciosa que ser el alcalde de un pueblo. Y yo siempre tuve la certeza de que él estaba en lo cierto, tanto como la sigo teniendo ahora, sólo que los métodos para conseguir aquella meta política no eran en nada compatibles con mi filosofía personal de vida. Cuando se lo dije, me auguró que sepultaría mis ideales porque lentamente la política se acercaría a mi precio, y en ese momento me dio tanto miedo de todo lo que sabía y de que realmente se acercaran a mi precio que Salí huyendo una vez más de aquel pueblo donde pensé que estaría a salvo y donde sin proponérmelo llegue a estar más expuesta que nunca.
Un ataque guerrillero a la población en un lúgubre domingo a las cinco de la tarde, me sacaron de los sueños de mi jefe; y me despertaron de la pesadilla en donde he estado más cerca de ser una figura política.
Todos estos recuerdos desfilaron por mi memoria en estos días en una conversación con un amigo mío, hablando de lo poco que me gusta invertir mi tiempo y energía en debatir temas políticos, me parece personalmente el tiempo más mal invertido. El pueblo alimenta las estrategias por las que los políticos pagan cifras escandalosas de dinero, que provienen del mismo pueblo. El pueblo se divide por causas ajenas vendidas como propias por la elite política, en ese sentido ellos saben darle forma a aquel lema que dice “divide y reinaras” en los debates por política eso es lo que suele suceder que la gente se divide y forcejean emocionalmente por un trozo de razón que nadie tiene porque los títeres nunca tienen la razón.
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